Ninguna mujer nace para que le digan qué hacer

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Periodista | Escritora | Editora de Géneros y Breve Eternidad | Poeta | Feminista | En mis ratos libres sueño con armar una banda disidente.
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La aparición de Sofía Gala en Intrusos abrió una polémica que trascendió la pantalla y llegó a las redes sociales, incluso a las redes feministas, aquellas que se jactan de defender las libertades individuales, sobre todo corporales, de las mujeres. Esta polémica, que no es nueva, es un atentado a la realización de esta libertad. Preguntémonos: ¿por qué nos molesta tanto que las putas sean putas porque eligen serlo?

Repudiamos, yo repudio, como todos, la trata de personas. Repudiamos la esclavitud en cualquiera de sus formas. Repudiamos, esto es, la falta de libertad de elección. Pero si una mujer se prostituye porque quiere hacerlo, ¿quiénes somos nosotras, que deberíamos estar llevando a cabo otra lucha contra quienes nos oprimen, para cuestionar esa libertad? Meterse en esas decisiones es querer inmiscuirse en la cama y en la forma de ganarse la vida de una compañera que es tan mujer como nosotras. Meterse en esas decisiones es también creernos nosotras con el derecho de actuar de juezas en un juicio oral al que nadie nos convocó.

Sofía Gala lo dice claro: ella prefiere ser puta antes que moza. Y le saltan a la yugular, tanto en el programa como en las redes sociales de todos los frentes. Le responden: ninguna mujer nace para puta. Para qué nacerá la mujer, me pregunto. ¿Para lavar los platos de otros? ¿Para parir y criar hijos? ¿Para lavarle los boxers al marido, para no pensar, para no decidir absolutamente nada que respecte a su cuerpo?

La frase de la polémica. “Prefiero ser puta antes que moza”. ¿Y si hubiera dicho que prefería ser abogada antes que moza? ¿Y si hubiera dicho que prefería ser modelo antes que contadora? ¿Por qué seguimos insistiendo en esto de que lo malo del trabajo sexual es justamente que ponemos el sexo, cuando en realidad en todos los trabajos estamos poniendo nuestros cuerpos y cobrando en consecuencia?

El trabajo sexual no es la venta del cuerpo

Uno de los discursos más habituales es el que plantea que a lo que se está oponiendo uno cuando se opone a la prostitución y al trabajo sexual es que, justamente, implican vender el cuerpo. Pongámoslo simple: si la prostitución fuera efectivamente vender el cuerpo, sería el trabajo más absurdo del mundo. ¿Dónde vieron un objeto que fuera vendido, por el mismo vendedor, más de una vez?

El cuerpo no se vende. A lo sumo, se vende un servicio. Igual que yo, cuando paso seis horas en una librería para cobrar un sueldo que no corresponde a las horas de tiempo regaladas. O vendidas. Como las horas de las putas, que se venden. Pero el cuerpo, no. El cuerpo es de ellas. Tan suyo como lo es el mío, este que teclea las palabras que las reivindican.

La prostitución por elección no reivindica la trata

Es importante divorciar trata de prostitución para poder reivindicar los derechos individuales de las putas. Una mujer víctima de trata es una esclava a la que le violan por completo los Derechos. Defender la prostitución es defender a la mujer que la ejerce como trabajadora, y defender la regulación de sus trabajos como cualquier otro, es intentar conseguir un marco legal en el que secuestrar a una chica y obligarla a ejercer no sea moneda corriente ni de fácil alcance.

 

 

Hablar de la prostitución sin necesidades no es necesariamente elitista

Esto se escucha todo el tiempo. Se lo dijeron a Sofía Gala todo el día: vos hablás porque desde tu lugar cómodo y sin necesidades es muy fácil decir que serías puta antes que moza. Por esto le dicen elitista, como si la vida más simple que otras nos revocara la capacidad de ser empáticas, o como si entender una lucha y apoyarla nos pidiera obligatoriamente estar en un escalón por debajo en la escala social.

Somos muchos los que militamos los barrios, los que abogamos por los Derechos de la gente invisibilizada. ¿Acaso nos piden ser pobres para defender a los otros que sí lo son? ¿Acaso nos piden ser negros para defender esa lucha, la de la gente negra? Ah… pero las putas. Las putas son un caso aparte. Las putas, y las trans. Parece que nos molesta ver personas que se animan a ser distintas, a explorarse y a explotarse, a desafiar el mandato social.

