#HerederosDelPasado No aprendemos mas
Diez años atrás Cromañón arrasó con total descaro e impunidad sobre 194 vidas y un país entero. Hubo un antes y un después del 30 de diciembre de 2004. La herida no cicatriza. Cada tanto vuelve a sangrar. Y duele, porque aprendimos a no olvidar. De un tiempo a esta parte, se reforzaron las medidas de seguridad y se tomaron los recaudos necesarios para que boliches y locales estuvieran habilitados para funcionar. Sin embargo, El Personal Fest y la Creamfields fueron los eventos protagonistas de este mes, así como también las bengalas y las irregularidades en los controles de seguridad. Lo que pasó hace una década atrás, pasó. Es irremediable. Pero hablemos de lo que todavía sigue pasando hoy.
Por Nadia Benitez @nabenitez
Una bengala, heridos, fallas en las medidas de seguridad y un berretin de medios con sus informes dudosos, acusadores y colmados de errores. Este fue el saldo que dejaron dos de los eventos más esperados del año en nuestro país: El Personal Fest, la Creamfields, y un sabor amargo que logró colarse entre la algarabía y el disfrute de los espectáculos que se brindaron en ambos festivales.
El pasado sábado 8 de noviembre se realizó la primera jornada del Personal Fest, en el marco de los festejos de su décimo aniversario. Uno de los eventos más anhelados por el público argentino amante del rock internacional. Al igual que el año pasado, el lugar elegido para su desarrollo fue el predio del Club G.E.B.A. ubicado en Figueroa Alcorta (sede de San Martín).
Los platos fuertes de esa noche fueron Artic Monkeys, Echo & The Bunnymen, The Hives y James McCartney. A pesar de que los músicos dieron el show que se esperaba, del lado de los espectadores surgieron otro tipo de quejas. Irregularidades que a esta altura de las circunstancias no pueden seguir descuidándose. Incidentes que, lamentablemente por su reiteración, terminamos naturalizando y a los que ya no deberíamos darle lugar.
El disturbio mayor fue protagonizado por una bengala. Sí, otra vez. Como si no hubiésemos tenido ya suficiente. Pasadas las 21, los integrantes de The Hives, salieron al escenario. El recital se desarrollaba con normalidad hasta que una persona, ubicada en el campo, cerca de las vallas que lo separaban con el VIP, prendió una bengala azul. En un principio, la mayoría de los presentes creyeron que se trataba del típico pogo. Pero esa no fue precisamente la intención.
La gente que se encontraba alrededor del muchacho que escenció la bengala se abrió paso repentinamente. El joven fue repudiado e intentaron sacársela. Entre los forcejeos, el artilugio cayó al suelo y las chispas salpicaron los pies de algunos de los espectadores, que la terminaron apagando a pisotones. El causante del alboroto salió corriendo y se perdió en la multitud. Este es el relato que se repite entre la mayoría de los presentes.
“La bengala existió, no se reportaron heridos. Lo que nosotros hacemos es respetar todas las reglas vigentes de seguridad”, aseguraron desde Fénix, la productora encargada de organizar el evento. “Dentro del predio, la seguridad es privada. Al momento de detectar el incidente, el personal se acercó a la zona, ubicó al responsable y lo retiró del predio”.
Finalmente, la versión de múltiples heridos por la bengala, fogoneada por los medios al día siguiente del hecho, fue desmentida. No hubo mayor caos que éste pero sí sorpresa y un gran susto. De todas maneras, sí existieron otro tipo de fallas. Los concurrentes reclamaron que durante el ingreso al festival no hubo ningún tipo de cacheos a lo que la Productora Fénix respondió que: “El personal de seguridad se encontraba imposibilitado de realizar esa acción, conforme al Art. 230 y 230 BIS del Código Procesal Penal de la Nación, en donde se indica que está prohibida la “requisa”.
