Sueños, fotomontajes de mujeres que quieren algo más

El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires expone hasta el 1ro de Julio, una serie de imágenes de Grete Stern que ilustran los sueños de mujeres comunes de los años 40 que enviaban sus delirios oníricos a una revista del corazón, para entender un poco mejor qué era ese bichito nuevo de inquietud que les pinchaba desde adentro.

 Por Sabrina Campos @Sabrifields
Para @CorriendoLaVoz_ 

La suma de los factores sí afecta el producto

Existen factores que cuando se unen pueden generar un resultado único e inesperado en determinado tiempo y espacio. Pero, hubo una vez un sociólogo italiano llamado Gino Germani que emigro a la Argentina luego de haber estado preso por el régimen de Mussolini. Existió también una fotógrafa alemana –Grete Stern- quien se radicó al país por una combinación de amor (más tarde se casaría con el fotógrafo Horacio Coppola) y de necesidad de escapar de otro régimen totalitario, esta vez, el de Hitler.

 

 

En medio de ellos, la Revista Idilio; popular, típico semanario femenino de finales de los 40, cuyo público promedio eran las amas de casa y mujeres jóvenes que esperaban encontrarse con artículos sobre cómo quitar manchas, crucigramas del espectáculo, publicidades de cosméticos y demás. Por suerte, hay un “pero”. La última página del semanario incluía una sección atípica para la época –y sobre todo para el público al que apuntaba la publicación- titulada “El psicoanálisis la ayudará”. Allí llegaban las cartas de las lectoras que, entre preocupadas y víctimas de la opresión social, relataban en manuscritos con forma de diván, sus sueños más particulares. La introducción rezaba: “En esta sección queremos poner a sus alcances, en la medida en que lo permite el medio empleado, la ayuda que el psicoanálisis puede proporcionarle para resolver sus problemas. (…) Invitamos a todos los lectores y lectoras a escribirnos sin miedo, sin vacilaciones, pues sólo encontrarán humana comprensión y leal ayuda”.

Oíd el ruido de rotas cadenas

Hagamos un pequeño parate y contextualicemos en tiempo y espacio: se trata de Buenos Aires, a fines de los 40, principios de los 50. En medio de lo que Germani consideró un proceso de modificación familiar, producto del crecimiento poblacional de la capital, las inmigraciones internas y la coexistencia de varios tipos de familia, núcleo que luego de décadas había comenzado a abandonar su carácter de “numeroso”, por grupos familiares más reducidos. Pero aún más importante, si bien el patriarcado seguía siendo la monarquía institucional en casa, mientras que la mujer seguía relegada a una posición más pasiva de cuidado del hogar, la cantidad de mujeres que salían de sus corrales y se convertían en un asalariado más de la casa, crecía interesantemente.  En el marco de esa transición, sale a la calle Idilio, con Gino Germani en su contratapa, respondiendo bajo el seudónimo Richard Rest. A su lado, Stern, ácida, crítica, dueña de un cinismo empapado de calidad artística, retrataba con sus fotomontajes, los sueños de las lectoras apesadumbradas.
Sueños – La Muestra
De los 150 fotomontajes originales que se publicaron en Idilio, se conservan y exhiben 46 reproducciones que la misma Stern hiciera de los originales, en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba). Se trata de collages hechos a mano –procedimiento que se comenzó a utilizar en el país ya en los años 30s en ilustraciones políticas-. De esta forma, la fotógrafa podía conseguir mediante esta combinación, una representación más contundente de las representaciones oníricas de las lectoras.

Recorriendo la muestra, nos cruzamos con imágenes de mujeres oprimidas, atravesando momentos de crisis para lo que se entendía como el modelo de mujer de la época.
Hay mujeres haciendo equilibrio entre dos escaleras sin sostén, otra caminando por la cornisa de una chimenea. Otra, un tanto más específica, tocando un piano cuyas teclas son las de una máquina de escribir, enfrentando desde el escenario a un público de hombres y mujeres “convencionales” que la observan entre extrañados y burlones. Encontramos mujeres escapando, otras mirándose frente a un espejo que le devuelve demasiadas facetas de su misma cara. Pero vemos otras, un tanto más aliviadas, navegando en barcos de papel acercándose vaya uno a saber qué orilla, viniendo de quién sabe dónde.
Una damita, por ejemplo, parece estar cortejando ella misma, a un caballero que se asoma a la ventana de un balcón. Inaudito. Pasar las hojas de la revista Idilio, allá por los 40, era entonces casi como estar observando de a poco los cambios que se iban dando a nivel social, en tanto el papel que representaba la mujer y el que anhelaba representar. Las fotonovelas de las primeras páginas, nada tienen que ver con esas señoritas que corren en camisón al aire libre siendo observadas, juzgadas, por los anonadados transeúntes. La señora que se emocionaba por resolver el crucigrama de las estrellas, lejos estaba de aquella fémina que miraba con desdén a su pareja luciendo una enorme cabeza de tortuga (literal).
Cada imagen representa un quiebre, un paso evidenciado por Stern junto a Germani en textos y fotomontajes. “El psicoanálisis la ayudará” no era más que un espacio en el que las mujeres podían revelar esas ideas nuevas que no todas podían aceptar tener; y en el que encontraban cierta explicación y calma –por la palabra- de Germani y su teorización a través de una poco rigurosa utilización de la interpretación de los sueños de Sigmund Freud mezclada con cierta condescendencia por parte del sociólogo, pero además, se topaban de lleno con el insolencia maravillosamente artística de Stern, conceptualizando la transición pegando sobre la foto aquella mujer de los 40, recortes de los nuevos deseos, temores y anhelos de la mujer que estaba llegando a los 50.

La suma de los factores: Stern, Germani, Idilio, modofican el producto preconcebido de lo destinado a ser material femenino, mientras una suma de necesidades propias, rupturas sociales y personales, modifican a millones de mujeres que tal vez, decidieron abrir Idilio por la contratapa, para chequear si alguien más soñaba con barcos de papel que la llevaran a otra orilla.

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