#HuelgaGeneral Abrimos el debate…
Vilipendiada por algunos, exaltada por otros, la huelga general ha estado siempre en el debate entre marxistas y anarquistas. Las más conspicuas mentes de estas dos ideologías se han ocupado sobre el fenómeno de la huelga general: Marx, Engels, Bakunin, Malatesta, Rosa Luxemburgo, Alexander Berkman, Rudolf Rocker. Todos han elaborado una posición respecto a ella.
Por Facundo Garcia Tarsia
Sin embargo, como sucede a menudo en las disciplinas sociales, las posiciones de los autores se fuerzan, se manipulan, hasta llegar casi a la tergiversación total de sus ideas. A su vez, estas manipulaciones comienzan a establecerse como verdades absolutas; ya nadie las cuestiona, nadie las investiga. El resultado lógico de esto es que se repiten inexactitudes, en el mejor de los casos, o abiertas mentiras, en casos extremos.
Uno de los objetivos de este trabajo, es rastrear las posiciones que han sostenido los referentes intelectuales de estas dos corrientes ideológicas, sobre la huelga general como herramienta a utilizar por la clase obrera. Para llevar a cabo esta empresa y teniendo en cuenta el escaso tiempo con el que contamos y la inmensa cantidad de material bibliográfico, hemos optado por elegir dos autores marxistas y dos autores anarquistas.
Respecto a las fuentes, nos es imposible abarcar la vasta bibliografía escrita por ellos, por lo que seleccionamos una serie de textos y folletos de su autoría.
No somos ingenuos y sabemos que toda selección es arbitraria. Puesto en aviso, dependerá del lector dilucidar si el trabajo final responde a al verdad histórica o no. Desde aquí aseguramos que la bibliografía consultada estará detallada, para que cualquiera pueda consultarla y verificar los resultados de este trabajo.
FEDERICO ENGELS.
Engels ha sido, quizá, el más encendido militante contra la huelga general. Ya desde la época de la primera internacional y en pleno debate con Bakunin y los anarquistas, mostraba su desacuerdo respecto a este método de lucha.
En un célebre escrito suyo titulado “Los bakuninistas en acción”, Engels esgrimía el argumento central por el que la huelga general o no podía llevarse a cabo o era completamente innecesaria. El arguemento consistía en que para llevar a cabo la huelga general, el proletariado tenía que poseer una organización muy fuerte y afianzada y tenía que contar con una “caja” de reserva abundante. Pero esto era imposible, los gobiernos no iban a permitir que los fondos de las organizaciones proletarias se eleven a un gran número, y tampoco iban a permitir que se edifique una organización proletaria fuerte. Pero en el caso de que, a pesar de estas adversidades, se lograra formar una organización de trabajadores realmente con fuerza, la huelga general ya no iba a tener utilidad, puesto que la persecución de los fines revolucionarios se daría por otra vía.
Para evitar confusiones o dudas, leamos al escritor de “La situación de la clase obrera en Inglaterra”: “Por un lado, los gobiernos, sobre todo si se sienten alentados por el abstencionismo político, jamás permitirán que la organización ni las cajas de caudales de los obreros lleguen tan lejos; y, por otro los acontecimientos políticos y los abusos de las clases gobernantes facilitarán la emancipación de los obreros mucho antes que el proletariado llegue a lograr esa organización ideal y ese gigantesco fondo de reserva. Pero, aunque se contara con ambas cosas, no sería necesario dar el rodeo de la huelga general para llegar a la meta”. [1]
Como se observa de la cita precedente, para Engels, la huelga general no era una de las más importantes armas con las que cuenta la clase trabajadora en su lucha por la emancipación. Con un juego dialéctico y con un razonamiento simplista, Engels da por tierra con la huelga general.
