Gabriela Krause
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Un programa de televisión, un conductor, una consigna y un invitado sentenciando que la marihuana no es para los pobres.
La consigna es simple. El fin de la misma es saber quiénes de los participantes apoyan la premisa. Queremos saber si los presentes consideran a la marihuana una droga peligrosa o no. Obviando la premisa, que ya establece como una droga a la marihuana desde el enunciado, nos decidimos a cuestionar la respuesta que más eco generó, la de Pedro “Piter” Robledo (dirigente de la Juventud PRO) y la de su no tan distinto comensal, Facundo Moyano (Dirigente Peronista).
Abre el juego Andy Kusnetzoff, conductor del programa televisivo: “avancen por favor al punto de encuentro los que crean que la marihuana no es una droga peligrosa”. Avanzan, al menos en principio, cuatro de los invitados: la cantante Miss Bolivia, el ya mencionado, “Piter” Robledo, el actor Benjamín Vicuña y la modelo Ivana Nadal. Quedan dos rezagados. Se pide profundización y Vicuña comienza su relato hablando sobre la demonización de la marihuana como puerta de entradas a otras drogas y de su lejanía de ser una droga dura. Es el turno del joven dirigente macrista: “Yo creo que estos temas no se pueden poner en blanco y negro. Me parece que una cosa es el fin recreativo que capaz puede tener un pibe o una piba que tiene una condición de clase media, que tiene un laburo, que puede ir a la escuela o a la facultad, y otra cosa es lo que pasa en barrios de extrema vulnerabilidad”. Así daba el puntapié Piter a un debate más profundo. Kusnetzoff, sin divorciarse de su habitual tibieza: punza, o bien así lo intenta: ¿Por qué sentís que esto cambia en los barrios de extrema vulnerabilidad”?, indaga el conductor, a lo que Robledo responde: “es muy importante no solamente para el alcohol tener un proyecto de vida. Si uno se mete en las drogas y no tenés (sic) un proyecto de vida podés entrar en un camino que es peligroso para la salud, para el espíritu, pero creo que de vuelta no es un tema ni blanco ni negro”.
Así de liviano es el inicio. Prometen continuar hablando después sobre la problemática pero el joven peronista, Facundo Moyano, que se había quedado fuera del punto de encuentro, avanza para decir que “un poco coincidía con lo que Piter decía” agregando: “hay realidades diferentes. Si no tenemos un sistema de salud que pueda contener a los jóvenes que utilizan la marihuana para salir de una realidad de preocupaciones, de precarización, me parece que no lo podemos poner en la misma balanza que los que toman por recreación”.
Termina esta especie de juego y pasan todos a la mesa. Una mesa que tiene como fin polemizar más que alimentarse. Parecida a la de Mirtha en las formas… y en los debates. La competencia de Mirtha es otra Mirtha pero más joven, más masculina y, según dice, más ‘progre’: Andy Kusnetzoff, quien advierte desde el principio, que quiere a ver a “Piter” y a Facundo pelear.
Mientras pienso que no puede ser tan malo, me impongo la tarea de verlo completo y preparo un borrador sobre el disparador, con los dichos de Piter y de Facundo que, de tan empáticos entre si, me empiezan a preocupar.
Lo primero que me llama la atención es que las respuestas se van por las ramas cuando la pregunta es más bien simple. Ni siquiera se ha preguntado si se está a favor o en contra, sino simplemente si se cree que es peligrosa o no. Eso se puede responder con datos, con información. Pero aquí los políticos deciden darle un giro social. Uno desafortunado.
No todo es blanco o negro
Como bien dice Piter, no todo se puede poner en blanco o en negro. Entonces, no se entiende bien por qué insiste en dividir en dos a los sectores sociales y establecer que el uso recreativo de la marihuana está bien de un lado o está mal del otro. Si para Piter la marihuana es un beneficio que está reservado a los blancos. ¿Por qué insiste en la idea de la paleta de colores?
Las dos respuestas, muy parecidas entre ellas, establecen que, por un lado, la marihuana es más peligrosa cuando la consumen los pobres. Pero también establece que los pobres no tienen un proyecto de vida, parecen casi promulgar que no tienen expectativa de tal cosa. La demonización de la marihuana pasa a ser una cuestión menor cuando te acercás y ponés foco en el discurso de Facundo y de Pedro y entendés que lo que están haciendo es demonizar a los pobres.
No todo es blanco y negro. Es decir: no todos los pobres fuman marihuana; no todos los pobres carecen de proyectos; no todos los clase media acomodada tienen proyectos de vida sólidos ni pretenden tenerlos.
Parece que la meritocracia se infiltró incluso entre los vicios de la gente normal. Parece que no todos tenemos, ahora, el mismo derecho de consumir marihuana, es decir, si yo, clase media, me fumo un porro, me tiro a escuchar música, elijo cómo pasar mi tiempo muerto, vaya y pase, pero un pobre… Un pobre, ¿qué? En los barrios se gestan cosas. En los barrios se siente, se vive. Moyano establece que hay que “contener en materia sanitaria a los pibes que fuman porque quieren olvidarse de preocupaciones”, como si la capacidad de preocuparse fuera social, como si no tuviera preocupaciones el pibe de veintipico de clase media al que no le falta el pan. ¿Cuáles son las preocupaciones que debemos contener? ¿Por qué damos por supuesto que el pibe del barrio quiere contener algo de eso y el pibe de clase sólo busca recrearse, es decir, divertirse?
La marihuana no es peligrosa y un pibe, rico o pobre, fumándose un porro, no se vuelve letal. Hay que divorciar a ese porro de las drogas duras, pero sobre todo hay que divorciar a los pobres del concepto de maldad. Es preocupante, discursivamente, que dirigentes que se acercan a la juventud establezcan que un porro empuñado en la mano de un pobre puede poner en peligro a alguien. El peligro está en los de arriba, quienes empuñan las drogas duras contra los pobres y se fuman un porro en silencio mientras los ven reaccionar.
Si desde las bases políticas – y sobre todo desde la juventud, es decir, el futuro de esas bases – piensan así, ¿cómo vamos a lograr un debate profundo, que permita el avance hacia una ley que busque despenalizar, legalizar y regular el consumo y el cultivo de una planta que, en profundidad, no sólo no es peligrosa, sino que genera beneficios a consumidores que la necesitan? Si los jóvenes de los partidos gobernantes creen que el consumo es una cuestión social, que la marihuana es un arma peligrosa en ciertas manos, ¿cómo vamos a acercar ese debate profundo al grueso de la sociedad?
No todo es blanco y negro, Piter. No se puede meter a todas las drogas en la misma bolsa. No se puede meter a todas las personas en la misma bolsa. No se puede establecer que una planta, algo que nos afecta a todos por igual, es bueno para todos y malo para algunos.
Y esto último se lo digo a la pantalla, mientras los chicos se sacan una selfie con Andy. El programa lo vi entero. Pero el debate profundo que prometieron de la marihuana nunca llegó…