#KevinMolina Morir ahogado
- De corriendolavoz
- septiembre 7, 2015
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Durante la última semana, el mundo entero ha estado conmocionado por la foto de Aylan, el nene sirio que murió ahogado en una playa de Bodrum en Turquía. Pero Aylan no es el primer nene al que el mundo lo obliga a no poder con la vida. Hace exactamente dos años, ahogaron a Kevin. Y el dolor es el mismo.
Por Gina Penelli @Gii_Penelli
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El 7 de septiembre de 2013 no fue un día más en Villa Zavaleta. Alrededor de las 6 de la mañana comenzaron a escucharse los primeros disparos. El tiroteo duró más de tres horas y se tiraron más de 100 balas. Sin embargo, desde la garita de Gendarmería , la cual se ubicaba a 120mts del lugar, los oficiales aseguraron no escuchar nada.
El origen de la balacera: un enfrentamiento entre dos bandas narcos que se disputaban una propiedad. El saldo: un nene de 9 años muerto de un balazo en la cabeza.
Durante el tiroteo, los vecinos realizaron incontables llamados al 911. Un móvil llegó y se retiró a los pocos minutos diciendo que “estaba todo en orden”. Cuando se iban, llegaba otro patrullero (producto de la cantidad asombrosa de llamados que seguían recibiendo desde allí) y les transmitieron ese mismo mensaje para que también peguen la vuelta. Y así fue.
Prefectura y Gendarmería están encargadas de garantizar la seguridad del barrio pero vecinos aseguran que cuando se retiraban dijeron: “Que se maten entre ellos”.
Como tantas otras veces liberaron la zona. La liberaron de muchas cosas pero no de peligro, ni de la muerte.
Kevin no murió por una bala. Kevin también murió ahogado. Ahogado de miedo por los estruendos que lo obligaron a buscar refugio bajo la mesada de su casa. Ahogado por la violencia que permitían en su barrio. Ahogado de desamparo, de desprotección y de indiferencia.
Kevin murió ahogado por la impunidad de otros, de los que liberaron la zona, de los que dispararon las armas y de los que callaron frente a eso.
A Kevin le ahogaron los sueños, los momentos que compartía con su familia y con sus amigos, cada tarde en esa placita que había ayudado a construir. Le ahogaron las oportunidades, las ganas y todos los abrazos que tenía para dar. A Kevin lo sumergieron en el pozo más oscuro y asqueroso y no lo dejaron volver a salir.
Hoy se cumplen dos años del asesinato de Kevin Molina, quien era hermano, amigo, vecino, rayo de luz entre tanta realidad sombría. Kevin es nuestro y extrañarlo nos obliga a continuar la lucha. Aunque, a veces, un llanto incontrolable de rabia y dolor nos ahogue.
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