#Rita aportes para un feminismo estratégico

Compartir en Facebook
Compartir en Twitter
Revista Chocha

Revista Chocha

Revista cultural feminista. Para mujeres que van en el asiento del conductor. www.revistachocha.com
Revista Chocha

Latest posts by Revista Chocha (see all)

La serie Rita presenta a una maestra híper empoderada y autosuficiente pero sin amigas ni aliadas. ¿Cómo mirar una serie de 2012 después del avance vertiginoso del feminismo local en los últimos años? ¿Es posible ser feminista sin tejer alianzas con otras mujeres?

Por Agustina Colombo

Tal vez necesita una amiga

Los cinco años que separan el estreno de la serie Rita en Dinamarca en 2012 y su aparición en Argentina en 2017 -Netflix mediante-, marcan un abismo en los modos de decodificar una serie que trata sobre una maestra empoderada e independiente que pareciera que puede con todo, pero que no traba alianzas con otras mujeres. Uno de los motivos para ocurra esto es que esos cinco años resultaron claves en la expansión del feminismo local: en 2015 ocurrió la primera marcha de Ni una Menos; en 2016 el Día de la Mujer es plegado a un Paro Internacional de Mujeres; y más acá en el tiempo, en 2018 el feminismo impulsa no solo una nueva llegada del proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) al Congreso, sino que por primera vez representantes de diversos ámbitos exponen en el Congreso los motivos por los que debería ser sancionada. En 2018, además, varias representantes del movimiento llegan a Intrusos, en lo que puede ser leído como una de las jugadas más revolucionarias por lo impensado de llevar al feminismo a un programa de la tarde. Debido a este reciente crecimiento exponencial, resulta imposible no conferir a Rita cierto abordaje de género y reclamarle a la docente algunas cuestiones en cuanto al ejercicio de su feminismo.

¿Quién maneja el feministómetro?

Lo primero que se le puede objetar a Rita es que no tiene amigas. Muy segura de sí, sin resquemores sobre su sexualidad y sin la sensación de deberle explicaciones a nadie, esta heroína de clase media se las arregla sin una amiga durante demasiados episodios.

La misma persona que parece capaz de destrabar cualquier conflicto con niños, adolescentes o adultos, no aparenta necesitar tejer alianzas con otras mujeres. ¿Es Rita lo suficientemente feminista? ¿El feminismo es cuantificable? ¿Alcanza con que una mujer ocupe un lugar en el espacio público si en ese recorrido no se une a otras mujeres para alcanzar, cada una, su deseo? En el libro ¿El futuro es feminista?, Florencia Angilletta retoma a Luisa Muraro para postular que “no se puede ser feminista sin abrazar antes a la madre, a la suegra y a las amigas”. En relación a esto, uno de los planteos más revolucionarios del feminismo es justamente el de desarmar la idea patriarcal de las otras como competencia, para pensarlas como aliadas. “Yo sí te creo” fue el lema que se extendió en distintos países y que cobró aún más fuerza en las últimas semanas como forma de repudio al fallo de la justicia española en un caso de violación múltiple. #MeToo reunió en redes sociales a aquellas que comenzaron a denunciar al productor de cine Harvey Weinstein –recientemente detenido– y luego su uso se expandió hacia todas aquellas que quisieran denunciar acoso sexual. #YesAllWomen agrupó a muchas mujeres que empezaron a mostrar que también habían sido víctimas de diversas violencias de género. Lo que el patriarcado siempre se encargó de desunir, el feminismo empieza a aunar: no estás sola en esto, otras mujeres te creemos porque lo sufrimos y porque sabemos que es perfectamente posible que algo así haya pasado dentro de una estructura patriarcal.