Asimismo, en esa cita, se vislumbra uno de los puntos cardinales de Engels en su debate con los anarquistas. “Por un lado, los gobiernos, sobre todo si se sienten alentados por el abstencionismo político, jamás permitirán que la organización ni las cajas de caudales de los obreros lleguen tan lejos”. Ahí esta el nudo central de la disputa. Engels, que se burla de la huelga general, milita en favor de la participación electoral del proletariado. Aquí, esa idea todavía es un germen, pero posteriormente y al calor de la experiencia de la socialdemocracia alemana, Engels amplía su posición. Él escribe: “señalando a sus camaradas de todos los países como se utiliza el sufragio universal, los obreros alemanes los habían provisto de un arma nueva, de una de las armas más aceradas”[2]. En ese mismo texto y unos párrafos más abajo, vuelve a afirmar su idea de que la participación electoral es un instrumento, nada desdeñable, de la clase obrera; “Gracias a esta eficaz utilización del sufragio universal, un novísimo modo de lucha del proletariado era puesto en acción y se desarrolló rápidamente”[3].
Engels se opone a la huelga general, promovida por los anarquistas, en tanto negadora de la acción política-electoral. En un pasaje de “Los bakuninistas en acción”, el compañero de ideas de Marx, se burla de las concepciones anarquistas sobre la importancia de la huelga general. “En el programa bakuninista, la huelga general es la palanca que hay que utilizar para desencadenar la revolución social. Una buena mañana, los obreros de todos los gremios industriales de un país y hasta del mundo entero, dejan el trabajo y, en cuatro semanas a lo sumo, obligan a las clases poseedoras a darse por vencidas o a lanzarse contra ellos, con lo cual les dan el derecho a defenderse y a derribar, aprovechando la ocasión, toda la vieja organización social”[4].
Es clarísimo que Engels no parece comprender la dinámica de la huelga general, ni su importancia en la lucha.
ROSA LUXENBURGO.
El caso de Rosa Luxemburgo es sumamente interesante. A lo largo de su militancia, su posición respecto de la huelga general fue variando, hasta romper definitivamente con la concepción heredada por Engels y sostenida por los dirigentes de la poderosa socialdemocracia alemana.
Antes del año 1905 la posición de Rosa sobre la huelga general era muy clara: se oponía a ésta. La consideraba utópica y poco necesaria. Se mofaba de los que la defendían como método de lucha. En 1902, Rosa escribía lo siguiente: “La fé en la huelga general como una panacea (…), la fé en una categoría abstracta, absoluta, la huelga general, considerada como el medio de la lucha de clases, aplicable y eficaz igualmente en todos los momentos y en todos los países. Los panaderos no proveerán bollos, los faroles quedarán apagados, los ferrocarriles y los tranvías no circularán. ¡Y he aquí el derrumbe!”[5].
La posición de Rosa Luxemburgo está en sintonía con las críticas que le hacía Engels a la huelga general preconizada por los anarquistas. El mismo tono burlón, posiblemente inducido por la incomprensión del fenómeno, para referirse al método de lucha en cuestión.
Sin embargo, la visión de la marxista polaca va a cambiar drásticamente luego de que se produjera la revolución rusa de 1905. Pero antes de meternos de lleno en las conclusiones que extrae del estudio de los acontecimientos ocurridos en Rusia, nos es imprescindible mencionar, que Rosa debido a la necesidad de diferenciarse de las posiciones anarquistas, no solo cae en una peculiar interpretación de los hechos, sino que también designa a la huelga general, como huelga de masas.
El movimiento huelguístico que estalla con fuerza en 1905, tiene sus antecedentes en 1896, con las huelgas de los trabajadores textiles desatadas por un hecho menor y en las que se exigían mejoras económicas y mejores condiciones de trabajo. Posteriormente y ya entrados al siglo XX, las huelgas se suceden, hasta transformarse en un huelga de masas. El factor económico y el político se funden en una unidad durante la huelga de masas.
