#JorgeRicardoMasetti y otro modelo de periodismo
Periodista revolucionario como pocos, la figura de Masetti no goza de popularidad, ni de reconocimiento masivo. Su nombre, al igual que sus obras, fueron condenadas al silencio y recibió el peor castigo: el olvido.
Por Facundo Garcia Tarsia
En los momentos actuales, donde el periodismo se desangra entre la vergüenza y la desgracia, donde la opinión es vendida al mejor postor y donde la conciencia de los que se hacen llamar periodistas independientes, no está regida por convicciones sino por valores económicos, las obras revolucionarias de Jorge Ricardo Masetti están guardadas en un cajón.
La mayor hazaña individual del periodismo argentino
Para 1958 poco se sabía de lo que estaba sucediendo en la tierra de Martì, la escasa información que llegaba a estas latitudes era indudablemente tendenciosa.
Barbaridades se decían sobre los revolucionarios cubanos, falacias se escribían en todo lo relativo a los “barbudos” y al pueblo levantado en armas. Dentro de este marco es que Masetti decide partir hacia Cuba en busca de respuestas. Su objetivo era inmenso, pero sus medios eran pequeños, unos pocos y endebles contactos era con todo lo que contaba a su llegada a La Habana. El objeto del viaje era hacerle un reportaje al líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, en plena Sierra Maestra, para que los argentinos, los latinoamericanos y el mismo, tomen conocimiento sobre lo que era el Movimiento 26 de Julio, que interés perseguía, cuál era su base social y de dónde sacaba los recursos para sostenerse. En palabras del propio periodista argentino: “Los argentinos queríamos saber quién era el hombre que encabezaba la revolución en Cuba, qué era el Movimiento 26 de Julio, qué aspiraciones tenía y quién lo financiaba. Queríamos saber si las balas que se disparaban contra Batista era pagadas en dólares o en rublos o en libras esterlinas. O si se daba en Latinoamérica la desconcertante excepción de que una revolución en marcha hacia el triunfo, fuese financiada por el propio pueblo”.
Esta colosal tarea que emprendió en Cuba, estuvo llena de peligros. Los aviones con ametralladoras del ejército de Batista, estuvieron muchas veces sobre la cabeza del periodista argentino y de los varios guías que le iban proporcionando ayuda para alcanzar las posiciones de los líderes de la revolución. Cada decisión que se tomaba era a todo o nada. Para darnos una idea de lo peligroso de la tarea, basta con recordar que en una ocasión una señora le entregó un pequeño revolver calibre 22, él asombrado le pregunta para que le entrega eso, si él jamás tiró un tiro y además con el revolver ese no creía poder hacer mucho, a lo que la señora, seria, respondió: “Ya sé que con este revolver no se va a poder defender, pero si se encuentra con los guardias, tire para que le tiren. No caiga vivo en manos de ellos”. El suicidio no era una opción desdeñable, la muerte podía ser vista como un privilegio, comparada con las torturas propiciadas por el ejército.
Cada día que trascurría le proporcionaba nuevas impresiones y notas mentales al audaz periodista pero así también, cada día transcurrido con los rebeldes y su camaradería producía en el un cambió interior y una toma de posición con respecto al conflicto.
Las interminables marchas a pie, o en mulo, la fatiga propia de dormir escasas horas sobre el suelo o, en el mejor de los casos, sobre una hamaca; el cansancio producto de estar mal alimentado y de tener que soportar el duro clima de la sierra, no fueron un obstáculo para que lograra su desmesurado objetivo. Masetti logró llegar, primero hasta la posición del Che –con quien mas tarde entablaría una amistad- y días mas tarde a la posición de Fidel. Pudo realizar con éxito los reportajes anhelados. Uno a Fidel y uno al Che, con los sonidos de las ametralladoras de Batista de fondo. Sus reportajes puestos en el aire por Radio Rebelde, se oyeron por todo Cuba y en muchos países centroamericanos. Rodolfo Walsh describió esta proeza asegurando que “Este reportaje es, en mi opinión, la mayor hazaña individual del periodismo argentino” y yo no puedo hacer más que suscribir a esas palabras.
Los que luchan y los que lloran
Como resultado de los reportajes y de todas las vicisitudes sufridas para poder lograrlos, nace el libro “Los que luchan y los que lloran (el Fidel Castro que yo vi.)”. Este es un libro que todo periodista o aficionado al periodismo debería leer. Es una obra maestra del periodismo revolucionario. Académicamente hablando no excede los límites de una crónica periodística, pero su contenido emociona a cualquiera. Su lectura es atrapante, el estilo mixto que utiliza para escribirlo lo vuelve de rápida lectura. La seriedad, la agudeza, la sensatez y la ironía conviven en esta obra, y la convierten en una verdadera obra de arte. En esta crónica cuenta todo lo que tuvo que vivir para acceder a las posiciones del Che y Fidel, describiendo en no muy extensas líneas el espíritu de los rebeldes, algunas de las atrocidades cometidas por el ejército Cubano y los peligros a los que se enfrentó. Asimismo, en algunos pasajes, describe con humor y sarcasmo a ciertos personajes –como a la “gorda colorada que no tenía un solo diente que lucir” que según el plan tenía que pasar como su esposa-, y con tristeza, a otros, como en el caso de Guillermito, revolucionario de tan solo 18 años a quien en broma apodaban “la nena” por su larga cabellera, asesinado por las fuerzas de Fulgencio Batista. No voy a mentirle al lector, ni voy a fingir ser una persona “objetiva”, ya son cinco las veces que leí este libro y recomiendo enérgicamente su lectura. O en caso de los fanáticos, sus lecturas.
