Drácula: La sed verdadera

Gabriel Garcia
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Mucho se ha escrito, filmado y dicho sobre el Conde Drácula. Vimos infinidad de películas que lo tienen como protagonista, siempre con resultados diversos. Nos hemos asustado, reído y quejado. Pero ¿de dónde viene este personaje? ¿Existió? ¿preparamos las estacas?. Por las dudas, sí…Drácula llegó a CLV.
Ella ve todo borroso. Despierta a la noche y solo cuando no sufre un ataque durante el día por el insoportable olor a ajo prescripto por ese loco doctor de acento extraño. Un hombre andrajoso, sucio, compulsivo que hablaba de enemigos eternos que no pertenecen a este mundo y que suben por las ventanas. Ella, una doncella victoriana que lo tenía todo, alguien de linaje que estaba por casarse con un promisorio médico de la Londres rica del siglo XIX. Notaba como todo se iba desvaneciendo en formas nocturnas, sus energías se disipaban como gotas rojas. Y esa silueta larga y lánguida que se acercaba por última vez…
-Yo estoy al derecho, dado vuelta estás vos.
Lo único que hace peligrosos a los murciélagos es el peligro de la rabia, son mamíferos que se alimentan de pequeños insectos. Ratas voladoras y ciegas que tienen mala prensa y se movilizan con un radar nocturno y descansan cuando quema la luz del día. Y ahí se acaban las coincidencias con Hollywood. Peligrosos son los vampiros que sí se nutren de las venas calientes de otros animales. Son insaciables. Bram Stoker también era insaciable.
Pensemos en 1816 como un año en que el mundo estaba incomunicado. Mientras Argentina finalizaba su proceso de emancipación en Tucumán, la erupción de un volcán en Indonesia asesinaba al total de la población mientras Europa buscaba como reorganizarse tras la derrota de Napoleón en Waterloo. Este año, también, es recordado como el año sin verano.
-Esta historia no necesita de la luz del día.
Reformulemos, la comunicación es invisible, no se toca, vive: Napoleón Bonaparte fue un personaje fundamental en la independencia argentina y el mal tiempo que acechaba al viejo continente era una consecuencia directa de la erupción del volcán Tambora en la isla indonesia de Sumbawa.
Percy Bysshe Shelley miraba por la ventana agobiado por la tormenta y el encierro, su esposa Mary Wollstonecraft prefería irse a dormir. Pero John William Polidori, médico personal de Lord Byron, leía traducciones de historias alemanas de fantasmas y desafió a los demás integrantes del sequíto intelectual a escribir la historia más terrorífica. Todos ganaron.
Ya van algunos párrafos y en esta historia aparecen nombres como Stoker, Mary Shelley, Lord Byron y John William Polidori. ¿Estamos de acuerdo en que ninguna historia de zombis podría comenzar de esta manera?
Afortunadamente, y a pesar del aburrimiento, la estadía en Villa Deodati (Ginebra) rendiría sus frutos. Mary Shelley narraría la historia del doctor Frankenstein, quién desafía la finitud enchufando partes de diferentes cadáveres hasta convertirlos en esa aberración llamada El Moderno Prometeo. Lord Byron escribiría los versos que lo convertirían en uno de los escritores más versátiles de su tiempo. Acá el que importa es Polidori.
El pobrecito de Polidori era la manera con la que la autora de Frankenstein se refería al galeno mientras su paciente, Lord Byron, directamente se burlaba de su escritura. No se podían tolerar. Sin embargo durante la jornada en Suiza todos estuvieron de acuerdo en que su obra El Vampiro era increíble, al punto que el mismo Byron intentó apropiarse de la autoría y, en algún punto tenía razón, el protagonista Lord Ruthven estaba basado en él.
El acercamiento de John William a los no muertos es la primera aproximación moderna al tema. Desde tiempos remotos, los hematófagos habían aparecido en páginas de Voltaire, Goethe e infinidad de leyendas de Europa del Este y precolombinas. El relato de Polidori mostraba a un vampiro romántico que no pasó desapercibido en la sociedad de la época y se transformó en una gran influencia para autores como Sheridan Le Fanu (Carmilla), Alejandro Dumas (El Conde de Montecristo), Edgar Allan Poe (Berenice), Horacio Quiroga (El Vampiro). Y también a Bram Stoker.
Stoker: El ¿padre? de la criatura
Abraham Bram Stoker fue algo muy parecido a un buscavidas. De chico vivió enfermo, hecho que no impidió que más tarde triunfara en en el deporte y más tarde como escritor y abogado. En vida, nunca vendió un libro. Bram no tomaba sangre pero se alimentaba del reconocimiento, la popularidad, ingredientes que fueron menguando a medida que se convertía en un hombre mayor. Al colegiarse como hombre de leyes tomó contacto con uno de los actores ingleses más famosos del siglo XIX, Henry Irving. El irlandés se encargó de representar al hombre de las tablas y también craneó la historia de un Conde Vampiro al que Irving podría representar sin problemas. Unos meses antes había leído la obra de Polidori. Tenía la historia, solo necesitaba darle un nombre propio.