Rosa extrae tres grandes conclusiones teórico-prácticas de los hechos de la revolución rusa de 1905. La primera es que la huelga de masas es inseparable de la revolución. La segunda es que la huelga de masas es el método de la clase proletaria en un período revolucionario. “En una palabra, la huelga de masas, como nos lo demuestra la Revolución Rusa, no es un método artesanal descubierto por un razonamiento sutil con el propósito de hacer más efectiva la lucha proletaria, sino el método de movimiento de la masa proletaria, la forma fenoménica de la lucha proletaria en la revolución.” [6]
Y la tercera conclusión que toma Rosa Luxemburgo de la experiencia histórica de 1905, es que la huelga de masas en un período revolucionario no puede ser provocada a voluntad “aún cuando la decisión provenga del más alto comité del partido socialdemócrata más fuerte”.[7] La escritora de “Reforma o revolución” tomó nota de la libre iniciativa de las masas respecto de la dirección, y aunque le sigue otorgando un papel importante a ésta[8], reconoce que la espontaneidad juega un papel principal en todas las huelgas de masas. Rosa se percató que no se puede dirigir una huelga de masas y tampoco una revolución. Son tantos los factores que entran en juego, el social, el económico y el político se funden en un solo, luego se separan, se confunde lo local con lo general, además se entremezclan sentimientos; que es imposible tomar un postura directiva que tenga eficacia. Ella lo explica de la siguiente manera: “En suma, en las huelgas de masas en Rusia el elemento espontáneo juega un rol preponderante no porque los proletarios rusos “estén poco educados” sino porque las revoluciones no permiten que nadie juegue con ellas al maestro de escuela”[9].
Al leer estas citas, pareciese que a partir del folleto “Huelga de masas, partidos y sindicatos”, Rosa se aleja de las posiciones marxistas y se acerca –al menos en algunas cuestiones- al anarquismo. Pero esto es completamente erróneo. Ella reivindica las tácticas de la lucha política que impulsaban Marx y Engels en oposición a los bakuninistas para la etapa histórica anterior a 1905, pero expone que “la Revolución Rusa ha traído ahora como consecuencia una revisión radical de este razonamiento”[10]. Curiosa interpretación de los hechos, aunque desmentido, el marxismo seguía teniendo razón. Marx y Engels se habían equivocado, es cierto, pero no estaban errados. Los papas jamás comenten errores. [11]
Rosa no se detiene ahí, también se dirige a los anarquistas, promotores históricos de la huelga general: “La Revolución Rusa, el primer experimento histórico de la huelga de masas, no solo no ofrece una reivindicación del anarquismo sino que en realidad implica la liquidación histórica del anarquismo”[12]. Las décadas posteriores dejarán en ridículo esta afirmación de la marxista polaca.
RUDOLF ROCKER.
Teórico del anarcosindicalismo, Rudolf Rocker se explaya en un texto no muy largo, pero sumamente recomendable, llamado “Anarcosindicalismo (Teoría y Práctica)”, acerca de los métodos de lucha de esta corriente ideológica, entre los cuales se encuentra, por supuesto, la huelga general.
Claro está que en tanto anarquista, Rocker defiende la utilización de la acción directa, como única respuesta efectiva y legítima a la explotación y opresión a la que se ven sumidos los trabajadores.
Para este trabajo nos interesa conocer, específicamente, sus concepciones sobre la huelga general. Para Rocker, ésta es la herramienta más poderosa con la que cuentan los trabajadores; es la paralización total del trabajo y tiene el efecto de demostrar la importancia de esta clase en el modo de producción capitalista. Para evitarnos malos entendidos, leamos directamente al escritor alemán: “La acción directa ejercida por la organización del trabajo tiene en la huelga general su expresión más acusada, es decir, la paralización del trabajo en cada ramo de la producción simultáneamente, para la resistencia organizada del proletariado con todas las consecuencias que de ello derivan. Es el arma más poderosa que tienen los trabajadores a su disposición, y ofrece la prueba más convincente de su fuerza como factor social”[13].
Además, Rudolf Rocker, bien sabe que la huelga general no es un procedimiento al que pueda recurrirse arbitrariamente, por cualquier motivo. Requiere ciertas premisas sociales que le den su verdadera fuerza moral y hagan de ella una manifestación de la voluntad de vastas zonas de la masa popular. La ridícula pretensión, tan a menudo atribuida al anarcosindicalismo, de que simplemente basta con proclamar una huelga general para establecer en pocos días una sociedad socialista, es una acusación sencillamente estúpida, una invención de adversarios mal intencionados para desacreditar una idea contra la cual no tienen mejores argumentos[14]. Resulta claro que este párrafo de Rudolf Rocker va en dirección a determinados grupos marxistas y a determinados intelectuales de esa corriente.