Ser puta no es perpetuar ni alimentar el machismo

A la puta se le vive cuestionando su relación con el machismo. Hay quienes creen que ser puta y feminista es una contradicción, porque la puta está ofreciéndole un servicio al macho y le está permitiendo que la “use” para lo que el macho cree que existe la mujer. No.

Si el hombre está pagando por el sexo que recibe, lo que está haciendo no es “uso” de la mujer, siempre y cuando haya un contrato implícito o explícito que define qué es lo que puede hacer. La puta está sirviéndole tanto al hombre como la mujer que le vende un café, el diario de la mañana o le da una sesión de masajes. Todas le cobran por sus servicios y todas lo ayudan a subsistir, porque el macho existe y consume y nosotras, que estamos detrás del consumo, existimos y vendemos lo que nos toque vender.

Una publicista que aporta productos machistas, publicidades sexistas donde el rol de la mujer se perpetua como esclava del hombre, de la cocina y de la limpieza, es mucho más funcional al machismo que una puta. Pero la publicista no importa, porque nadie la nombra como public”#$ta por miedo a insultar.

Infama – 20/09/2017

El trabajo no dignifica

Si habremos escuchado ¿cuántas veces? esta cuestión de que el trabajo dignifica. Si la habremos mamado, en un espiral de educación meritocrática, creyendo que realmente pasarse el día haciendo algo que no nos gusta para ganar dos mangos y comprar lo que nos obligan los mismos que nos someten desde la publicidad es la dignidad.

El trabajo no dignifica. Y tampoco queremos ser dignos: queremos ser lo que se nos ocurra ser. ¿Qué es la dignidad, eso que sirve como vara para pedir juicio y castigo al distinto, al osado? ¿Qué es la dignidad sino otro límite impuesto para mantenernos en una lógica constantemente funcional?

Me niego a afirmar que la prostitución es un trabajo digno. La prostitución es un trabajo. Punto. Ni la puta ni la empleada doméstica, ni la abogada ni la periodista, ni la ama de casa ni la médica. No queremos ser dignas. Queremos ser libres de ejercer nuestros Derechos como queramos, como podamos, como nos parezca que los queremos vivir.

El trabajo no dignifica. Ese discurso dejémoselo a los mercenarios neoliberales que nos quieren oprimir desde el trabajo, desde el discurso y desde la prohibición.

No somos jueces

En todos los ámbitos, y con la facilidad de las redes sociales aún más, queremos opinar: estamos todo el tiempo diciendo lo que pensamos, ejerciendo opiniones desde distintas escalas de valores. Todavía se escucha, cuando alguien menciona la homosexualidad, un “yo no estoy en contra de la homosexualidad, mientras no tenga que verla”, como si alguien le hubiera pedido a quien opina su veredicto acerca de si ser homosexual está bien o está mal. Somos personas que razonan y, en consecuencia, eligen. Nunca tuve que escuchar a nadie decirme si está bien o está mal que yo practique con frecuencia el sexo oral. ¿Por qué yo voy a opinar, entonces, de lo que otros y otras hacen con su cuerpo? Elegir el género, elegir la orientación sexual, elegir que la herramienta de trabajo sea el cuerpo. ¿Quiénes somos nosotros para meternos en el medio de esas elecciones? ¿Por qué seguimos insistiendo en cortar por completo la capacidad de otros de elegir? ¿Mi juicio de valor es más válido, más real? ¿No estaremos demasiado limitados nosotros mismos por todo tipo de imposiciones sociales?

La clave es permitir la elección

A veces se elige y a veces no. No se puede invisibilizar por completo que hay chicas, sobre todo chicas trans, que se ven empujadas a trabajar la prostitución aún sin quererlo sólo porque deben sobrevivir. Esto es tan repudiable como el hecho de que haya pibes empujados a robar o gente sin trabajo condenada a morir. El acceso a las posibilidades es fundamental. Enarbolamos la posibilidad de elegir en la gente que tiene opciones. Si no hay opción, no hay elección. Entonces, la clave no es abolir la prostitución, sino encontrarle la vuelta para que las mujeres que la eligen como fuente laboral no la estén eligiendo porque otra no hay. Esta respuesta, no lo van a poder creer, está en el Estado.

Las putas no tienen la culpa de que otras putas ejerzan sin quererlo hacer. Las putas no tienen las putas de que a los pacatos le siga molestando que cobren por coger y porque les gusta, todo al mismo tiempo.

Las putas son mujeres que enarbolan la bandera que defiende sus Derechos.

Defendamos el cuerpo. Naturalicémoslo. Es todo lo que tenemos.

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