Belén Lescano
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En los últimos años, a diferencia de las series de televisión que se emiten por canales de aire, e incluso las de cable, las ficciones surgidas del streaming comenzaron a poner el foco en colectivos que durante mucho tiempo habían sido invisibilizados u opacados. En este contexto llegó Transparent, la serie emblema sobre la diversidad sexual y la identidad de género creada por Jill Soloway y producida por Amazon, que con su cuarta temporada estrenada hace un mes, continúa rompiendo los estereotipos de la heteronorma a través de un foco feminista, y hablando de las cuestiones que pocos se interesan por tratar en profundidad.
La historia, protagonizada por Jeffrey Tambor en la piel de Mort/Maura Pfefferman, está inspirada en lo que vivió la creadora de la serie en la vida real: a los 74 años, su papá decidió que de una vez por todas dejaría de vestirse como hombre para pasar a vivir como realmente se sintió toda su vida, una mujer. A partir de esta decisión, tanto Jill en su vida personal, como Sarah (Amy Landecker), Josh (Jay Duplass) y Ali (Gaby Hoffmann) los hijos de Maura en la ficción, comienzan a replantearse su identidad y su sexualidad, al mismo tiempo que se cuestionan la naturalidad del género como algo binario.
La búsqueda de identidad como premisa
Transparent pertenece a un subgénero del traumedy dentro de la comedia dramática. Las series dentro de esta categoría tienen como características ser antropológicamente relevantes, emotivas, bingeables (maratoneables) por tener un estructura de diez episodios por temporada de media hora cada uno, llenas de insights (percepciones, entendimiento, conocimiento hacia el interior de las cosas), con personajes llenos de debilidades que no siempre resuelven sus conflictos a través del humor. Es una combinación entre trauma y comedia que especialmente Transparent sabe llevar a la perfección, porque transita momentos de tristeza y alegría que siempre tienen como fin último que generemos empatía con las historias de todos los personajes.

Las temporadas anteriores nos dejaron ver, a través de flashbacks, la trágica historia familiar de Maura, de su abuela, su madre y su tío desde que vivían en Israel hasta que llegaron a Estados Unidos, así como también las etapas de la vida de Maura: su infancia, cuando vestirse con la ropa de su mamá era más que un juego, su juventud, en la que conoce a Shelly (Judith Light), la madre de sus hijos, al mismo tiempo que, en secreto, acude a campamentos donde puede travestirse.
En esta nueva temporada, además del descubrimiento sexual, y del cambio que vemos hacer a Maura para, de a poco, verse más como ella quiere ser, nuevamente a través de flashbacks conocemos el dolor que le provocaba no poder actuar ni vestirse libremente por miedo a ser juzgada. Además, el personaje viaja a Israel para reencontrase con su creencia judía y seguir encontrando su identidad, cosa que sucede literalmente porque allí conoce a su padre y se entera de que no es la única trans de la familia.
El género como performance
Sarah: “¿Estás diciendo que comenzarás a vestir como una mujer todo el tiempo?”
Maura: “No cariño, toda mi vida me he vestido de hombre.”
Una de las primeras frases contundentes de la serie recupera la idea de la filósofa Judith Butler en su libro El género en disputa (1990), con respecto a que el género en realidad es una “construcción performativa”. Nada está dado naturalmente en nosotros que nos haga ser hombre, mujer o cualquier otra cosa, por lo que a diferencia del sexo que sí se da a partir de una diferencia anatómica binaria, el género es una actuación constante para uno mismo y para los demás. En esta línea se desarrolla toda la obra de Jill Soloway, porque realiza una deconstrucción permanente de todo aquello que consideramos “normal” y todo lo que queda por fuera, que no por eso es raro o enfermo.