Asimismo, a través del estudio de casos históricos, Rocker llega a la conclusión que la huelga general puede tener diferentes objetivos y su estallido puede ser a causa de móviles disímiles. Puede ser el último grado de unas huelgas solidarias, como por ejemplo la huelga general de Barcelona en febrero de 1902, o la de Bilbao en 1903, que permitió a los mineros librarse del odioso truck system y obligó a los patronos a adoptar medidas sanitarias en las minas.[15]. También puede tener como objetivo la satisfacción de alguna demanda general, como la huelga general de 1886, ocurrida en Estados Unidos, que tenía como objetivo garantizar la jornada de ocho horas en todas las industrias.
Pero la huelga general puede tener también objetivos políticos, como por ejemplo la lucha de los trabajadores españoles en 1904 para libertar a los presos políticos, o la huelga general de Cataluña en julio de 1909 para obligar al Gobierno a terminar la guerra de Marruecos.[16]
Rudolf Rocker enfatiza la inestimable importancia de la huelga general. Ésta paraliza todo el sistema económico, les otorga a los obreros la posibilidad de agitar –al menos temporalmente-los cimientos del sistema. El caso más radical de la huelga general se da en España. En este país, el movimiento huelguístico, ampliamente extendido entre los obreros de la ciudad y del campo, después de la rebelión fascista de 1936, se desarrolló en forma de huelga general social y condujo a la resistencia armada y, con ello, a la abolición del orden económico capitalista y a la organización de la vida económica por los mismos obreros.[17] La revolución española fue un fenómeno muy interesante para analizar y su ejemplo fue muy valioso. Infortunadamente, no cuenta con una gran difusión, ni en los ámbitos académicos, ni dentro de los círculos de la militancia social.
ERRICO MALATESTA.
Malatesta es considerado uno de los padres del comunismo anárquico y fue uno de los militantes anarquistas más influyentes. Como discípulo de Bakunin fue un gran impulsor de la huelga general, en variados artículos se puede confirmar esta apreciación.
Sin embargo, en este trabajo, vamos a tomar otro artículo de Malatesta hablando sobre la huelga general. En reiteradas ocasiones se ha acusado al anarquismo de proveer recetas ahistóricas, de promover métodos de lucha sin tener en cuenta el contexto general y de impulsar medidas no acordes con el momento particular. Bueno, Malatesta hace pedazos este mito.
En 1920, en Italia se vivía una situación de mucha conflictividad, las huelgas generales se sucedían y el proletariado estaba en pie de lucha. Pero Malatesta analizando los acontecimientos había podido reflexionar sobre algunas situaciones y métodos de lucha utilizados. En esos momentos “las huelgas generales de protesta ya no conmueven a nadie: –decía Malatesta- ni a los que le hacen ni a aquellos contra los cuales se dirigen. Con que la policía tuviese sólo la inteligencia de no provocar, pasarían como cualquier día feriado”[18]. El anarquista italiano estaba dando cuenta de la institucionalización de las huelgas generales, y por lo tanto de su pérdida de efecto revolucionario. Entonces propone una alternativa. Según sus palabras: “Es necesario buscar otra cosa. Nosotros lanzamos una idea: apoderarse de las fábricas. La primera vez quizá lo harán pocos y el efecto no será muy fuerte; pero el método tiene por cierto un porvenir, porque corresponde a los fines últimos del movimiento proletario y constituye una gimnasia que prepara para la expropiación general y definitiva”[19].
Malatesta esta alertando sobre la ineficacia del método de la huelga general tradicional y propone la radicalización de las medidas a tomar. La huelga general no alcanza, hay que apoderarse de las fábricas, armar la resistencia y ponerlas en funcionamiento por su propia cuenta. Errico Malatesta, en cuanto anarquista, creía en la acción directa de las masas; por eso cuando los obreros comenzaron a tomar las fábricas y a organizar el proceso productivo, él y los anarquistas italianos comenzaron a actuar para que el movimiento se intensifique y se generalice. Mediante los diarios y con su acción personal dentro de las fábricas militaron para que el nuevo fenómeno se haga más grande y se vuelva imparable.
