Luis Alberto Quesada, con la pluma y el fusil.

Difícil encontrar alguna de sus obras en los anaqueles de las grandes librerías modernas. Aún más difícil es escuchar su nombre es las tertulias donde la poesía es el tema central. Sus libros no son publicados por grandes editoriales, que con la ayuda de la publicidad y el marketing, imponen al lector lo que se debe leer. Bien lejos de todo el circuito cultural comercial, pero no por eso cerca del circuito alternativo o contracultural, los cuentos y la poesía de Luis Alberto Quesada, tienen una riqueza incalculable.

Por Facundo Garcia Tarsia para @Corriendolavoz_


Su obra no esta marcada por la perfección semántica, ni por una prosa magnífica; su obra esta signada por dos elementos mucho más puros: la vida y la lucha. Resulta imposible separar su biografía, de su obra. Ni el más talentoso lingüista, podría darse el lujo de leer sus cuentos sin leer su biografía. Ni el más conspicuo analista poético podría comprender el valor y la profundidad de su poesía, sin introducirse en la historia de este poeta. Por este motivo, me veo en la obligación de poner al lector en contacto con algunos de los elementos más importantes de su vida.

Luis Alberto Quesada, nació el 22 de agosto de 1919, en el sur del conurbano bonaerense, más precisamente en el barrio de Lomas de Zamora. Cuando él era solo un niño, su familia decide trasladarse a España. Mirando este hecho casi noventa años después, puedo afirmar sin lugar a equívocos, que la migración a España cambió su vida para siempre.

Cuando él tenía dieciséis años, la guerra civil estalla en España. Por un lado estaban los fascistas, liderados por Francisco Franco; por el otro, los republicanos. Quesada no vacila y en plena adolescencia decide enlistarse en las tropas republicanas. Quería defender la libertad y ponerle un freno al fascismo, aún a riesgo de perder su joven vida. Su tarea en el frente es muy buena, y al cabo de un tiempo se convierte en el comisario de Brigada más joven de toda España. Una vez derrotada la heroica resistencia republicana, Luis Alberto va hacia a Francia, con una división a su cargo. Semejante responsabilidad cargaba en su espalda, este joven de tan solo 19 años. En la tierra de Proudhon, Quesada es enviado a varios campos de concentración. Primero a Le Tech, luego a Barcarés, de ahí a Saint Cyprien y por último es trasladado al campo de Gurs. Posteriormente, una vez comenzada la segunda guerra mundial, es enviado a la Línea Maginot, en la frontera belga. Las tropas alemanas logran avanzar por sobre esas defensas francesas y Quesada se ve obligado a ir al sur de Francia. En Burdeos, empieza a organizar una resistencia anti nazi, lo que le vale que la GESTAPO –la policía secreta alemana, en tiempos del nazismo- lo persiga. Su situación en Francia era desesperante, por lo que decide regresar a España, para continuar en la lucha contra el fascismo. Lamentablemente, en España es detenido a los pocos meses, y el presidio será su lugar por 17 largos años. Como es de imaginarse en estos abominables lugares creados por el hombre, Luis Alberto sufre torturas, golpizas y pésimos tratos. La crueldad llevada hasta límites inimaginables, se confunde con el horror en las cárceles fascistas.

Algunas de sus obras, Quesada las escribió en los pequeños momentos que existen entre combate y combate, otras las escribió durante su inhumana estadía en la cárcel; y otras, ya de regreso con su familia. Donde quiera que los haya escrito, los versos del poeta argentino-español anhelan un mundo mejor, un mundo donde brillen la libertad y la igualdad.

Actualmente, Luis Alberto Quesada tiene noventa y cuatro años de edad. La muerte todavía no pudo con su vida; en reiteradas ocasiones parecía que ésta lo acorralaba, pero el poeta, luchador infatigable, siempre se las ingenió para esquivarla.

Igualmente, como es natural, ya llegará la hora donde ese peregrino lento pero constante, denominado tiempo, le ponga fin a la vida de Luis Alberto. Su corazón dejará de latir, pero su ejemplo de lucha y su poesía –resultado directo de la primera- perdurarán. Morirá el hombre, vivirá el poeta; porque como escribió el propio Quesada, a treinta años de la muerte de García Lorca, “los poetas no mueren. Si lo son, se levantan por encima de muros, de tumbas y de balas”.

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