Juan Agustin Maraggi
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Entre montañas, clanes y los pequeños pueblos estadounidenses, la cadena de televisión WGN América nos ofrece una serie que no nos va a revolucionar la cabeza, pero si se la mira con atención, pone en escena nuevamente un debate que nunca termina de cerrar.
Entre textos y palabras volcadas en libros, entre literatura y novelas, la palabra Outsider no nombra mucho, pero resulta una categoría que define la mayoría de los personajes existencialistas. Hombres y mujeres excluidos por decisión propia, y por incomprensión social. Personajes bohemios y característicos de un mundo que no puede andar, y de cabezas que no dejan de pensar. La literatura adopta un rol característico en obras de Sartre y Camus haciendo referencia a estos hombres y mujeres, trabajadores o personas de clase media con un gran intelecto y poca acción social.
Pero la literatura es así, es un momento, unas palabras y una definición; un estado, una descripción y un manifiesto. ¿Qué pasaría entonces si analizáramos el ‘Outsider’ desde una perspectiva un poco más arrojada a los grupos y la realidad? ¿Qué pasaría si entre espacios sociales diseñados por y para el capitalismo, y una individualización cada vez mayor existieran focos de resistencia históricos, hombres y mujeres que continúan viviendo con tradiciones propias y alejadas de las convenciones y normas socialmente aceptadas? De eso, y mucho más, trata ésta serie.
ALERTA DE SPOILER: BAJA
Outsiders es un drama que toma lugar en las montañas Appalachian de Kentucky. Entre vida montañesa y la crisis económica, un pequeño pueblo encuentra a su población dividida en dos. Por un lado tenemos aquellos que viven en la ciudad y se encuadran en las vivencias cotidianas que conocemos, por otro los ‘Outsiders’, encarnados por el Clan Farrel, una histórica familia que vive en las montañas desde tiempos ancestrales y maneja su propio modelo político y económico, viviendo con sus reglas y no acatando las normativas y los parámetros sociales que se encuentran debajo.
La convivencia se da de una forma relajada pero pendiente de un hilo, los Farrel no bajan y los ciudadanos no suben. Los primeros no creen en el dinero y las luces de la ciudad son un símbolo de la corrupción, los segundos, entre temor y experiencia creen que el Clan tiene derecho sobre las tierras y transcurren su vida en su pequeña urbe.
El sociólogo Howard Becker creó la ‘sociología de la desviación’. El autor define, básicamente, el ‘Outsider’ como aquel grupo social que no representa ni se encuentra definido por las normas sociales que se establecen a priori, ni por el grupo dominante, ni por la sociedad. Desde ésta perspectiva, ser marginal significa no sólo no aceptar estas reglas por las que se te juzga como un otro, sino rechazarlas.
Este es el caso del Clan Farrel, quien puede analizarse desde ésta perspectiva. Las familias Shay, McGiuntuk y Farrel habitan las montañas desde tiempos inmemorables. Lejos de la urbanización y el avance del mercado mantienen sus costumbres y leyes, su forma de comercio por medio del trueque y la autosuficiencia y la única autoridad a la que responden es a la de su líder (una matriarca en éste caso) que lleva el rótulo de Bren’in.
Ser Farrel, Shay o McGiuntuk es esencial en su modelo de producción y reproducción y portar el primer apellido es sinónimo de infundir temor, tanto arriba de la montaña como abajo. El Clan, con sus propios rituales de iniciación y su propia penalidad también tiene su propio léxico, una especie de inglés montañés que puede pasar inadvertido para quienes no presten mucha atención, pero que resulta muy bien llevado a la escena.
Para éstos, que no conocen lo que son las letras o la medicina tradicional occidental, todo lo que represente las luces y los edificios de la ciudad es sinónimo de corrupción y avaricia y sólo descienden a la ciudad a tomar elementos materiales que necesitan y no pueden producir inmediatamente.
El reparto está integrado por actores de larga trayectoria como David Morse (12 Monos, Dr House) y Ryan Hurst (¿cómo olvidarse de Opie de Sons Of Anarchy?) y también con nuevas promesas como Joe Anderson (que si bien tiene un recorrido, acá podemos verlo mucho más maduro y formado actoralmente) y sobre todo un Kylle Galner que pilotea su papel de una forma magistral.
Y bueno, hasta acá todo bien, cada uno vive bajo sus términos y condiciones, ¿cuál es el punto de inflexión? Podríamos resumirlo en una palabra, esa mágica categoría que esconde tantos conflictos; el Progreso.
Después de muchos años de sequía e inmersos en la crisis económica que azota Estados Unidos, una empresa carbonera vuelve a desembarcar en el pueblo, desembolsando una millonada en inversiones para la extracción. ¿El problema? Las montañas donde se encuentran los yacimientos son aquellas habitadas por los Farrel.
Una mañana como cualquiera, en un árbol, un integrante del Clan encuentra un papel abrochado que no podían leer; aviso de desalojo inminente de sus tierras. A su vez, la discusión se vuelve la agenda del pueblo, ¿cómo sacar a los Farrel de sus tierras? ¿Es posible hacerlo y en caso de poderse, se debe? El debate se vuelve fundamental y la línea argumental principal: el progreso vs la barbarie chocan, la industrialización contra las costumbres. La empresa carbonera está dispuesta a desalojar a la fuerza a los montañeses y, los ciudadanos – inmersos en la crisis económica estadounidense-, comienzan a pensar cómo aportar a eso en vísperas de la posibilidad de conseguir trabajo.
No vamos a adelantar mucho más, porque sería adentrarnos en lo que va sucediendo en los episodios pero si poner el eje en algunas pautas para mirar de otra manera esta serie. La civilización y la barbarie son el eje principal, pero lo interesante del desarrollo es: ¿qué sector beligerante es el civilizado y cuál el bárbaro? ¿Son los Farrel los bárbaros, o son las topadoras y el extractivismo indiscriminado? Y a su vez, ¿cómo llegan sectores de un pueblo tranquilo a ponerse contra un pueblo milenario en pos de su propio beneficio?
Además, vamos a poder encontrar debates filosóficos muy interesantes, Asa Farrel, es un retornado, un Farrel que escapó de la montaña y volvió a los diez años arrepentido. Ahora, si uno ya conoció ciertas normas, y conoció las otras, ¿qué es? ¿un híbrido? ¿Cuáles son las suyas?. A estas alturas, ni los de arriba lo ven como propio, ni los de abajo lo reconocen. La serie avanza, y con ella los conflictos y los intercambios culturales, el choque entre normas diferentes pero individuos que se perciben iguales comienza a ser preponderante y la sangre, la lucha y la pertenencia se hacen presentes en cada momento.
A su vez, el drama nos muestra cómo se gestan las luchas internas por el poder en un sistema social diverso al nuestro y hasta dónde pueden llegar y cómo es percibido – tanto de arriba, como de abajo – el intercambio cultural entre dos poblaciones tan diversas y, a la vez, tan similares.
En síntesis, no hablamos de una serie que aporte mucho de lo estético, ni que revolucione desde las formas, pero si estamos ante la presencia de una trama impregnada de debates filosóficos y sociológicos que son más que interesantes en búsqueda de la interpelación. Actualmente terminó la segunda temporada y la cadena WGN América – a pesar de ser el programa que más audiencia le otorgaba – decidió cancelarla para buscar llegar a un público más joven. Los estudios de Sony, sin embargo, quienes la producen no están muy de acuerdo con la decisión y buscan reubicar la serie en otra cadena. Si lo logran, podemos tener Clan Farrel por un tiempo más.