Si bien el feminismo tiene muchos debates internos, uno de sus aportes más radicales y definitivos es haber comenzado a desterrar esta idea de la otra como potencialmente enemiga. Si necesariamente la otra se convierte en oponente, jamás podré aliarme a ella. Angilletta retoma a Carole Pateman para demostrar cómo el sistema patriarcal distribuye a las mujeres democráticamente entre varones. Y nosotras, educadas en un sistema patriarcal, tenemos que competir con el resto para ser las elegidas por ese varón y apartar a la otra del camino. Pero Rita, en principio, parece no asociarse con otras, es decir, aparenta reproducir esa estructura patriarcal más allá de convertirse en mujer autosuficiente: tiene una nula relación con su nuera y madre de su nieto -solo se ofrece a ayudarla con el bebé para darle una lección a una alumna-; cuando aparece su madre se reaviva un conflicto del pasado que ninguna logra salvar -aunque la hija de Rita se acerca a su abuela en una elipsis vincular que podría considerarse de feminismo sin marco teórico-; Helle, su compañera de trabajo y principal enemiga dentro de la escuela se acuesta con su novio y luego se pone en pareja con él; Hjordis, que podría ser considerada su aliada dentro y fuera de la escuela, no es reconocida por Rita como una amiga sino muy hacia el final de la serie y con Lea, su amiga del alma de la secundaria, estuvo distanciada durante décadas por una pelea que involucraba, sorprendentemente, a un varón. ¿El feminismo debería juzgarse cuantitativamente? ¿Conviene tejer alianzas con otras mujeres de manera exponencial, o es mejor que los vínculos sean cualitativamente fructíferos en el camino hacia las conquistas de género? ¿Es suficiente tener alianzas estratégicas o se trata, además, de no condenar a la que opera de un modo que se aleja de lo que cada una entiende por feminista?

En la cuarta y última temporada, Rita se acerca a la casa de un alumno que cursa la primaria y se encuentra con que la madre de aquél es médica militar y pasa seis semanas en Afganistán varias veces al año. Rita la cuestiona por abandonar a su hijo tan seguido y durante tantos días, pero la mujer le explica que el niño queda al cuidado de su padre y sus abuelos. Rita insiste con que podría dejar eso para cuando el chico sea mayor y no ahora que tiene siete años, a lo que la mujer responde que lo que hace no es un hobbie sino un trabajo, y le pide que no la haga sentir aún más culpable. Hacia el final del capítulo Rita le pide disculpas por haber opinado sobre cómo hacer su trabajo y sobre cómo ser madre, en un gesto que definitivamente debe ser leído como empático: yo no lo habría hecho así, pero quién soy yo para opinar. Es un encuentro fugaz, pero que puede decodificarse en clave de alianza feminista: ya bastante culpa siente una mujer por no cumplir con lo que el sistema patriarcal espera de ella como para que venga otra a profundizar esa opresión.

No solo se trata de aceptar a la otra, sino que el camino que abre el feminismo hacia la igualdad reclama necesariamente que para que una mujer se libere de la opresión debe hacerlo en función del colectivo, es decir, ganar un lugar de poder no es suficiente si no habilita a que otras también accedan a los beneficios del movimiento. En esta línea, Mercedes D’Alessandro sostiene en el mismo libro que “no se puede romper techos de cristal si no nos despegamos de los pisos pegajosos que retienen a la mayor parte de las mujeres en trabajos mal pagos, informales, sin posibilidades de crecimiento, en la pobreza” (p 68). El ejercicio del feminismo puede medirse en números y también en calidad: si solo unas logran librarse de la opresión, entonces la liberación no es completa para ninguna.

Transformación

El crecimiento en el feminismo cualitativo de Rita llega con la última temporada -estrenada en 2016, más cerca en el tiempo de los debates actuales-, que se estructura en función del vínculo de amistad de la adolescencia de Rita y Lea. A lo largo de ocho capítulos se ve cómo llegan a ser mejores amigas a los quince años y el momento de quiebre de la relación, en un ida y vuelta con el presente en el que la adultez funciona como aglutinante de ese entramado. En la adolescencia, el desmembramiento del vínculo entre ambas se da por un triángulo amoroso que involucra a un varón en discordia. En sus cuarentas, Rita y Lea se perdonan por el pasado y, lo que podría parecer un nuevo triángulo que amenaza con volver a separarlas, se desarma antes de siquiera empezar. Esto muestra que el núcleo del feminismo está plantado, en la vida adulta las amigas empiezan a reconocer este enlace estratégico. Rita y Lea vuelven a alejarse, pero esta vez porque cada una elige escuchar su deseo profesional y de vida. La alianza es de apoyo mutuo y de alivianarse la carga entre ambas. Además, en ese acompañarse también aparece la figura de la amiga que a veces entiende más que una misma, como cuando al final de la serie Hjordis rescata a Rita de ella misma y de la culpa autoinfligida. Algo así como pensar al feminismo en términos de sacarle el peso de la opresión patriarcal y de competencia eterna a la otra: está bien si tu feminismo no es igual al mío, está bien si querés dejar a tus hijos y viajar por meses para cumplir tu deseo profesional, estás linda así como estás.

Comenta

Print Friendly, PDF & Email