#SalaAlberdi A un año de la represión y en primera persona

Este miércoles se cumple un año de la represión y a raíz de ello quisimos recordar, para quienes no estuvieron, este hecho. Digo para los que no estuvieron porque quienes fuimos reprimidos será algo que no olvidaremos. Si! Inclusive para los medios porque tres colegas fueron heridos de bala de plomo.  Esta vez preferimos alejarnos de la nota tradicional y pedirle a un miembro de la Sala Alberdi que nos diga qué le viene a la cabeza a el, que fue parte de esos años de lucha. Por obvias razones no diremos el nombre. Vale el momento para invitarlos a seguir las novedades porque hoy hay cuatro procesados que serán llevados a juicio y eso no es un dato menor teniendo en cuenta que vivimos un momento en que la criminalización de la protesta social llegó al punto de tener a cuatro trabajadores condenados a perpetua.

@CorriendoLaVoz_

Esta semana se cumple un año de la represión al acampe por la Toma y Autogestión de la Sala Alberdi, represión que posibilitó el desalojo de la sala y el procesamiento de los cuatro compañeros que resistían en “el sexto”, los presos culturales. La fecha nos invita a recordar un hecho concreto, una escena nocturna plagada de gritos, uniformes, pasitos militares, balas de goma, piedras contra plomo, gases lacrimógenos y fuego. Sin dudas repudiar la violencia del Estado y al aparato policial se hace inevitable. Quizás el mejor repudio sea reivindicar aquello que la represión intentó silenciar.

Para eso, imaginemos en medio de la ciudad de Buenos Aires un lugar en el que no te cobran por mirar una película, escuchar una banda, ver una obra de teatro o tomar un taller; un lugar siempre abierto y siempre vivo. Imaginemos también que en ese lugar todos los conocimientos son valorados y que las personas aprenden y se enseñan entre sí. Imaginemos que entre todos decidimos lo mejor para este lugar y que por eso mismo lo cuidamos y nos cuidamos entre todos.  La Toma de la Sala Alberdi era algo bastante parecido a lo que imaginaríamos si creyéramos que un lugar así es posible.

En medio de la urbe porteña, una sala de teatro tomada fue tierra fértil durante más de dos años y medio de una experiencia autogestiva que no solamente proponía una alternativa a la hegemonía imperante sino que se le oponía. La Toma de la Sala Alberdi no fue una utopía libertaria sino una imposición de una lógica comunitaria del espacio público contrapuesta a la estatal. Si desde el Estado se plantea que lo público es meramente aquello por lo que no hay que pagar, la Toma de la Sala confluyó con otras experiencias de lo público como aquello que una comunidad toma en sus manos para decidir y autogestionar como sujetos activos y ya no como meros usuarios.

En la Toma de la Sala Alberdi hacíamos cultura contrahegemónica, lo cual implicaba no solamente dar o tomar talleres, organizar ciclos, producir, actuar, hacer música, escribir o pintar, sino comprender que para poder sostener todas esas actividades había que organizarse contra un proyecto privatizador que no se expresaba únicamente en la refuncionalización de una sala de teatro en el sexto piso, de un centro cultural cada vez más devenido en centro comercial, sino que también se corporizaba y avanzaba sobre la vivienda con la represión en Soldati, sobre el transporte con el aumento del subte, sobre los espacios públicos con la represión en el Parque Centenario, sobre la salud con la represión en el Hospital Borda, sobre la educación con el cierre de cursos y, ahora, las aulas conteiners. Y estos apenas ejemplos en la ciudad.

La Toma de la Sala Alberdi se volvía con el paso del tiempo un escollo para un proyecto urbanístico rentable y a la vez un problema político no solo para el gobierno de turno sino para las lógicas impuestas desde el Estado. Un teatro para los que no tienen teatro, resistiendo con autogestión y lucha, creciendo y generando comunidad, tardó poco en ser un objetivo a combatir por parte del gobierno macrista. Varios fueron los intentos de desalojar la sala: límites de horario,  policía, patovicas, patotas, burocracia sindical, amenazas, ejércitos de funcionarios, más policías con denuncias y más denuncias, demoliciones de pisos, rejas, compañerxs golpeados, desgaste, sabotajes, etc. Pero la Toma de la Sala Alberdi supo resistir a fuerza de cultura popular.

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Finalmente al gobierno no le quedó otra que aplicar la fuerza de la represión, que no se puede circunscribir a un solo día sino que consistió en un largo proceso de  amedrentamiento y desgaste para el que se valió de tácticas inhumanas basadas en el encierro y el aislamiento, sumadas a esto la criminalización, manipulación de información mediante los medios hegemónicos y, otra vez, la mano amiga del esclavo servil: la burocracia sindical. La resistencia se hizo fuerte y un acampe supo plantarse durante más de tres meses de un verano porteño intenso. Finalmente las balas se hicieron oír.

Casi tres años después de resistencia, de toma y autogestión, decidimos abandonar la sala porque priorizamos el bienestar de nuestros compañeros y seguir luchando todos juntos en la calle por el arte y la cultura popular. Ahora somos plaga y cada uno de nosotros tiene grabado en algún lugar del cuerpo una cicatriz que nos recuerda que aprendimos a organizar la rabia para defender la alegría. Algún día ese aprendizaje volverá a ser danza bajo la lluvia fértil.

“Nos fuimos porque así lo decidimos y volveremos cuando así lo decidamos”

(…)

Las ideas son a prueba de balas y es por eso que pese a que ya no existe esa sala de teatro, la sala sigue vive y está en las calles. Para seguir las novedades los invitamos a entrar a: https://www.facebook.com/lasalaalberdi

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