En un pasaje de este libro, describe que recorría las casas de un pueblito arrasado por las ametralladoras de los aviones del ejército cubano, cuando al llegar al improvisado hospital de campaña levantado por los rebeldes, ve en un rincón a una mujer que lloraba desconsoladamente y a los gritos maldecía a Batista. Cerca de ella, en una mesa se divisaba el cadáver desnudo de un niño pequeño, de tan solo seis años, llamado Orestes Gutiérrez Peña. Este niño había sido alcanzado por una de las balas disparadas por las cobardes ametralladoras de los cobardes aviones del cobarde ejercito Batistiano. Como no podían con los rebeldes, se desquitaban con la población civil. Masetti, cumpliendo con su labor de periodista, anotaba el nombre de los heridos y de los fallecidos, pero un pensamiento y una sensación – que serían una suerte de presagio de lo que iba a decidir hacer con su vida años más tarde- atravesaban su mente, “Me sentía frío, ridículo, cumpliendo con mi misión de periodista. ¡Que hacía yo ahí, con la lapicera en la mano, en lugar de estar apretando el gatillo de una ametralladora!”.
Prensa Latina
Masetti sabía perfectamente que era imperioso poder crear una agencia de noticias que relatará desde otro ángulo los acontecimientos de la revolución cubana, las transformaciones que se iban gestando dentro y fuera del país insurrecto y las noticias en general que iban sacudiendo el territorio latinoamericano. Conocía demasiado bien a los grandes pulpos informativos internacionales, no ignoraba su forma ignominiosa de actuar y tampoco ignoraba a qué intereses espurios respondían. Sabía que todo intento de liberación popular iba a ser bombardeado por los misiles de los aparatos mediáticos imperialistas, era consciente de que la experiencia de un pueblo insurrecto podía generar que otros pueblos vecinos tomen el mismo camino, el de la rebelión para cortar las cadenas del sometimiento y de la explotación, para acabar finalmente con el vaciamiento y la expoliación de todos los recursos y para derribar de una vez y para siempre las injusticias centenarias que acosan a la gente de estas tierras.
Esas fueron las razones que condujeron a Masetti a fundar, unos meses después de que las tropas rebeldes cubanas se paseen victoriosas por la capital, una agencia de noticias latinoamericana. El nombre elegido para esta agencia fue “Prensa Latina”; para concretar llamó a algunos colegas amigos, entre ellos se encontraban: Rodolfo Walsh y Garcia Marquez entre otros. La fecha en que ésta transmite por primera vez es el 16 de junio de 1959. Esa fecha no debe ser olvidaba, ese día el periodismo fue enteramente digno. Era la primera agencia latinoamericana de noticias que comprometía al monopolio noticioso estadounidense. El vendaval de mentiras y de injurias proporcionado por la maquinaria mediática internacional, pero principalmente yanki, se chocó contra un muro levantado con esfuerzo y tenacidad, llamado Prensa Latina.
La soberbia siempre fue una característica del poderoso país del norte, y de sus alfiles, y este emprendimiento se convirtió en objeto de intenres. La expectativa de vida de Prensa Latina fue de un mes; la Associated Press y United Press Internacional, empresas dominantes en ese entonces, ya se habían encargado de darle un tiempo estimado de existencia a la agencia de noticias latinoamericana; sus juicios habían sido categóricos, en un mes como máximo, Prensa Latina dejaría de existir. La pedantería de estos sicarios del periodismo no tiene límites ahora y no los tenía antes.
Lamentablemente para el imperio y para sus creadores y reproductores de basura informativa, la vida de Prensa Latina se extendió por más de un mes. Bastante más si tenemos en cuenta que todavía hoy, en el año 2013, la creación de Jorge Ricardo Masetti sigue transmitiendo noticias para varios continentes y para decenas de países.
La estructura de Prensa Latina era infinitamente más pequeña que las de las agencias estadounidenses y europeas; pero eso no fue un obstáculo para que ésta pudiera seguir adelante con éxito. Las desventajas tecnológicas se suplían con esfuerzo y cooperación, la falta de contactos se suplía con ingenio, osadía y compromiso, las trabas impuestas por la competencia monopolista e imperialista se superaban con atrevimiento, valentía y un trabajo incansable. Es de público conocimiento que cuando se trabaja por un ideal las energías se multiplican y el cansancio desaparece. El incentivo moral es infinitamente más grande que el incentivo económico. Cuando las ideas toman el control de una mente y de un cuerpo, éste se hace imparable. Nada puede frenarlo, ni el frió, ni el calor, ni el viento, ni la lluvia, ni la falta de contactos, ni la ausencia de un equipo de trabajo adecuado. El miedo deja de existir, o al menos se hace un compañero, que nos mantiene alertas, es cierto; pero que no nos detiene.
Por esta simple pero sublime razón, Prensa Latina no fracasó, tal como lo anunciaban los medios defensores de los privilegios extranjeros, porque estaba guiada por una idea.
Masetti dijo que había que hacer una revolución en el periodismo. A más de cincuenta años de aquella epopeya periodística, se puede concluir que la hizo, ¡vaya si la hizo!