Blas Martin
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Los Rusos Hijos de Puta, desde su nombre, sus letras y sus perfomances en vivo, podría ser catalogada como una banda excéntrica. Adentrarse en su música y su actualidad es descubrir un mundo más vasto que una simple pose. En ocasión de la celebración y la primera escucha exclusiva de su nuevo trabajo discográfico, conversamos con Florencia Mazzone, baterista del grupo.
Nos vamos a morir de hacer estrategias de amor es el nombre del nuevo disco de Los Rusos Hijos de Puta, banda que sacude el under en cada presentación y cada trabajo. En 2013 publicaron Hola, un EP de seis temas, y en 2015 entregaron La rabia que sentimos es el Amor que nos quitan, su primer larga duración. Identificada como referente del punk dentro de la escena under actual, la banda nunca se acomodó dentro de los límites de ningún género: sus trabajos ofrecen una variedad de sonidos mayor a la que podemos adjudicar a un disco de punk.
“Estaba muy nerviosa, más que para tocar”, admitió Florencia Mazzone, batería y coros de Los rusos. El resto de la banda (Luludot Viento, Santiago Mazzanti y Julián Desbats) daba notas, brindaba o descansaba de ese raid. Acababa de terminar la primera escucha del nuevo disco en una sesión exclusiva para prensa y amigues. “¡Aparte está mi cara gigante en todos lados!”, ilustró mientras señalaba los banners y la proyección en el escenario de la tapa del disco, donde se la puede ver entre sombras con su rostro pintado de colores. Aprovechamos la ocasión para conversar sobre el nuevo trabajo y el momento actual que están viviendo como grupo.
– ¿Con qué nos vamos a encontrar en Nos vamos a morir de hacer estrategias de amor?
– Nos vamos a encontrar en principio con nosotres. Con nosotres hoy, ahora. Los de hoy no somos los de antes, y en ese proceso de reencontrarse, de reenamorarse, de transformarse también hay nuevas búsquedas sonoras. Hay algo que nos empezó a pasar: nos dimos cuenta que en los temas que estaban apareciendo había otra cosa que estaba sucediendo. Y en esa rareza, que al principio no podíamos identificar, apareció Guille Beresñak, que es un productor del re carajo y un ser humano hermoso. Nos dio una brújula re zarpada, tiró un montón de magia. Guille es un animal del sonido, del arreglo, un tipo muy preciso, muy agudo. El loco entiende algo distinto que pasa en el cuerpo, pero aparte de eso, es un sensei: nosotres venimos de años muy al palo, de estar tocando, girando y mutando un montón cada uno. Llegamos a un momento que, como toda relación, como todo noviazgo (porque la banda lo es, es una relación poliamorosa brillante), de “pum, acá hay que rearmar el contrato, hay algo que no está funcionando“. Eso es una tormenta, un proceso interno re zarpado; es, de repente, no poder estar en un mismo lugar las cuatro personas juntas, pero también está la transformación de eso y Guille fue una pieza clave.
– En el track “Insistencia” puede escucharse la frase “No quiero ser siempre igual”. Se puede leer eso también en cómo suena el disco, en las texturas que aporta. ¿Lo atribuís al proceso de transformación personal y grupal, o hay además una búsqueda consciente de nuevos sonidos?