Malatesta sabía de la importancia de estas medidas, “era el derecho de propiedad abolido de hecho, la ley violada en todo lo que sirve para defender la explotación capitalista; era un nuevo régimen, un nuevo modo de vida social que se inauguraba[20].” Era el inicio de la revolución que comenzaba desde las bases y que ponía en sus manos los resortes productivos del país.
A pesar de todos los avances, de la propaganda de los anarquistas y de la actuación de los anarquistas individuales que estaban distribuidos por las fábricas, el movimiento no pudo triunfar. La política de Giolitti, con el consentimiento del Partido socialista –en ese entonces dirigido contra los comunistas- pudo frenar tamaño fenómeno.
Lo interesante de este ejemplo histórico y del artículo escrito por Malatesta es que rompe con una construcción falsa que se hizo de las posiciones anarquistas. Se cree que para ellos, la huelga general es siempre el método a utilizar por el proletariado en la defensa de sus derechos y en la lucha revolucionaria. Malatesta con su escrito muestra que no, para los anarquistas la acción directa es siempre el modo de proceder, pero dentro de éste, hay diferentes y variadas herramientas, cada una de las cuales pueden ser efectivas en un momento histórico e inadecuadas para otro.
[1] Federico Engels: “Los bakuninistas en acción”, en Marx Engels Obras escogidas, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, 1973, Tomo V, p. 387.
[2] Federico Engels: “Introducción”, en Karl Marx Las luchas de clases en Francia, Editorial Claridad S.A, Buenos Aires, 2007, p. 20.
[3] Ibíd., p. 21.
[4]Federico Engels: “Los bakuninistas en acción”, en Marx Engels Obras escogidas, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, 1973, Tomo V, p. 386 y 387.
[5] Daniel Guerin, Rosa Luxemburg y la espontaneidad revolucionaria, Utopía Libertaria, Buenos Aires, 2007, p. 64.
[6] Rosa Luxemburgo: “Huelga de masas, partido y sindicatos”, en Rosa Luxemburgo Obras escogidas, Ediciones Pluma, Buenos Aires, 1976, Tomo I, p. 216 y 217.
[7]Ibíd., p. 223.
[8] “En vez de romperse la cabeza con el aspecto y los mecanismos de la huelga de masas, los socialdemócratas están llamados a asumir la dirección política de la huelga en el período revolucionario. Proveer de línea y dirección a la lucha; disponer las tácticas a utilizar en cada fase y cada momento de la lucha política de modo tal que toda la fuerza disponible del proletariado, ya soliviantado y activo, encuentre expresión en el plan de batalla del partido; cuidar de que las tácticas que resuelvan aplicar los socialdemócratas sean resueltas e inteligentes y nunca caigan por debajo del nivel exigido por la real relación de fuerzas, sino que lo superen; ésa es la tarea más importante de la organización dirigente en una etapa de huelga de masas.”Ibíd., p. 225.
[9] Ibíd., p. 224.
[10] Ibíd., p. 187.
[11] Daniel Guerin, Rosa Luxemburg y la espontaneidad revolucionaria, Utopía Libertaria, Buenos Aires, 2007, p. 64
[12] Rosa Luxemburgo: “Huelga de masas, partido y sindicatos”, en Rosa Luxemburgo Obras escogidas, Ediciones Pluma, Buenos Aires, 1976, Tomo I, p. 187.
[13] Rudolf Rocker: Anarcosindicalismo, p. 58. http://ordenanarquista.files.wordpress.com/2011/10/anarcosindicalismo-rudolf-rocker.doc
[14]Ibíd., p. 59
[15] Ibíd., p. 59
[16] Ibíd., p. 59
[17] Ibíd., p. 59
[18] Errico Malatesa: “La ocupación de las fábricas” en Vernon Richards (compilador) Malatesta pensamiento y acción revolucionarios, Utopía Libertaria, Buenos Aires, 2007, p. 130.
[19] Ibíd., p. 130.
[20] Ibíd., p. 130.