#LasHermanasJara y sus primeros 365 días en libertad

“Vamos a seguir peleando por otras personas que están por causas injustas. Ese es nuestro objetivo ahora. Yo estaba muerta. Reviví, me volvió el alma al cuerpo. Por algo le dicen la tumba a la cárcel”, fueron las primeras palabras de Ailén Jara luego de estar presa dos años, un mes y 21 días en la Unidad Penal 8 de Los Hornos, junto con su hermana Marina.

Por Maria Luz Bottani @LuzBottani

A las hermanas Jara, el Tribunal en lo Criminal Número 2 de Mercedes las consideró coautoras del “delito de lesiones graves” contra Juan Antonio Leguizamón Avalos, un vecino del que recibían permanentes acoso.

La mañana del 19 de febrero de 2011, las jóvenes regresaban de bailar y en el trayecto a la casa fueron interceptadas y apuntadas con un arma de fuego por Leguizamón, quien tomó a Ailén e intentó quitarle la ropa. Marina sacó un cuchillo de su cartera y apuñaló al agresor. Ayudó a su hermana a levantarse y se fueron corriendo.

Marina entendió que lo que había hecho había sido en legítima defensa y fue directo a la comisaría a relatar lo sucedido. El abusador, en tanto, fue llevado a un hospital con heridas leves. A los tres días recibió el alta. Nunca fue procesado. Las hermanas, en cambio, esperaron el juicio en prisión.

Cuando a Marina le preguntaron por qué llevaban un cuchillo en la cartera, contó que una vez a una amiga cuando volvía de bailar, iba caminando por la colectora del acceso oeste y la quiso levantar una traffic. Se la quisieron llevar, pero que ella corrió y pidió volver a entrar al boliche para no salir sola. Desde ese día, Marina, andaba con un cuchillo o un ladrillo encima.

El Tribunal no sólo no creyó la versión de Marina y Ailén, si no que tampoco enmarcó el caso como violencia de género. Para los jueces la cuestión de género fue “otro artilugio para mejorar su comprometida situación”. En la causa se omite la cuestión de género. Tampoco se investigaron los acosos previos por parte de Leguizamón. El arma de fuego que llevaba la mañana del ataque desapareció de la escena. Y hasta la defensora oficial que debía protegerlas, descreía las palabras de Marina y Ailén.

Las secuelas que dejan el encierro y la condena del Tribunal Oral en lo Criminal Nº 2, serán de por vida. “En cualquier lado donde digo mi apellido para buscar trabajo, ya saben que tengo antecedentes. Se nos quedan mirando, nos reconocen y no nos vuelven a llamar. Es muy difícil”, decía Marina que estudia para ser asistente social.

Ellas volvieron a su barrio, en el que vive el abusador y su familia. Ambas son víctimas de las provocaciones y por eso elijen estar en su casa y no deambular por esas calles “dicen cosas para que yo reaccione. Me gustaría irme para evitar conflictos. Sabía que si salía, esta persona iba a querer tomar represalia. Si llega a ocurrir la que sale perdiendo soy yo porque tengo una causa, salí condenada”, expresaba una Ailén resignada.

El caso de las hermanas Jara muestra, una vez más, que para las mujeres que intentan defenderse de un abuso, la justicia no está de su lado. Sus derechos son vulnerados sistemáticamente. Desde el instante en el que se defienden de un violador y son detenidas como culpables y esperan el juicio en prisión. Pasando por la violencia dentro del sistema carcelario, hasta que un Tribunal no les cree y las condena. Las víctimas se convierten en victimarias, sin escalas dentro de una justicia sexista, sin acceso, ni garantías para los pobres.

Si sos víctima de violencia de género ó doméstica, realizá la denuncia llamando al 144.

 

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