Florencia Martinez
Latest posts by Florencia Martinez (see all)
- #Teatro El drama de ser una familia “Casi Normal” - febrero 26, 2018
- #LadoNerd ‘Black Panther’: la película de la que todos están hablando - febrero 21, 2018
- Good Bye, Lenin: un clásico del cine alemán - febrero 13, 2018
La película española logró consagrarse como un éxito hacia el interior de la crítica y que los nombres de Jaume Balagueró y Paco Plaza fueran reconocidos a nivel internacional. ¿Qué es lo que hace de este film un hito del género cinematográfico del neo-fantaterror?
En 2007 apareció en cartelera una propuesta que prometía ser interesante… y cumplió. La trama no era muy rebuscada: la periodista Ángela Vidal, representada por Manuela Velasco, y su camarógrafo Pablo –con el rostro de Pablo Rosso– realizan un reportaje acerca de la rutina de los bomberos en una noche cualquiera, cuando la alarma les indica que deben salir de la estación. Movidos por la curiosidad propia de su trabajo, siguen al grupo para continuar con su crónica.
Es así como todos se adentran en un edificio en donde se reportaron gritos y problemas. Con el pasar de los minutos descubrirán que algo tenebroso se esconde en ese complejo de departamentos y que, peor aún, se encuentran encerrados allí debido a la cuarentena en la que los ha puesto el Ministerio de Sanidad para controlar la situación. De esta manera, el conjunto deberá afrontar los peligros que se avecinan de la mano de una plaga que promete terminar con sus vidas.
Si bien es cierto que el cine de epidemias e infectados no se inició con REC, también lo es que la película fue la primera de una saga que marcaría un antes y un después en el género, conformándose como todo un producto español de culto. El ritmo narrativo, las decisiones técnicas y al abordaje del peligro desde una perspectiva documental -aportada por el punto de vista subjetivo y frenético de la cámara- hacen de este film uno tan representativo como icónico.
A diez años del estreno de una emblemática cinta que daría lugar a toda una franquicia, nos queda preguntarnos a qué se debe su gran aceptación.
El realismo como clave
REC fue filmada con actores prácticamente desconocidos por aquel momento. Ni siquiera el rostro de la intérprete principal, Manuela Velasco, quien ya por ese entonces se desempeñaba como periodista, se le presentaba al público como uno familiar. Y este es el punto fundamental para entender el éxito de la película que, grabada en el (hasta aquel momento) poco utilizado formato de falso documental, logró brindar una sensación más realista.
A pesar de lo lejana que puede resultarnos una situación de contagio como la que viven los personajes, Plaza y Balagueró se las ingenian para presentar un mundo cargado de normalidad en el que prima lo cotidiano. Al hacer uso de la cámara en mano como recurso diegético, los profesionales consiguieron hacer una película de terror tan creíble que no dejó un segundo de aliento al espectador. Esto, claro, tiene como resultado un film en el que lo real se posiciona ante la ficción.
Pero detengámonos por un momento en los actores. Éstos debieron demostrar su talento para la improvisación a lo largo de las audiciones para cada uno de los papeles, lo que se debió a una cuestión elemental de la película: las escenas eran grabadas prácticamente sin guion, con diálogos desarrollados en el momento. Los cineastas se propusieron generar un sentimiento de estrés y nerviosismo entre el elenco que aportó a la naturalidad y frescura de muchos de sus personajes.
La historia costumbrista transformada en relato de terror fue rodada, en consecuencia, de manera cronológica, de modo que los actores no recibieron la información exacta con respecto a lo que iba a ocurrir ni sobre el destino de sus personajes. Las breves instrucciones que recibían por parte de los directores eran ni más ni menos que elementos para alimentar su improvisación, y se les daba rienda suelta en sus interpretaciones.
De hecho, varios de los sustos reflejados en la pantalla son absolutamente reales, y algunos jumpscares representan fielmente el nerviosismo de los actores. “Durante el rodaje me he enfadado mucho con Jaume, porque yo muchas veces no sabía que tenía que hacer cosas tan duras, y lo pasaba mal realmente”, explica Manuela Velasco en una entrevista del portal El cine en la sombra (*). Sin embargo, resalta esta cuestión como uno de los aciertos de la saga en tanto actores logran reflejar a la perfección la falta de preparación física y emocional que caracteriza a sus personajes.
Cabe destacar que ni siquiera en las escenas finales del film, aquellas que fueron registradas por una cámara infrarroja sumida en la más profunda oscuridad, tenían los actores idea con respecto a qué era lo que sucedía, y no podían ver absolutamente nada. Esto, acompañado de la fórmula del found footage que le aporta credibilidad a la situación, permitió a los espectadores introducirse en un momento cargado de tensión y terror que giraba en torno a la desesperación de Ángela Vidal.
Debemos resaltar, a su vez, otro pilar elemental de la película, a saber: el hecho de que fuera filmada en locaciones reales. Los directores no construyeron sets, sino que rodaron en el número 34 de la Rambla de Catalunya. No hay artificio, sino que se trata de realismo en todo su esplendor.
Una composición acorde
A lo largo de su desarrollo, la historia no introduce al espectador al mundo de los infectados por primera vez pero se las ingenia para resignificarlo. Así, terminamos sentados al borde de la butaca y aferrándonos a lo que tengamos más cerca, a la vez que podemos sentir la preocupación y la angustia de los personajes.
La subjetividad con la que se traza la trama consolida una película por demás espectacular desde el punto de vista técnico. Cada cuestión está exquisitamente medida, sobre todo el maquillaje –y aquí debemos resaltar el proceso de preparación de la “niña Medeiros”, que consistía en ocho sólidas horas de trabajo. Luego de esto, Javier Botet, actor que encarna al personaje, debía someterse a otras dos horas de tratamiento para desmaquillarse.
De la mano de la fotografía, es necesario subrayar el recurso predilecto de los directores: una iluminación oscura y colores desaturados. El neo-fantaterror como género español se hace firmemente presente y tiene como resultado un cuadro tan desesperanzador como preocupante.
Su salto a la fama
Con su estreno mundial en el Festival de Venecia, REC obtuvo una recepción increíble. Balagueró y Plaza ganaron el premio a Mejor Director en el Festival de Sitges, que también le concedió el reconocimiento de Mejor Actriz a Manuela Velasco. Y esto sin mencionar la fortuna que consagró a la película en los Premios Goya, que destacó el montaje, los efectos especiales y, una vez más, la maravillosa interpretación de la protagonista.
Filmada con un millón y medio de euros, consiguió en taquilla 33, y volvió a poner en la mira al género fantástico de terror español, que en aquel entonces parecía haber caído en el olvido. Como resultado de su fama se estrenó la remake estadounidense Cuarentena (Quarantine) un año después, pero la misma fue un fiasco que sólo sirvió para reafirmar la relevancia de REC.
Luego se daría pie a una saga constituida por una secuela directa en 2009, una precuela en 2012 y un cierre en 2014 –los últimos dos casos fueron, desafortunadamente, decepcionantes en términos de taquilla y crítica. Sin embargo, la creación original de Balagueró y Plaza –en colaboración con el escritor Luiso Berdejo– se constituye hoy por hoy como uno de los films icónicos del cine de terror y el que volvió a poner el foco de atención en la producción española de este estilo.
Con tan sólo una hora y veinte minutos de proyección, se propone destruir el sentimiento de seguridad del espectador y reemplazarlo por una experiencia tan escalofriante como inolvidable. Y, como hoy en día ya sabemos… lo logra.
(*) Fuente: “El cine en la sombra”.