#NotaEditorial Carta al que NO lucha
- De corriendolavoz
- mayo 19, 2015
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“ (…) Uno se anima a llegar al dolor del otro y la vida se convierte en un absoluto. Las más de las veces, los hombres no nos acercamos, siquiera, al umbral de lo que está pasando en el mundo, de lo que nos está pasando a todos, y entonces perdemos la oportunidad de habernos jugado” – Sábato, La Resistencia -
Redacción Corriendo La Voz
@CorriendoLaVoz_
Estuvimos cuando mataron a Walter a la salida de aquel recital en 1991. Acompañamos a su abuela Mary que caminó tanto, tanto, las calles pidiendo justicia por él. Llevó su foto a cada marcha que pudo, salió siempre asegurando que el Comisario Miguel Ángel Espósito había asesinado a su nieto. Luchó por más de 20 años para verlo preso y ¿sabés lo que pasó? No lo condenaron por esa muerte, le dieron sólo 3 años en suspenso por apropiación ilegítima de la libertad. Mary murió a los 85 años (tenía 62 cuando perdió a su nieto) y no pudo ver a Espósito tras las rejas. Pero, sabés, cuando se fue sentimos tristeza sólo un momento. Sentimos tristeza e impotencia hasta que imaginamos el abrazo que se habrá dado con Walter en ese reencuentro. La debe haber recibido con tanto amor, tan orgulloso. Ella, Mary, debe estar tan feliz…
También estuvimos por Miguel. Fue en La Plata, en 1993. Dos años después de lo de Walter. Otra fecha, otro lugar, pero la misma policía y el mismo amor de la familia. A Miguel lo torturaron hasta matarlo en la Comisaría 9na de La Plata. Nunca encontraron el cuerpo pero en 1999 le dieron perpetua a los dos policías que lo asesinaron. Hoy a su mamá Rosa la seguimos cruzando en las marchas. Sigue llevando la foto de él a todos lados.
Cuando lo mataron al Pocho también estuvimos. Aquellos días tan violentos de 2001. La policía salió a reprimir salvajemente en todo el país, en Rosario también. Entraron a los tiros al barrio donde estaba el comedor de Pocho y él subió al techo para pedirles que paren. “¡Hijos de puta! ¡No tiren que acá hay pibes comiendo!”, así les gritó y al toque cayó muerto de un balazo en el cuello. Quisieron simular un enfrentamiento, dijeron que Pocho tenía un arma y los atacaba. Nunca les creímos. Después dijeron que había sido una “bala perdida” que dispararon al aire para que la gente se calmara. Hace 3 meses condenaron a 4 de esos policías. Otro estuvo preso más de 10 años por su asesinato. El policía dice que era inocente…
Un año después de eso se llevaron a Marita. Si! La hija de Susana Trimarco. El 3 de abril de 2002 Marita salió de su casa en Tucumán y no volvió más. Susana salió a buscarla por todos lados, día y noche, junto a su marido y su nieta. Así se enteró que a su hija se la había llevado una red de trata. Ella sola investigó, ya que la policía no le llevó el apunte jamás, y descubrió toda la red. Diseñó ella el mapa de la trata en Argentina. Reveló la complicidad de la policía y el poder judicial con el negocio. Rescató, ella misma (Y SOLA) a 159 chicas. Hoy tiene una fundación y logró rescatar a miles y miles de mujeres que fueron secuestradas para ser esclavas sexuales. Después de 12 años, Susana logró que condenen a los involucrados del secuestro de Marita. Ahí estuvimos y todavía la buscamos.
Ese mismo año, en junio de 2002, vivimos La Masacre de Avellaneda y perdimos a Darío y a Maxi. Los fusiló la policía, sin miramientos y con una sonrisa sucia en la cara. Soportamos que nos dijeran que esas dos nuevas muertes habían sido por la crisis y no por la fuerza policial represora. Seguimos diciéndoles a Maxi y a Darío que no estaban solos. En 2006 logramos que sentencien a cadena perpetua a dos policías involucrados en sus asesinatos. La lista sigue y no la olvidamos.
La madrugada del 12 de marzo de 2013 estuvimos en el acampe de la Sala Alberdi pidiendo por la no privatización del espacio. Estábamos ahí cuando llegó la cana. Con ellos llegaron los gases lacrimógenos y las balas de plomo. Sí, de plomo. Así intentaron desalojarnos y la represión fue salvaje y asquerosa. Un año y medio después, en agosto de 2014, logramos que procesaran a tres policías por ser coautores penalmente responsables de tentativa de homicidio agravado por ser miembros de una fuerza policial, por abuso de funciones y por incumplimiento de deberes de funcionario público. Completito. Hoy seguimos estando en espera de una condena.
El mismo año de esa represión vivimos otra, esta vez en el Hospital Borda. Fue el 26 de abril, trabajadores del lugar y delegados gremiales se opusieron a la demolición de un taller donde trabajaban pacientes del hospital y fueron brutalmente atacados por la policía metropolitana que entró rompiendo un candado, por la parte trasera del predio, y que cuidó a los obreros que demolieron un lugar que contaba hasta con protección legal. Además, médicos, enfermos y periodistas fueron (o fuimos) agredidos. Funcionarios y policías fueron sobreseídos mientras que tres trabajadoras del neuropsiquiátrico fueron procesadas por “atentado y resistencia a la autoridad”. Parece un chiste pero no. Parece que así funciona la Justicia acá.
También estuvimos cuando se llevaron a Luciano. Lu era un pibe de 16 años que no quiso robar para la policía y por eso sufrió un hostigamiento sistemático que desembocó en torturas y muerte. Pero además de asesinarlo son tan monstruosos que el 31 de enero de 2009 lo desaparecieron. Fuimos a buscarlo. Estuvimos para ver todas las cosas que hizo su familia durante su búsqueda, fue impresionante. Una vez hasta tomaron el destacamento donde lo desaparecieron y no se movieron de ahí ni cuando les mandaron a Gendarmería, no sabés lo que fue. El 17 de octubre de 2014, casi seis años después, lo encontraron. Lo encontramos. Y lo encontramos gracias a que su mamá y su hermana no dieron jamás un paso atrás.
Hace días, el ex policía Julio Diego Torales recibió una condena de 10 años de prisión y la inhabilitación absoluta perpetua por las torturas que recibió Luciano en 2008, cuatro meses antes de que lo desaparecieran. Estuvimos en ese juicio, estuvimos escuchando desde nuestras casas, nuestros laburos y nuestras almas. Desde allí abrazamos a Lu, a Mónica (su mamá), a Vanesa (su hermana) y a todos los familiares y amigos de Luciano.
Estuvimos en todos esos momentos, en todas esas luchas. Estuvimos también en otros lugares, en todas las causas que sentimos justas, importantes y necesarias. Con (y por) Ismael Sosa, Franco Casco, Kiki Lescano, Iara Carmona y cada uno de esos nombres que dejaron de ser propios de una persona para convertirse en sinónimo de lo que no queremos que se repita y de lo que exigimos que no quede impune. Estamos, con el cuerpo ahí, sintiendo el aire en la cara pero también con el pensamiento y el corazón, sintiendo el fuego en el pecho. Estuvimos y seguimos estando. Estamos porque no podríamos no estar. Porque es la vida que nos toca la que nos lleva a luchar pero es la lucha la que nos enseña a vivir.
“Hay hombres que luchan un día y son buenos, otros luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero están los que luchan toda la vida y esos son los imprescindibles.” Berlot Brecht.
¿Vos dónde estás ahora? Te estamos esperando.
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