#DaríoDubois y la vitalidad de la vida

Mucha gente dice insistentemente que toda historia de vida, por más insignificante que haya sido, merece ser contada. No importa lo que esa persona haya logrado, ni siquiera importan los medios de que se haya servido, a lo largo de su existencia, para cumplir con sus objetivos. Ellos repiten, casi maquinalmente, que toda historia de vida debe ser contada. A mi modo de ver, las vidas lúgubres, faltas de pasiones y de esas emociones que dejan estupefacto hasta al espíritu más revoltoso; no solo no merecen ser contadas, sino que, hasta en algún punto, no merecen ser vividas.

Por Facundo Garcia Tarsia para @CorriendoLaVoz_

DuboisDarioPero la historia de Darío Dubois no tiene nada de esto. No se define  por ser triste y monótona, no se caracteriza por carecer de cimbronazos emocionales, mas sobre todas las cosas, lo que hace que esta historia merezca ser contada, es que no se la puede “etiquetar” de ninguna forma. Ningún molde puede albergar semejante embriaguez  -entendida en el sentido nietzscheano-. ¿Cómo hacer para encerrar tanta frescura y espontaneidad en una categoría fría, de análisis psicológico? ¿Cómo hacer para lograr reducir la vida de este personaje entrañable, en una capsula meramente teórica y conceptual? La respuesta a estas preguntas es simple: no se puede. Pero si por alguna caprichosa razón se pudiese, sería un pecado llevarlo a cabo.

Antes de inmiscuirnos de lleno en los aspectos de la vida de “el loco”, como lo apodaban, y en sus anécdotas, que son lo que le permitieron convertirse en el protagonista de este relato, debemos hacer unos muy breves y aburridos –pero necesarios- comentarios acerca de su biografía. Se inició en la primera de Yupanqui, allá por el año 1994,  y a partir de ahí, vistió diferentes camisetas del fútbol de ascenso, como las de Atlético Lugano, Midland,  y Deportivo Riestra. Por cada club que pasaba, Dubois dejaba un recuerdo, tal como hacen los grandes.

Una vez hecho esto, prosigamos con lo que nos interesa. En el año 1998, vistiendo la camiseta de Ferrocarril Midland, Darío Dubois, se pintó la cara al “estilo Kiss”, antes de salir a la cancha a disputar un encuentro. Esta inaudita práctica, se repitió durante 13 partidos,  hasta que la Asociación del Futbol Argentino (AFA) – esa organización despreciable y corrupta que tanto mal le hace al deporte- prohibió que los jugadores disputen un partido con la cara pintada. La razón por la cual  salía a la cancha con esta apariencia, la da el propio Dubios: “Quiero mezclar la música con el fútbol y empecé a hacer esas cosas. Dicen que es una payasada, para mí no. Sentía mucha energía cuando salía a tocar con la cara pintada y cuando fui a jugar al fútbol, ahí también sentía mucha energía” –me permito aclararle al lector, que Dubois también era músico y tocaba en varias bandas, para poder solventar su pobre economía.-.  Cuando fue consultado sobre donde conseguía las pinturas, respondió que se las facilitaba su novia, que era un travesti.

duboisdario1En el bajo Belgrano, nuevamente con la camiseta de Midland, Dubois fue protagonista de la anécdota que más divierte al escritor de estas líneas. Dejemos que la cuente Darío: “Una vez jugando para Midland enfrentábamos a Excursionistas en el Bajo Belgrano. En la segunda falta que hago el árbitro Juan Carlos Moreno me saca la segunda amarilla y cuando me saca la roja se la caen 500 pesos del bolsillo; me zambullí al suelo, agarré la guita y me fui corriendo. Me seguían todos: el árbitro, los jugadores, cuerpo técnico, se armó un quilombo que ni te cuento. Adentro de la manga, rodeado, le dije al juez: ‘Este es el premio que vos me sacas por echarme, hijo de puta’. Al final se lo terminé devolviendo porque sino me daban veinte fechas”. Convoco a cualquier lector, a superar esta maravillosa obra de arte de las anécdotas. Si encuentran una mejor, me comprometo a subirla a esta página.

Como podemos observar, “el loco” no era un tipo reservado, y no era de esos hombres que tienen miedo de sufrir represalias –de cualquier índole- por el hecho de hacer público un acto impúdico, perpetrado por los más pudientes. Fe de esto que acabamos de afirmar, da la anécdota propia del año 2003, que se hizo conocida cuando Dubois declaró, en un programa de radio que se ocupaba del poco comercial fútbol de ascenso (“Ascenso 950”, por radio Belgrano): “El presidente de Juventud Unida (Juan José Castro) nos ofreció plata para perder, para que ellos ganen y para que él entrara en una reelección de San Miguel. Rata inmunda, jugamos gratis e igual queremos ganar y nos ofrecen plata; igual, no la vamos a recibir”. Luego de contar lo sucedido, con  una indignación formidable,   Darío –en la humilde opinión de quien escribe- llegó a una reflexión, a la que muchos intelectuales y pseudo intelectuales de rapiña, generalmente  con un mezquino interés en recibir  algún tipo de prebenda o reconocimiento, no han llegado: “Pero es un político, ¿Qué se puede esperar de él?”  Habitualmente, las preguntas retóricas no deben ser contestadas, pero este caso es diferente. Este interrogante sí merece una respuesta y ésta es: nada bueno.

Desgraciadamente, querido lector, esta historia no tiene un final feliz. Darío Dubois,  ese muchacho que vivía en una de las zonas más humildes de Buenos Aires, ese defensor central que se encargó de desenmascarar a varios personajes ominosos; falleció en marzo del 2008, en el hospital Paroissien del partido de la Matanza, en el que estaba internado desde hacía diez días, a causa de dos disparos –uno en el abdomen y otro en el estómago- que recibió durante una asalto.

“El loco” estará por siempre en el recuerdo de todos los que, en cualquier orden,  pelean contra las injusticias y aman la vida.

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