En este sentido, y sobre todo en la temporada estreno, se hace explícito que Maura es transgénero en una escena muy particular en un cacheo del aeropuerto de Estados Unidos. Esto nos permite diferenciar tres conceptos que muchas veces se confunden. Transgénero (trans) es la expresión general para referirse a las personas cuya identidad y expresión de género se diferencia del sexo asignado al nacer. Maura se identifica con este término porque, si bien quiso operarse los genitales, no pudo hacerlo por cuestiones de salud. Por otro lado, la persona transexual es la que sí se sometió a una intervención quirúrgica para vivir como miembro del sexo que eligió, y el travesti es quien sólo se viste de mujer u hombre por placer sexual.
Male gaze vs. Female gaze
A partir de allí, Soloway se apropia de la “female gaze” (mirada femenina) en cuanto a la manera de construir ficción. Ya en 1975 la teórica de cine Laura Mulvey había esbozado en su texto Placer Visual y cine narrativo una descripción de la “male gaze” (mirada masculina) en el arte, como aquella que posiciona a las mujeres como objetos de deseo, siempre desde el punto de vista del hombre y que está conformado por tres momentos y sujetos en una especie de triángulo: la persona que está detrás de cámara, los personajes que se miran entre sí y el espectador que está del otro lado de la pantalla.
No hace falta buscar demasiado para darnos cuenta de que prácticamente todas las películas y series están realizadas a través del ojo de un hombre, para ser vistas por otro hombre. Incluso las que tienen “buenas intenciones”, por ignorar a las mujeres tanto adelante como detrás de cámara o por ponerlas a protagonizar películas de acción por ejemplo, en las que aparecen como la “salvadora”, la “elegida”, siempre usando ropa ajustada que marca sus curvas.
Por el contrario, la “female gaze”, en principio tiene como premisa que el cuerpo en la ficción se utilice como una herramienta no de objeto sexual, sino para comunicar sentimientos, a partir de lo que Soloway llama el “feeling seeing” (“sentir la situación”). El segundo momento es explicitar las miradas entre los personajes y la tercera, hacer notar que hay alguien mirando, lo cual se relaciona con el conocido test de Bechdel, que mide el mínimo de representación femenina en series y películas a partir de ciertas pautas: que haya al menos dos personajes femeninos, que tengan nombre y que hablen entre ellas por un minuto de algo que no sea un varón. En Transparent esto se cumple ampliamente, lo que la convierte en uno de los pocos relatos actuales que se inscriben dentro de la “Female gaze”.
Un personaje, un trauma
Cada integrante de la familia Pfefferman conforma una trama en sí mismo que, al estar desarrolladas en profundidad, no son eclipsadas por la línea principal de Maura. En el caso de Sarah, la hija mayor, su búsqueda de identidad se da por el lado del descubrimiento sexual, desde el lesbianismo, la bisexualidad, hasta conocerse poliamorosa. Ali, la menor, tiene una trama parecida a la de Maura, y quizás sea la que más se asemeja a Jill Soloway: se sumerge en los enfoques teóricos del género, el feminismo y en la cuarta temporada descubre que no se siente cómoda en su cuerpo de mujer, que no está conforme con lo que se espera de las mujeres en la sociedad patriarcal.
Josh es el hijo varón, con todo lo que eso implica. Es el exitoso, el mujeriego, el que asume la posición de privilegio, por ser hombre, blanco y heterosexual. Sin embargo, su historia se va complejizando cada vez más a medida que nos enteramos, y él mismo se da cuenta ya en la adultez, que la niñera que tuvo en su infancia, que se suponía debía cuidarlo, en realidad había abusado de él. ¿Por qué decimos que “se da cuenta”? Porque para él estaba naturalizado que esa relación tan especial que tenían era amor, pero al verlo a la distancia, era nada más ni nada menos que una mujer mayor de edad, forzando a un menor a tener relaciones sexuales. Esta trama conforma uno de los mayores secretos familiares y de los tantos reproches del hijo a sus padres, que conocían la situación y sin embargo, no hicieron nada para detenerla. “Una erección no significa consentimiento” probablemente sea la frase más relevante de la cuarta temporada, en relación a uno de los temas menos tratados en la ficción y más importantes para Transparent.
