Un año sin Santiago: cobertura en Rosario

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Cecilia Malasechevarría

Cecilia Malasechevarría

Nací y crecí en la tierra colorada. Estudiante de Comunicación Social. Feminista
Cecilia Malasechevarría

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En Rosario, Corriendo La Voz también se hizo presente a un año de la desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado. Reviví la jornada y crónica acá

El sur de nuestro país, tierras ancestrales habitadas por la comunidad mapuche, el Rio Chubut, la ruta 40, fue el escenario donde se pusieron en evidencia tres cosas: la resistencia que vive cotidianamente el pueblo mapuche, la violencia que ejercen impunemente las fuerzas de seguridad, y la inexistencia de una verdadera democracia. El primero de Agosto del año pasado nos encontró desolados ante la desaparición de un joven acompañaba una manifestación en la Patagonia. Poco sabíamos de él, pero los días fueron pasando y, ante su ausencia, cada vez empezamos a conocerlo más.

Hoy salimos a exigir que se haga justicia por Santiago. A un año de lo acontecido, los tambores se hicieron oír desde las cuatro de la tarde en la plaza San Martin, donde nos reunimos para seguir pidiendo que no cesen las investigaciones, que no nos quieran convencer de que Santiago simplemente se lanzó al rio y murió ahogado. Que no nos quieran hacer creer que se comprometieron con la causa, porque Santiago fue encontrado en un lugar donde habían hecho rastrillajes previos, porque desconocemos qué sucedió con la mochila que volvió a buscar a una de las casillas y porque no sabemos qué paso con su celular. Sin embargo, sí sabemos que la gendarmería actuó de una manera irregular y sospechosa. No podemos dejar de interrogarnos por qué motivo un joven que no sabía nadar se arrojaría a las aguas heladas de aquel río que lo absorbió. ¿Qué sucedió en ese momento? ¿Cómo llego a ese lugar? Sabemos que corrió a la orilla del rio, pero ¿Después que pasó?

Los pueblos originarios que aún conservan sus tierras en diferentes regiones, donde aún pueden, dan pelea cada día para no perderlas y para no perder la vida. Son parte de un sector de la sociedad que es estigmatizado, criminalizado y violentado constantemente. Así como sus cuerpos resisten al frío de la Patagonia, lo hacen también al amedrentamiento de las fuerzas policiales. Son pueblos que luchan por permanecer en el territorio que habitaron desde el comienzo de nuestra historia latinoamericana, pero tuvieron la mala suerte de poblar un suelo enriquecido que despierta el interés de los más adinerados del mundo. Estos últimos son quienes, debido a su gran poder económico, creen tener la potestad absoluta para desalojar a comunidades ancestrales sin respetar sus culturas ni sus historias.

El 31 de Julio del año pasado, integrantes de la comunidad mapuche llevaron adelante una jornada de reclamo sobre la ruta 40, insistiendo en que liberen uno de sus compañeros, Ionko Facundo Jones Huala. Santiago Maldonado, o El Brujo como sabían llamarlo, se encontraba allí al calor de la lucha, poniendo cabeza, el cuerpo y el alma por la causa que los encontraba resistiendo ante muchas de las diferentes clases de violencia que el Estado ejerce sobre esta sociedad ancestral. Un compañero estaba privado de su libertad y los mapuches venían soportando hacía tiempo el hostigamiento policial, que en este operativo fue, como es habitual, desmedido.

