#Cine Crónicas sexuales de una familia moderna

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Periodista | Escritora | Editora de Géneros y Breve Eternidad | Poeta | Feminista | En mis ratos libres sueño con armar una banda disidente.
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Las inquietudes sexuales de un adolescente virgen de dieciocho años abren la puerta a situaciones que llevan a una madre a replantearse el tratamiento que se le da en la familia a estas cuestiones. Atravesada por distintas generaciones con distintos impulsos, Crónicas sexuales de una familia francesa es un buen punto de partida para preguntarse cuánto decimos y cuánto deberíamos decir en nuestras relaciones familiares, acerca de la sexualidad y de las formas de vivirla que, aún en este siglo, aún en este año, son tabú.

Romain (Mathias Melloul) es un adolescente de 18 años que, a raíz de su virginidad – no conciliable con la promiscuidad de sus amigos – se siente deprimido y marginado. A partir de esto, participa en una especie de desafío viral en la escuela, el de masturbarse y filmarse en plena clase de biología. Y lo agarran. El episodio, humillante y repudiado por las autoridades de la escuela, lleva a su madre, Claire (Valérie Maes) a decidir que el núcleo familiar (conformado por ella, su marido, Romain, su hija e hijo mayores y el abuelo) debe ser más abierto respecto a las cuestiones que atañen a la sexualidad. A partir de acá, los directores del film, Pascal Arnold y Jean-Marc Barr, nos pasean por un recorrido donde los límites se vuelven casi invisibles y las vidas sexuales de los protagonistas comienzan a mostrarse más crudas, con otra honestidad.

Sin ser extremadamente trasgresora, la película detalla de manera magistral las distintas historias que se entretejen y salen como ramas de un mismo núcleo. En una construcción familiar moderna pero a simple vista conservadora, y desde la imagen de la madre, se puede entrever un proceso de apertura mental, casi diría de deconstrucción que apunta a naturalizar una verdad que a veces, casi con pudor, enterramos. Todos tenemos sexo.

Lo interesante es que sin correrse de esta premisa, la película logra postular otra cuestión tal vez más invisibilizada pero no menos fundamental: la sexualidad no gira alrededor del coito. Así, con una carga sexual constante y desde la misma manifestación del coito en todas sus expresiones, nos recuerdan que lo que debe decirse en voz alta sobre el sexo no sólo refiere a la penetración.

Venimos del polvo y al polvo volvemos

Un abuelo. Una madre y un padre. Tres hijos. Una constante. El sexo.

Es curioso que tengamos tan marcadamente reprimida una cuestión que nos atraviesa a todas y a todos. El sexo. El famoso “venimos del polvo y al polvo volvemos”, venimos del sexo y al sexo (¿al? ¿por? ¿a través?) viajamos. Pero tratamos de no mencionarlo en voz alta. Con los años, tal vez, lo convertimos en un tema de conversación entre amigos. Tanto progreso, que ya podemos hasta hablarlo con una persona del sexo opuesto… Pero en familia es otra cosa.

No es novedad, ni nos sorprende, ni nos vamos a hacer las desentendidas, los desentendidos. Me atrevo a decir que casi todas las personas sienten pudor de tocar ciertas temáticas con aquella gente con la que comparten sangre.

No es lo mismo hablar de sexo oral con una amiga que con mamá o papá. Es verdad. Pero ¿por qué?

Desde pequeñas y pequeños esperamos de los infantes que repriman sus instintos sexuales más básicos. Es inevitable entrever en el acto mismo de la sobreprotección una super-sexualización de ciertas actitudes. Así, una niña y un niño jugando se ven, para los padres y las madres, una actitud peligrosa. Pero ¿ellos piensan en sexo cuando lo llevan a cabo? ¿O somos nosotros, ya demasiado alienados, que no podemos entender que puedan no llevar hacia el sexo algo que para nosotros lo define muy bien? Freud se haría un festín.

Ya en la pubertad, las adultas y adultos saben que deben sacar el tema a colación, pero no saben cómo, no se animan, lo postergan, se preguntan para qué, y mientras las niñas y niños se preguntan. Y callan.

En la adolescencia se toca el tema por arriba en la escuela, por arriba en la casa, por arriba en cualquier lugar, salvo en internet y en la tele que de tanto mostrar, sólo dejan una estela de incertidumbre. Así, una piba, un pibe de 15 años, más o menos, sabe del sexo que hay que usar preservativo.

No saben de sexualidad, de sexualidades, de maneras de vivir ese impulso. No saben, porque no es necesario decirles, que hay un montón de cosas que construyen la sexualidad y que aunque el forro sea importante, también deben aprender a descubrir y a disfrutar.

Entonces el sexo es algo peligroso. Algo que se hace con culpa. El pensamiento que predomina no es cómo tocarse o cómo tomarse sino cómo no quedar embarazada, cómo no contraer enfermedades.

Hay que prevenir, está bien. Hay que evitar los embarazos no deseados, seguro. ¿Pero no hay que también estar preparadas y preparados para los cambios corporales del después, para los cambios hormonales, para las sensaciones en el cuerpo? ¿Debemos limitarnos sólo a la asepsia y la anticoncepción?

Imaginen que si pasando por la infancia, por la pubertad y por la adolescencia no se habló nada, hay un montón de cosas que se acumularon. Hablar de sexo es ponerlas en la mesa, y no puede ser cómodo. Hablar de sexo es etiquetarlo frente a quienes nos mendigaron la charla de sexo cuando queríamos preguntar.

La pregunta es, ¿abrir la cabeza, como Claire en la ficción, sirve? ¿Alcanza? Si sirve para ponernos al día e invitarnos a vivir la sexualidad como nos plazca, como nos nazca, como nos guste, ¿por qué no?

Tocar la sexualidad en familia es hacerle saber, como vemos en el film, a aquellas personas con las que convivimos, que nosotros también tenemos nuestras particularidades y que eso no está mal.

Así, las orientaciones sexuales distintas, el sexo con prostitutas de un abuelo, el sexo promiscuo, la masturbación, las primeras exploraciones de un novio con su primera pareja estable, se vuelven más livianas. Y es esta la liviandad que nos acerca la libertad de llamar a las cosas por su nombre, si es que lo tienen. Y sino, inventarlo. O callar. No tener que nombrar a las cosas, si no se sabe qué son o cómo se dice, también carga una inmensa libertad.

Naturalizar la sexualidad es elegir cuándo nombrarla y cuándo no; cuándo explorarla y cuándo no; cuándo limitarla y cuándo no. En fin. Naturalizar la sexualidad es liberarnos. ¿Y qué mejor que empezarlo en casa, desde la primera educación?

FICHA TÉCNICA

Nombre Original: Chroniques sexuelles d’une famille d’aujourd’hui

Estreno: 9 de Mayo del 2012 (Francia)

Reparto: Mathias Melloul. Valérie Maës. Stephen Hersoen. Nathan Duval. Laila Denio. Yan Brian. Adeline Rebeillard.

Director: Pascal Arnold y Jean-Marc Barr

Género: Costumbrista. Comedia. Drama.

 

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