María del mar Rodríguez
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La niebla inundaba las calles de la ciudad de Mar Del Plata. Apenas se podían diferenciar los carteles, ese sábado cuatro de agosto. Pero en la Plaza España, un color verde profundo resaltaba entre tanta nebulosa. Ojos brillantes, mujeres con ropa de colores bailando murga, caras pintadas, tambores haciendo ruido para apagar el frío. Todo era fuego, sonrisa, abrazo, en esa tarde donde se realizaba el festival del pañuelazo, por el Aborto Legal, libre, y gratuito en la plaza ubicada en Libertad y la costa.
Las clases de murga fueron los primeros sonidos en la tarde. Mujeres guerreras encontradas en la calle y en el dolor, ahora estaban ahí, pegándole al bombo con la cara llena de colores y sonrisas. Después llegó el turno de Panal Reggae, una banda donde una mujer bailaba libre con las melodías y su voz, transmitiéndonos en esas letras las ganas, la chispa.
La niebla se hacía cada vez más espesa. El color verde, aún así, no se disolvía. Estaban todas, todos, haciéndolo resistir ante estos climas marplatenses que nos quieren adentro.
Fue entonces cuando, entre ese gris que habitaba en el aire, llegaron unas mujeres vestidas de colores y de lucha a terminar de echar la frialdad marplatense: La murga La Gorda Nelly.
Con una mujer adelante que las acompañaba en sus voces, una fila de mujeres con canciones en los ojos y baile en las manos nos batían la posta. Atrás de ellas, como latidos, la percusión de sus compañeras se hacía sentir.
Verde se hacía la niebla. Las voces de ellas se volvían una. Como la del movimiento de mujeres, de la rabia, somos un grito.
Y se agarraban las manos con fuerza, entereza, ante la potencia de la letra que iba a venir: “llegar vivas a casa”. Después se las soltaban, se iban para atrás, y volvían al micrófono todas juntas a ser otra vez una voz, para tener la fuerza de contarnos lo injusto, lo que nos duele, pero transformándolo en melodía, en murga, y juntas. Porque todo lo que se hace juntas es más liviano.
Las voces se iban turnando, una se manifestaba con su canto y su voz, y las otras estaban presentes, a su lado, con su mirada y sus cuerpos.
Y para cerrar, abrazaron los corazones presentes como un soplo más a esa niebla con “No me olvides”, de Gilda.
– ¿Por qué y para qué la murga?
Melisa: La murga porque es un género que nos gusta mucho, desde que empezamos a armarla que éramos cuatro o cinco. En ese momento fue armarla de mujeres porque nos pareció también una manera de militar desde la música, desde el arte. Empezamos a juntarnos y a darle forma al porqué de una banda de mujeres. Porque no era porque sí. Y a partir de ahí empezamos a comprometernos más y a darnos cuenta que estábamos también para militar por los derechos de las mujeres.
¿Hace cuánto están juntas?
– En octubre se cumplen tres años de que se formó la murga. Pero de esos tres años será como un año y medio que estamos en esta formación.
Todas sus canciones, las que eligieron y las propias, tienen un contenido muy claro…
Melisa: Fue mucho material que fuimos encontrando. Primero mucho de murga uruguaya. Canciones que íbamos escuchando y que nos gustaban, las elegíamos para hacer nuestras versiones. Además tenemos a Vero, que es la letrista, que hace unas canciones muy lindas y que ella traía y nos las cantaba. Ella las trajo a la murga para que hagamos lo que queramos (ríe).
– ¿Trajiste las canciones directamente para la murga o ya las tenías?
Verónica: Son para la murga. Por ejemplo la letra “Niña Murguista” que es una de las que hacemos al final es para la murga. Con toda la influencia de cantar con las chicas, la canción me salió sola.
Una murga de mujeres, ¿marca la diferencia en este ambiente?
Melisa: Si. Eso es también como un desafío y una forma de plantearnos esto de que las mujeres también podemos, nos empoderamos, y hacemos otras cosas que antes eran de hombres como en Uruguay, que la murga era de hombres. Hace unos 15 años que hay murgas mixtas pero son las menos, y hay murgas de mujeres allá pero son dos o tres y no son las que más están en el carnaval de allá. Agarrar un género que era de hombres fue un gran desafío.
– ¿Cómo es dedicarse a esto en una ciudad como Mar Del Plata?
Melisa: La murga es cooperativa, es autogestionada, todo lo que hacemos lo hacemos por la murga. No recibimos nunca nada de nadie. Hicimos Tablados en conjunto con las otras murgas, hemos pedido a Cultura de acá y nunca recibimos nada. Pero bueno, igual hacemos eventos y cosas para autogestionarnos y seguir.
Verónica: Lo que sí, la gente siempre apoya un montón. Como apoya esta movida de hoy, apoya mucho a las murgas de acá entonces las veces que hemos organizado tablado hemos recibido una respuesta re linda de la gente. Desde ese lado, nos sostenemos un montón.
-Estar en una fecha como hoy, próxima al 8 de agosto, ¿cómo la están atravesando?
Melisa: Está buenísimo. Nos pasó cuando tocamos en el 8 de marzo, fue muy movilizante porque estar ahí es donde más nos gusta estar: apoyando esta lucha que es nuestra y que es de las mujeres está zarpado.
¿El 8 de marzo fue el primer evento de este estilo en el que estuvieron?
Verónica: Si. Fue muy intenso. Creo que a todas les pasó. Desde arriba (tocaron en el monumento San Martín) se veía a toda la gente tan conmocionada, era una mezcla de explotar de alegría por momentos y otros todo lo que implica la lucha de la mujer, que también trae tristeza, trae un montón de cosas. Así que trae una contradicción de emociones muy fuerte.
Melisa: Y es muy zarpado lo que aprendemos juntas. Cuando empezamos, algunas chicas ya militaban en movimientos feministas, otras nada que ver, y cada una tenemos una postura diferente. Aprendimos un montón de eso, y llegamos a la conclusión de que tenemos que apoyar nuestra lucha, pero con todas las diferencias.
No sólo con la voz:
Para manifestarse no sólo se usa el grito y la palabra. El ritmo, la danza, también. Como “Las Durgas” que vinieron después haciéndose escuchar con sus manos, con sus cuerpos que anteceden a la canción, despertando aún más los cuerpos que atardecen, con su música Afro.
Pero la fuerza en el ritmo siguió. Con las “tamboras” que caminaban percutiendo desde un costadito de ese escenario de cemento, que marcaban a vivas, vivas voces: “Si los tambores han sido silenciados, ni te cuento las tamboras”.
Se fueron del cemento, tamborearon en el pasto, mezclándose entre la poca niebla, entre esas personas que estuvieron hasta el final. Se mezclaron los colores, los pasos, el baile. Como invocando un derecho, un derecho, para este 8 de agosto, de seguir vivas.