La línea argumental de Shelly, la madre de los chicos y ex esposa de Maura se construye como la más triste de todas, al reflejar una vida llena de inseguridades, secretos y un miedo profundo a quedarse sola. En este sentido, la casa de los Pffeferman tiene un valor emocional grandísimo porque allí se develan secretos, que aunque aún mantengan a la familia unida, hacen que la profecía que Davina (Alexandra Billings), una de las amigas trans de Maura, le dijo cuando estaba realizando su transición sobre que al final se iba a quedar sola, se cumpla.
Representación de la diversidad
Algunas de las series que se emitieron a principios del siglo XXI y se presentaron como representativas del colectivo LGTBI, por ejemplo Queer as Folk o The L World, si bien fueron las primeras en mostrar relaciones sexuales explícitas entre personas del mismo sexo, se concentraron en mostrar solo un tipo posible de homosexual, aquel que es funcional al mercado capitalista: el blanco, de clase alta, interesado por la moda, la estética y la cosmética, por lo que dejaba afuera a muchísimos otros que no se sentían identificados con este estereotipo.
Con la representación trans pasó algo similar. Ya desde los medios de comunicación en general históricamente solo las mujeres trans con ciertos rasgos eran las que aparecían en escena: las blancas, rubias, lindas y con un cuerpo voluptuoso, intentando borrar las huellas de la transición. Las demás eran asociadas a la prostitución, la droga, se las criminalizaba, o se las victimizaba. Sin embargo, en los últimos años esto se fue modificando, especialmente en la ficción serial.
No sólo en varias ficciones actuales se toca la temática trans, sino que por ejemplo, en series como Sense8 u Orange is the new black, y mismo en Transparent las actrices que representan al colectivo son trans en la vida real, lo cual habla también de la incorporación que se está produciendo para que ellas mismas cuenten sus historias. En su momento fue muy criticado que Jeffrey Tambor, un actor varón, sea el protagonista de una serie tan realista como Transparent, por ocupar el lugar que le correspondería a una actriz trans. Sin embargo, su actuación, así como el trabajo de guionistas trans para construir el personaje, dejaron las dudas de lado, aunque es un punto a tener en cuenta en próximas ficciones que toquen esta temática.

Por último, hay que destacar que el estreno de la cuarta temporada de Transparent, debe leerse en un contexto de total hostilidad e intolerancia hacia el colectivo LGTBI por parte del gobierno de Estados Unidos. Hace un par de meses, por ejemplo, el presidente Trump publicó en su cuenta personal de Twitter que prohibía el ingreso de las personas transgénero a las Fuerzas Armadas porque su presencia implicaba un alto costo médico y una “perturbación” para los demás. Si bien en Argentina existe una ley de Identidad de Género (la Ley 26.743) desde 2012, en la cual se “reconoce el derecho a tener la identidad sexual autopercibida en el documento nacional, así como el acceso a la atención sanitaria integral de personas trans”, aún se las sigue discriminando, incluso son las mujeres biológicas quienes muchas veces las desprecian (cosa que se problematiza en Transparent), se las excluye del mercado laboral, y hasta se las mata, sólo por ser trans.
Por eso es tan importante que hoy exista una serie como Transparent, que en última instancia logre el objetivo que Jill Soloway se planteó desde un principio: que a través de la ficción se pueda generar un ambiente más seguro y menos hostil para las personas trans, que puedan caminar por la calle, tomar un taxi, compartir un ascensor con extraños, cosas cotidianas que nos parecen normales y sin embargo, hay gente que no puede hacerlas con tranquilidad. Porque si bien los gays y lesbianas son los primeros en desafiar las normas impuestas socialmente, es el colectivo trans quien representa la forma más subversiva de romper con lo binario del género, de enseñarnos que a fin de cuentas no hay diferencia, sino diversidad.