‪#‎DíaDeLaMujer‬ ¡Arriba las que luchan!

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Gabriela Krause
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En el marco del día de la mujer trabajadora, miles de mujeres se juntaron para marchar a Plaza de Mayo y pedir por sus derechos. Una jornada en honor a esas mujeres que murieron para que se engendre este día; una jornada de resistencia al espíritu comercial con el que buscan borrar la historia de lo que ocurrió aquel 8 de marzo.

Ayer trabajé, como todos los días, hasta las 15 horas. Salí cansada. Siempre salgo cansada.
Salí y sólo pensaba en llegar a casa, darme una ducha, dormirme temprano y volver a arrancar. Pero no. Soy mujer trabajadora también y, como tal, sentí que mi lugar debía ser ese: marchando, mirando al frente, pidiendo por mis derechos y también por los de la que no quisieron (o no pudieron) venir.

La marcha estaba convocada a las 17 horas y se retrasó. Mientras esperábamos compartimos mate; otras pintaban consignas, se saludaban con otras compañeras, desplegaban banderas y carteles y repartían pañuelos verdes.

Una hora y media más tarde, aproximadamente, emprendimos la marcha a Plaza de Mayo: caminando todas juntas, detrás de distintas banderas, cantando las canciones que, de a poco, transmitían el mensaje a los transeúntes que volvían a sus casas de la oficina.

Si bien hubo una fuerte presencia policial, el cuerpo no hizo más que esperar. Como quien espera que se desate el quilombo pero que, finalmente, no llegó.

La marcha fue en paz. Las distintas consignas que la llevaban adelante supieron convivir y congeniar. Hubo un momento de unión general, al pasar por al lado de un camión policial y cantar melodías antirrepresivas, descargando la bronca al brazo armado del control patriarcal. Hubo varios momentos de unión también al cantal por el aborto legal o cuando se entonaron cantos contra la Iglesia.

Sonaban bombos,inflamos nuestro pecho, sonreimos y cantamos. Algunas llevaban niños de la mano: ellos también vestían el pañuelo verde que pedía de una vez por todas el aborto legal y gratuito; también aplaudían las canciones; también caminaban, también sonreían.

Llegando a Plaza de Mayo nos agachamos. Corrimos. Una compañera que se quedó por afuera, me contó que una señora, desprevenida, pensó que sería porque hubo represión. El agacharse y correr es algo que todos los años se hace, pero esta mujer no lo sabía y se asustó. A tal punto llegamos.

En la plaza ya fue todo más fluido.

Con toda la convocatoria unida, ya podía uno mirar los carteles y las banderas, encontrarse con gente, intercambiar opiniones. Después, la desconcentración. El control policial aflojó su presencia luego de pedir que, lentamente, se comiencen a despejar las calles cortadas.

Volvíamos cansadas pero sin perder las sonrisas. Felices, por esa alegría que conlleva la posibilidad de visibilizar esta lucha que, todos los días, se gesta y se alimenta, aunque los medios y la gente de afuera sólo pueda apreciarla este día: el día de la mujer trabajadora.

Los pedidos son los mismos de siempre: que la Iglesia no se meta en nuestras cuestiones personales, desde el derecho al aborto, hasta la orientación sexual o la forma de vestir. Que el aborto sea legal, seguro y gratuito, porque no queremos más mujeres muertas por abortos clandestinos. Que dejemos de ser secuestradas para ser explotadas. Que se tomen medidas concretas y efectivas para frenar la violencia de género y los femicidios. Que dejen de estigmatizarnos y exponernos. Que dejen de justificar nuestras muertes. Que seamos iguales en los derechos.

Había hombres. Había mujeres adolescentes, jóvenes, adultas y hasta señoras, ya doñas, gritando que el aborto se debía legalizar. La cuestión es simple: la problemática es social. Mueren mujeres por aborto. Mujeres pobres. Al contrario de lo que piensan los conservadores, la solicitud del derecho al aborto es pro-vida y no al revés.

Ayer marchamos algunas. Deberemos llegar al día en que nos unamos y marchemos todas juntas. Somos todas mujeres. Somos todas oprimidas. Todas, en mayor o menor medida, sufrimos un acoso sexual en algún momento de nuestras vidas: desde una violación hasta un tipo apoyándonos en el tren. Todas sufrimos violencia: física, verbal, sutil en las formas. Todas somos hijas del patriarcado y todas debemos luchar por erradicarlo.

¿Por qué? Porque hace años, cuando todavía no existía el día de la mujer, hubo un grupo de mujeres textiles que se organizó, se manifestó, se declaró en huelga y se hizo escuchar. Tanto que el patrón las encerró y las prendió fuego. Eso engendró este “feliz día”.

Ellas murieron para que nosotras, muchos años después, tengamos los derechos que hoy conocemos y naturalizamos, porque nacimos con ellos. Porque no vivimos su lucha. Por ellas debemos organizarnos y seguir ganando territorio, seguir ganando derechos, seguir gritando ni una menos hasta que no desaparezca una mujer más.

 

 

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