El 1 de agosto, ante la negativa de los manifestantes a rendirse, efectivos de la gendarmería llevan adelante una cacería a cielo abierto sobre aquellas tierras que ya una vez fueron pisoteadas por botas negras. Nuestra memoria nos impide olvidar la masacre que advino tras las campañas del desierto del siglo pasado, y es así como podemos reconocer que estos acontecimientos son una continuidad del antiquísimo afán de poder que buscan imponer en aquel lugar donde el viento rasga las pieles y las balas los cuerpos. Son muchos los años que pasaron, pero la persecución sigue y a pesar de vivir bajo un gobierno democrático, ni siquiera nuestro derecho a la vida es respetado. De forma ilegal, ese día, un grupo de uniformados entró a la Pu Lof de Cushamen y, bajo la orden de uno de los gendarmes que enunciaba, gritando: “¡fuego, fuego, fuego!”, comenzaron a disparar con balas de gomas y -según testigos- también con balas de armas de fuego; tras la directiva: “avancen, avancen”, siguieron hasta las costas del Rio Chubut a quienes escapaban buscando refugio. Para llegar hasta aquí, entraron a la comunidad, rompiendo las cadenas y saltando cercos, ya no estaban despejando la ruta como parte de un operativo, se estaban metiendo en el territorio de los habitantes oriundos de allí buscando atraparlos. Totalmente fuera del marco de la legalidad, que nada significa y nada garantiza cuando ellos son los actores al mando de semejante puesta en escena de la violencia que tienen permitido ejercer cubiertos por un manto de impunidad. Santiago estaba ahí, fue uno de los que llegó hasta el agua helada cuyo cauce normal había sido corrompido por los que en él se metieron, intentando cruzar y resguardarse. Santiago no sabía nadar. ¿Podrías imaginar el sentimiento de desesperación que tuvo al no saber defenderse de la profundidad de un rio, de un río con temperaturas bajo cero, de un río desconocido, que congela lo que allí se sumerge, sin salvavidas, sin resguardo? ¿qué crees que fue mas terrorífico: eso, o un grupo de uniformados a su espalda, el sonido de los disparos y de los gritos que ordenaban avanzar y apretar el gatillo dejando dilucidar a través de sus voces la vehemencia que tenían por capturar a uno de ellos? No sabemos que pasó en ese momento, porque la causa no ha avanzado y han querido conformarnos. Santiago murió por asfixia, por inmersión e hipotermia, pero ¿qué paso en el momento en que se encontró entre el río y los miembros de la gendarmería? No sabemos qué ocurrió minutos después de que El Brujo llegara a la orilla. No han podido explicarlo y es ese uno de los motivos por los que seguimos aunando cuerpos y voces exigiendo que nos digan qué pasó realmente con Santiago, cómo murió, cuándo fue y quiénes son los verdaderos responsables. Es nuestro derecho saber la verdad.

Vivir en democracia significa que los derechos que hemos conquistados a lo largo de la historia deben ser garantizados a todos los habitantes de nuestro país. Siguiendo esta breve y posible definición, podemos dar cuenta que la misma está sufriendo golpes constantemente: nos siguen negando el derecho al reclamo, a la información, a la verdad. Los medios de comunicación que más alcance tienen a nivel nacional, los que más poder económico poseen, han manoseado la causa de una manera aberrante sin cargar con ninguna culpa. Mientras la familia de Santiago y muchos de nosotros, en esos largos 78 días nos preguntábamos por su paradero, si estaba bien, si lo estarían alimentando, en el momento en el que nos encontrábamos atentos a cada novedad y firmes en cada convocatoria pidiendo respuestas al Estado, batallando por no perder las esperanzas de volver a verlo, la prensa amarillista publicaba notas desinformando, confundiendo, estigmatizando y revictimizando a quien hoy es símbolo de esa fortaleza que te empuja a salir, luchar, y ya no callar.

Mirar entre sus ojos es comprender que lo ocurrido es el reflejo de una de las épocas más oscuras de la historia de nuestro país, mirar entre sus ojos es traerlos al presente a los 30 mil desaparecidos durante el golpe de estado más sangriento que tuvimos; es caer en la cuenta de que nos engañamos si pensamos que nuestra democracia es verdadera, porque una desaparición seguida de muerte no debería existir bajo dicha estructura estatal; es reconocer que tenemos un ministerio de seguridad que ordena a las fuerzas de seguridad a cumplir un rol: reducirnos con golpes y balas, adormecer nuestro sentido crítico e intentar mantenernos silencien silencio; es identificar que no podemos reclamar lo que nos corresponde porque corremos el riesgo de no contarla. Y todo eso nos conduce concluir que es en la calidez colectiva donde tenemos que buscar las fuerzas para ir ganando terreno e impidiendo que sigan violando los derechos humanos, exigiendo a los responsables una respuesta cuando sobreviene una injusticia. Juntos podemos soñar con que haya justicia para Santiago y para todos lo que murieron con el puño izquierdo en alto, atropellados por quienes tienen el oficio de reprimir, es en la unidad del campo popular donde encontramos el impulso para salir a la calle a increpar a los que abusan de su poder, porque si no podemos ejercer nuestros derechos deberíamos preguntarnos ¿Bajo qué régimen político estamos viviendo? Tanto la información, como así también la verdad y la justicia no deberían ser privilegios porque, si bien esos derechos nos corresponden a todos, lo gozan pocos.

Hoy los ojos de Santiago nos miraban, desde diferentes carteles, columnas, paredes, persianas y veredas. Podíamos ver que nos observaba y nos alentaba a dar pasos certeros, hacia el frente, convencidos de que su muerte fue consecuencia del recurrente abuso de poder de las fuerzas de seguridad que están a cargo de la ministra Patricia Bullrich, quien señaló, lavándose las manos, que el hecho de entender como una desaparición forzada lo que hicieron con El Brujo es producto de una construcción que levanto un sector de la sociedad, y defendió a sus subordinados que gozosos disfrutan de vestir esos privilegiados uniformes verdes. Desde que sabemos dónde está Santiago nos preguntamos ¿Dónde está la justicia?

Fotos: Marcos Gallo

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