El Voivoda de Valaquia
En el lejano y renacentista siglo XV la región de Valaquia se encontraba signada por el destino del emperador de Alemania, Bohemia y Hungria, un tal Segismundo de Luxemburgo. Parece que el tal Segis, como lo llamaban en el bar, era un poco blando por lo que rápidamente las futuras tierras del conde estarían a merced de las disputas entre el imperio húngaro y el otomano (actual Turquía). Uno de los seguidores de Segis, Vlad Dracul, no estaba muy de acuerdo con ceder tanto territorio. Piñas van, piñas vienen, tanto Vlad como su hijo Mircea (nunca nombres como Tomás o José ¿no?) terminaron decapitados en manos de los turcos. En esa época los monarcas no renunciaban con un telegrama o un helicóptero. Pero para ese entonces, el Vlad que nos importa, ya se encontraba como pupilo-prisionero de los asesinos de su padre y aprendiendo algunas tácticas de tortura. Ahora, para entender algunas cosas, vamos a sumergirnos un poquito en el mundo de la etimología.
El sufijo –EA de Draculea significa Hijo del Dragón debido a la orden del mismo nombre que provenía desde sus inicios a la dinastía Basarab, la misma de Atila. Pero sigamos tomando apuntes: en turco, Draculea significa Hijo del Demonio. Serían los mismos otomanos quienes le atribuirían el apodo de Tepes (pronunciése Tse-Pesh) es decir, Empalador.
Cuando uno se inmiscuye en el abominable terreno de las cifras oficiales suele toparse con verdades desagradables. Vlad Tepes siempre fue constante, al punto que tres veces conquistó el principado de Valaquia y tres veces lo perdió. Para alejarnos de la ficción hay que destacar que ese lugar nada tiene que ver con la cinematográfica Transilvania; son dos regiones rumanas separadas por el rio Danubio. Hablábamos de cifras: en el haber del Drácula histórico se contabilizaron casi cien mil víctimas ejecutadas, es decir, casi la misma cantidad de habitantes originarios masacrados por genocidas españoles.
Uno de los desdichados fue un boyardo que, entre muchos, fue invitado por el simpático anfitrión a una comilona en el castillo. Con lo que no contaba la comitiva era que el humilde hogar se encontraba al lado del Bosque de los Empalados que no era precisamente una boutique de Benito Fernández. El pobre y poco callado boyardo se quejó del extremo olor a podredumbre de carne turca en brochette. Terminó sus días empalado pero diez metros arriba del resto para no ser molestado por los aromas. No hubo más quejas.
Vlad Tepes: gran anfitrión
El amor cambia tu sangre
La novela Drácula fue editada en 1897, o sea, varias décadas después del cuento de Polidori. Tomando como referencia a Tepes y, en menor medida, al de Erzebet Bathory, Stoker escribió una historia moderna compuesta por cartas, diarios íntimos y hasta recortes de periódicos. Abraham no era un buen escritor, era original y directo. La relación del vampiro con el tiempo hace que el colmilludo no sufra arrugas.
La primera versión en cine se llamó Nosferatu , y su director Friedrich Wilhelm Murnau no pudo utilizar el nombre del conde debido a litigios legales con los herederos del recientemente fallecido Stoker. Pese a esto, fue estrenada en 1922 y marcó el inició de la escuela de expresionismo alemán. Setenta años más tarde Gary Oldman interpretaría al conde en la magistral Bram Stoker´s Drácula que no solo sorprendería por su fotografía lisérgica sino también por sus alusiones a la epidemia del HIV, tan en boga a principios de los noventa. Claro, también están las versiones clase B que, dentro del cine, son representadas por Blacula, el vampiro de color y cultor de la música disco que, ni lerdo ni perezoso, quiere morder a Pam Grier. Pero esta historia también comprueba ese inefable dicho que reza Quien roba al ladrón.. Drácula, el No Muerto es el título de una continuación escrita por Dacre Stoker quien, a partir de unos supuestos bocetos encontrados de su bisabuelo Bram, trae de vuelta al vampiro. Pero no satisfecho con ello, lo relaciona con Jack el Destripador y lo hace viajar en….El Titanic!
El vampiro tiene un dilema ético, mata por amor. Ya sea a la vida o a Mina Harker, no disfruta de la maldad que le asignan. Acompañado del contexto victoriano sufre más que nadie el suplicio de la inmortalidad. La misma que atañe a la vida de algunos artistas, no es casual que genios tan dramáticos como Charly García, Alejandra Pizarnik o Blue Oyster Cult hayan revisitado el mito una y otra vez con una profundidad que supera cualquier estaca. Drácula es la víctima, Drácula no quiere ser Drácula. Lo obligan. Desde el momento en que Renfield llama a la puerta
Amor, sangre, terror, heroísmo. El conde trajo todos los componentes que hacen de una historia algo irresistible. Por eso sigue despierto.
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