– Eso siempre. El otro día hablaba con una amiga de esta mierda de los géneros, a todo nivel. Voy a hacer un pañuelo por la abolición de los géneros (risas). “Ah, ustedes hacen punk”, después vino la nominación al Gardel a Mejor Rock Pesado, y cuando no te entiendo, sos experimental. ¡Las bolas! Nosotros siempre, quizá justamente por no ser ningunos puristas de la música, por ser más irrespetuosos, siempre trabajamos en función de la canción. Tu Mami, Los Pibe son punk, pero ¿cuántas más? Hay un trabajo de la búsqueda de la canción, y ahí sos profundamente libre, y en esa libertad aparecen otras cosas que tienen que ver con lo que estás escuchando, con lo que te está pasando. Obvio, hay nuevas experimentaciones, por ejemplo, grabamos el disco, y un día que yo llegué al estudio, veo que hay un octapad. Yo en mi vida había lo había tocado y tiré unas cosas, y le tiré data a Guille para que juegue él con la propia mezcla. Y bueno… me compré uno. Eso, inevitablemente, te lleva a descubrir un montón de otros sonidos, otros ritmos, y otra música. Porque te preguntás: ¿quién está usando esto? ¿cómo lo usan? Así que sí, obvio que hay. Si lo pienso global, no es tanto tiempo que pasó; tenemos el Hola, que es un EP de seis temas, tenemos La Rabia, que son once. Me parece que es el movimiento propio de, simplemente, moverse y está bueno respetarlo. Hay algo ruso que es lo que nos atraviesa y que sigue pasando; un show es un show y está la misma sangre. Está buenísimo permitirse explorar y mutar, porque sino es un garrón que todos los discos sean iguales.
– ¿Cómo viven esta etapa de trabajar con la discográfica Sony? ¿Los limita, los potencia?
– La verdad que todavía no lo sabemos. En principio, estamos dialogando. También es cierto que, por primera vez en veintipico de años, los sellos main miran lo que está pasando en la escena actual, independiente, emergente. La última vez que pasó eso, apareció Babasónicos. Volvieron a mirar para adentro. A ver, con esto no deja de ser una corporación multinacional, el demonio, y bla. Lo cierto es que con la gente que te encontrás, es gente del palo que está en ese lugar. Tampoco es que “dale, bajá el camión de caudales”. Olvídalo. Si nosotros dejamos de ser nosotros, de movernos como nos movemos, de tocar, de buscar, y del hambre que tenemos, que nos caracteriza, ellos no van a hacer un carajo para que pase otra cosa, es un “buenísimo, dale, yo apuesto, pero sé vos”. No somos Chayanne que nos vamos con toda la teca encima, ni tampoco somos de caridad; son posibilidades, vamos a ver qué hacemos con eso. Al momento, no podemos saber si nos potencia o nos limita, supongo que debe ser un poco de las dos cosas.
– Hablaste de la escena, ¿cómo la ves hoy en día?
– Creo que estamos en un momento súper fértil. Los que estamos acá adentro, lo sabemos, lo vivimos, lo sentimos, lo vibramos en cada fecha. Hay algo que está sucediendo, hay movimiento. Tal es el movimiento, que hizo que estas personas giren el foco, o sea, la vieron. “Che no te está vendiendo tickets tal”. ¿Por qué? Porque hay cinco mil personas viendo Los Espíritus. Hay algo que está pasando de este lado. A mi parecer personal, y hablo también por toda la banda, me gustaría que haya muchísima más presencia de pibas, de lesbianas, de trans, de travas en los escenarios. Me parece que es fundamental y urgente. Me pasa con Los Rusos: vamos a tocar y las únicas dos pibas de todas las fechas, salvo contadas excepciones, somos nosotras. Es una mierda eso, porque hay un millón, y hay algo que en parte tiene que ver con los compañeros varones de las bandas. “¡Ey, man, llamá a la banda de las pibas!”, no te hagas el feministo en la red. Hay algo de eso: me cago en el lenguaje inclusivo. “Es que no hay”: las bolas. Yo tengo un ciclo que se llama Dilda Dominga Feminista donde ya pasaron más de ochenta bandas de pibas, lesbianas, trans y travestis. No me digas que no hay bandas de pibas. Me paso haciendo estadísticas de festivales de todo el país y la representación de mujeres, lesbianas, travas, trans no supera nunca el 9%. También tenemos que estar hablando de estas cosas. Me parece super importante. Entonces, ¿cómo estamos? Estamos bien, súper fértiles, pero seguimos bastante machiruleados.
El futuro inmediato de Los Rusos HDP incluye giras por varias provincias del centro y norte argentino, la posibilidad de algunas presentaciones en el exterior y la presentación oficial del disco en octubre en el Teatro Xirgu. Nos vamos a morir de hacer… no será recordado como un disco más del grupo sino como un movimiento importante del año en la escena under.