Micromachismos. ¿Cómo calan en los roles de géneros?

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Tatiana Scorciapino

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Redactora at Corriendo La Voz
Abogada en curso. Feminazi, bruja y abortera.
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El concepto de micromachismo, hoy impuesto en la sociedad por su importancia a la hora de analizar ciertos comportamientos que conducen a conceptos más macro, no deja de ser una cuestión nueva y que mucha gente aún no termina de comprender o de definir. Analizamos: ¿qué son los micromachismos? ¿Qué implican?

Está ahí. Tan presente, tan aceptado, tan impune. Tan insertado que muchos (y muchas) no llegan a notar que lo llevan dentro, aferrado con tanta saña que hasta pareciese imposible que logren extirparlo de una vez por todas.

Baños de hombres sin cambiador para bebés; pagar menos en los boliches si sos mujer; uniforme con pollera para ellas y pantalón para ellos; rosa para nenas, celeste para nenes.

Cuando seas grande vas a ser fuerte, como papá y linda, como mamá”; “Sé más femenina, así no se comporta una mujer”; “¿cómo pretendés que no te toquen? Si salís mostrando todo”; “qué indeciso, pareces una mina”; “¿y el novio para cuándo?”.

Todas las mencionadas son situaciones y frases cotidianas, padecidas únicamente por mujeres, o perpetuadoras de los estereotipos y roles de géneros. La desigualdad se genera bajo el poder de un sistema retrógrado, machista y patriarcal que avala al hombre a creerse superior ante cualquier circunstancia.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de micromachismo?

Nos referimos a micromachismos cuando hablamos de comportamientos machistas, sutiles (en algunos casos) y cotidianos. Frases, acciones y pensamientos socialmente aceptados que reflejan las condiciones de superioridad social que tiene el varón por sobre la mujer. Cabe destacar que no son sólo ejercidos por hombres, sino que, lamentablemente, son muchas las mujeres que también mantienen estos comportamientos.

Se ejecuta impunemente, pasa desapercibido, es cotidiano y culturalmente aceptado. Pero nosotras ya no nos callamos más.

Pequeñas grandes luchas

PH Tatiana Scorciapino

El pasado 13 de noviembre en la entrada de la Biblioteca Alberdi en Neuquén, la Subsecretaría de Mujeres disparó la campaña “Piedra Libre al Macho”. Con frases pegadas en la vereda que escuchamos cotidianamente en la calle como “¿Por qué tan seria?” o pedidos de cese de acoso del tipo “No me llames MAMI, no me llames MUÑECA, no me llames NENA“, las promotoras de esta campaña buscaron – buscan – que se tome conciencia sobre las aberraciones que tenemos que vivir día a día las mujeres y así lograr que dejen de ser reproducidas para poder vivir y transitar la calle en paz.

La campaña está dirigida a los hombres que “piropean” y acosan mujeres en la vía pública, exponiendo a su víctima a sentirse como un objeto que cualquiera puede halagar e incomodar.

Los micromachismos tienen una subjetividad de agresión a las mujeres. Si bien hay un proyecto de ley, la idea es ponerlo a consideración de la ciudadanía y trabajarlo hacia adentro. Esto, que parece inocente, naturaliza toda la violencia contra las mujeres señaló la subsecretaria de la mujer, Patricia Maistegui.

Luis Bonino es un psicoterapeuta que desde los años 80’s se encarga de abordar las problemáticas entre varones y mujeres en base a las diferencias sociales y culturales planteadas. En su libro Micromachismos: la violencia en la pareja´ señala: “ser varón supone tener el derecho a ser individuo pleno con todos sus derechos (y derecho a ejercerlos). La cultura niega ese derecho a las mujeres. Así los varones quedan ubicados como superiores y, por creerse superiores, es que sienten que tienen derecho a tomar decisiones o a expresar exigencias a las que las mujeres deben sentirse obligadas. Es decir, ejercer poder de control y dominio sobre ellas, quienes quedan en lugar subordinado”.

A la mujer se le dispone (e impone) el pseudo poder del afecto, el cuidado estético y la maternidad, como si sólo esos fuesen nuestros atributos y nuestro sentido en esta vida. Esto se manifiesta bajo la atenta mirada de una sociedad machista que decreta que hay que ser femenina, respetar a la autoridad de la casa (el hombre, claro está), ser madre, dedicarse a criar a sus hijos, que sean extremadamente educados y mantener la armonía en el hogar, para poder ser una íntegra mujer admirada por la misma sociedad que impone estos comportamientos para perpetuar un rol de constante sumisión, y no espera las mismas conductas del hombre, al que todo se le está perdonado por el simple hecho de ser varón.

Ellos no tienen que ser femeninos, estar depilados, maquillados, bien vestidos, ser padres, criar a sus hijos. No tienen que cumplir esos estigmas, porque somos nosotras a las que nos obligan a hacerlo, al menos social y culturalmente. La maternalización de la mujer es el caso más común de machismo: la capacidad de gestar no debería determinar la obligatoriedad de hacerlo. Ser “delicada”, “femenina” y estar “arreglada” no te convierte en una buena mujer y no estarlo no te conviene en una mujer despreciable, mucho menos en un hombre. Únicamente se va lograr la igualdad de género, cuando el hombre reconozca y transforme estas actitudes y cuando la mujer deje de aceptarlas, cabizbaja. Debemos tener los mismos derechos que el hombre para vivir nuestra vida plena y como nosotras deseemos: siendo o no rebeldes, teniendo o no novio/a, siendo o no madres.

Rompamos las reglas, seamos felices, seamos las mujeres que esta sociedad desprecia.

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