Según los artículos 2º y 3º de la Ley 1913, “las empresas de seguridad privada sólo pueden ejercer actividades de seguridad complementarias de la seguridad pública en espacios privados con acceso al público y sólo en lo concerniente a tareas de disuasión, protección de personas, resguardo de bienes, tratando de minimizar sus efectos en caso de que se produzcan”.
Mientras tanto…
De manera simultánea, ese mismo sábado se celebraba la popular fiesta electrónica Creamfields BA 2014 en el Autódromo de Buenos Aires, en el barrio porteño de Lugano. La particularidad, año tras año de este evento, es que jamás pasa desapercibido. Una vez más, la polémica y la conmoción se hicieron eco de este festival que dio para hablar.
Cuando los rumores empezaron a circular, el comunicado hablaba de la existencia de tres apuñalados y un muerto. A la mañana siguiente (domingo 9 de noviembre) los medios de comunicación salieron al campo de batalla para divulgar esta información despertando el horror y la preocupación de la gente. Y claro, sin verificar información oficial, como ya nos tienen acostumbrados. Hasta ese momento, estos datos no habían sido confirmados ni por el SAME, ni por la Policía ni por los mismos organizadores del espectáculo.
Los testigos que asistieron al festival, aseguraron que un joven de aproximadamente 19 años iba corriendo entre el público, hasta que fue alcanzado por otro hombre, quien lo apuñaló en el pecho e hirió también a otras dos personas. De inmediato, el herido fue auxiliado por personas del lugar. Al final, fue trasladado por una ambulancia que arribó 20 minutos después del hecho.
Las redes sociales (Facebook y Twitter) y otros sitios de Internet explotaron ante el desagradable acontecimiento en una fiesta donde las personas asisten para bailar y disfrutar de sus músicos y DJ’s preferidos. Entre los relatos de los espectadores, se asegura que la presencia de la policía disminuyó en la noche y que el registro de mochilas en las entradas del lugar era deficiente.
La productora del evento, 2Net Producciones, colocó en su cuenta de Facebook el siguiente comunicado, en el cual confirman los incidentes de la Creamfields, pero niegan que haya un muerto.
Así, se convalidó la existencia de tres personas apuñaladas, de las cuales dos habrían sufrido heridas cortantes leves y una tercera, con una puntada en el pecho, continuó internada, desechando la aseveración de un muerto por arma blanca.
Otra vez: música y jóvenes, dos festivales multitudinarios, fallas e irregularidades, apuñalados y una bengala. Hoy podemos decir afortunadamente que no es otro hecho que tenemos que lamentar, pero ¿por qué nos tenemos que bancar que en los recitales o en cualquier evento público sigan pasando estas cosas? La idea es disfrutarlo y volver con un buen recuerdo. Sin embargo, sucece que siempre está todo al límite de la tragedia.
Muchos están cansados del discurso de “no olvidar, tener memoria”. Pero cuando incidentes de este estilo se vuelven a repetir, entonces, ¿qué nos queda? El famoso y eterno Cuento de la Buena Pipa. Fastidia bastante la redundancia cuando se termina hablando de lo mismo. El asunto es muy sencillo: comprometerse, tomar conciencia, todos y cada uno como parte de esta sociedad.
No es caer en la hipocresía. Muchas cosas cambiaron y mejoraron desde aquel 30 de diciembre fatídico. Pero otras, hoy, siguen mal, muy mal. Un inconsciente prende una bengala, otro entra con un arma blanca. ¿Y la seguridad? ¿En manos de quiénes estamos? ¿Cómo es posible que la gente asista a un recital con pirotecnia y objetos cortantes? Hace diez años, una bengala mató a 194 personas y el dolor de esa pérdida terminó con unos cuantos más.
Nos convertimos en herederos del “Nunca Más”. Constantemente, suceso tras suceso que forma parte de nuestra historia. Es muy fácil repetir como loros. Pero el resultado está en los hechos y no en las palabras. Seamos constructores de un futuro carente de daños y lamentaciones. Jactémonos con sinceridad de nuestras herencias del pasado y luchemos para no volver a repetirlas.