Qué bueno sería ser viento

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Gabriela Krause
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Periodista | Escritora | Poeta, feminista y militante de causas que se presumen perdidas. Como todos, fan de la cerveza, el buen vino, y la palabra "fan".Contacto: [email protected] / [email protected]
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Qué bueno sería ser viento, pienso mientras el viento me trae el sonido de un auto que pasa rompiéndolo, como desafiando su existencia.
Qué bueno sería ser viento y volar, posarse sobre otros vientos o traslapasarlos, volverse localizable con el humo, ser quien vuelve a ese humo más inmaterial.
Ser más fuerte que un orgasmo desmedido y más liviana que el amor. Ser ese conducto por el que vuelan las cosas hermosas. Qué lindo, qué cosa buena sería bailarle a la luna y que la luna devuelva la caricia en las caderas y me dé vuelta a gusto y disposición.
Ser viento, ser todo y ser nada, ser eso que está y que no está. Ser eso que nadie ve, aunque fuera por un rato corto ser, justamente, nadie.
Qué bueno sería soltarme del cuerpo en que vivo, decirle me voy a pasear, dejarlo durmiendo, quedarme despierta y llegar a la cima de la montaña más alta, donde el frío es helado y el calor un cuento viejo.
Qué bueno sería soltarme de todo, de la memoria y de las dependencias, de aquel adquirido sentido social que me miente al oído que yo necesito relacionarme con los demás.
Qué bueno sería ser viento, absorber los ladridos en la noche, balancear el barrilete sostenido por un niño, llevarse de paseo el sonido del tren.
Volar debe ser mejor que coger.
Qué bueno sería tocarse la boca y que de repente la boca no esté, que la boca no sea más que el todo invisible que aúlla cuando las ventanas y las corrientes y la noche ventosa.
Qué bueno sería ser viento y que otros vientos me tomen, me vuelvan parte de ellos y me enseñen a hacer nacer otros tantos como nosotros. Qué bueno, salir corriendo cuando ya duele, volver volando cuando se extraña, llegar al cielo donde están todos esos que se fueron, desmitificar su existencia si, en realidad, es un jardín, ser viento y soltarse del mundo y que el mundo me suelte, convertir la lluvia en desastre, que los vientos me tomen, repito, que todos los vientos del mundo me hagan el amor. Salir corriendo desnuda por un paraíso de vientos, que otros vientos me reconozcan y me sepan apreciar como viento y mujer.
Yo no debería haber nacido en este frasco limitado que soy.
Qué bueno sería que el hermetismo se derrita en mil partículas viscosas, qué bueno sería escaparse de lo convencional y evaporarse desde la misma sangre.
Mi punto de ebullición está fijado.
Para volverme viento, pienso, debo explotar.
Mi punto de ebullición no es para nadies.
Para volverme viento, pienso, debo hervir hasta desfallecer.
Si me querés, tomame, pienso mientras me concentro en el punto de ebullición, que tiene que ver porque se alcanza con sexo, la puerta al orgasmo que es ese punto donde los cuerpos se toman vacaciones y el pedazo de cuerpo que es viento se manda a volar.
Qué bueno sería, pienso y me imagino que si fuera viento, leería esto que escribo sonrosada, me posaría sobre las cosas balanceándome, consciente de que tal vez el próximo que me sienta se preguntará cómo sería ser yo.

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