Blas Martin
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A esta altura podríamos afirmar que cualquiera sabe que Netflix lanzó a fines de octubre la segunda temporada de Stranger Things, una de las series más exitosas y mejor logradas de esta plataforma de streaming durante 2016, y según algunos fanáticos, lo mejor que pudo verse en ese sitio hasta ahora. Al mismo tiempo, y como todo evento cultural o social de circulación y adhesión masiva, despertó dudas, miradas de desconfianza y críticas de quienes la consideran una ficción sobrevalorada. Trataremos de indagar en torno a qué giran estas distintas miradas, y además, si aún no la viste, te acercaremos lo necesario para arrancar -tarde pero seguro- esta atractiva ficción.
Stranger Things narra una historia situada en el pueblo ficticio de Hawkins, Indiana. Estamos en los Estados Unidos durante el año 1983. La fecha no es un elemento aleatorio o superficial, sino que gran parte de la factura de la serie tiene que ver con su ambientación en los ’80. Un punto clave en esa búsqueda es cómo la tira toma fuertes estereotipos que supimos ver en series y películas de aquellos años, jugando con un elemento nostálgico. Si hacemos un pantallazo a la Prepa de Hawkings, encontramos a Steve (interpretado por Joe Keery), el típico galán deportista-bully; a Jonathan (Charlie Heaton), el looser que stalkea inocentemente a la chica que le gusta; y a Nancy (Natalia Dyer), que encarna la niña bonita y popular de secundaria. Vestuario, escenografía, fotografía y paleta de colores –súper saturados, como bien dictan los ‘80- hacen que no sólo recordemos lo que tenemos en nuestro haber de TV previa a la era de Internet, sino que no nos quede duda alguna del momento en que transcurre la historia.
Las líneas argumentales más importantes son dos y de a poco descubriremos su vinculación. Por un lado, la desaparición de Will Byers (Noah Schnapp), un niño que se encuentra con una extraña criatura (menos amigable que E.T.). Y por otro lado, la misteriosa aparición de una niña que parece escapar de algo: hablamos de Eleven, encarnada por la –a partir de todo esto- célebre Millie Bobby Brown.
Los hermanos Mat y Ross Duffer (The Duffer Brothers, como firman los creadores de la serie) además de traer de nuevo a las primeras planas a Winona Ryder, acertaron con un tremendo staff de niños y adolescentes que la rompen. Sí, la rompen. Con grandes composiciones de personajes (recordemos nuevamente: estamos casi 35 años atrás en la historia), Dustin (Gaten Matarazzo), Lucas (Caleb MacLaughlin) y Mike (Finn Wolfhard), junto con Eleven, recorrerán con sus bicicletas todo el pueblo tratando de encontrar a su amigo Will y resolver los misterios que se ocultan tras su nueva amiga.
Con recursos y temas de la ciencia ficción, el policial, lo paranormal, el terror fantástico y el suspenso, Stranger Things cumple lo que promete ya desde sus afiches, cuando aparecieron allá lejos y hace tiempo, sin grandes nombres propios (más que el de Winona), pero anticipando un trabajo estético inédito, al menos en lo visto en el mainstream de series de las grandes plataformas de pago.
Algo curioso es el motivo por el que unos atacan y otros adoran la serie: la gran cantidad de citas y reminiscencias a otros productos de la industria cultural pop de los ‘80. Podemos mencionar entre muchas otras a E.T., Alien: el octavo pasajero, y hasta podríamos agregar, saliendo del puritanismo ochentoso, Twin Peaks, al menos en lo que respecta a sus componentes menos lyncheanos. O también ver la influencia de otros grupos de niños como en Stand By Me o The Goonies. El espectador podrá ver cómo esos fragmentos y homenajes se ponen en juego en función de una trama que poco tiene de edulcorada y que, merced a un gran reparto actoral, vinculará toda la inocencia de un grupo de niños hablando por walkie talkies con la aparición de criaturas sobrenaturales, el desarrollo de experimentos clandestinos con humanos y la angustia de todo un pueblo por la desaparición de un niño. Además del grupo de chicos, los más grandes aportarán su cuota: las historias personales y los giros en los arcos de cada personaje generan un juego dinámico de identificaciones en el cual podemos terminar queriendo a quienes miramos mal en un comienzo.
Su primera temporada, de tan sólo 8 capítulos de unos 50 minutos promedio, dejó algunos enigmas resueltos y otros sin resolver. Sin spoilear, y como era de esperar para semejante apuesta, el final de temporada plantea algunos elementos a resolverse en Stranger Things 2 (la manera de nombrar la segunda entrega habla también de un rasgo de época).
Como sucede con las segundas partes, quedará ver si los hermanos Duffer y Netflix están a la altura de las circunstancias y de la calidad estética y narrativa que desplegaron un año atrás. De este lado de las pantallas, para quienes aún no se sumergieron en este mundo donde ocurren las cosas más extrañas, la pregunta es ¿qué esperan para hacerlo?