#Cine Estereotipos de género en el cine argentino

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Laura Palau
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Laura Palau

Redactora at Corriendo La Voz
Editora de Lado Nerd. Co-editora de Cultura.
Feminista. Fanática de Harry Potter. Amante de los libros, la radio, el cine y las series. Periodista y futura comunicadora.
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Los estereotipos de género aparecen en todos los ámbitos de la sociedad. Desde que somos niñas y niños, las adultas y adultos nos dicen cómo se debe comportar cada uno de acuerdo a su sexo biológico. Estos mandatos sociales no sólo se reproducen en el hogar, sino también en las instituciones, en los medios de comunicación, o a través de las industrias culturales. En este sentido, una de las grandes maquinarias reproductoras de estereotipos es el cine. Para demostrarlo, no hace falta mirar hacia Hollywood. En 2017 se estrenaron dos producciones argentinas que dieron el pie para hablar del tema: Mamá se fue de viaje y El fútbol o yo.

El hogar y la familia: asunto de mujeres

Mamá se fue de viaje se estrenó en julio, y funcionó como comedia ya que es un film entretenido de principio a fin. Las actuaciones de los protagonistas más pequeños, se llevaron casi todos los aplausos. Sin embargo, la película no se aleja de los estereotipos en torno a los roles clásicos establecidos dentro de una familia tradicional. Vera, la madre, interpretada por Carla Peterson, es la ama de casa que dedica cada minuto de su día a la familia: cocina, lava, lleva a los chicos al colegio, sabe todos los horarios de la casa, y demás tareas domésticas. Antes de ser madre, era abogada y soñaba con viajar por el mundo. Victor, el padre, interpretado por Diego Peretti, está ajeno a todo lo vinculado con el hogar. La mayor parte de su vida esta destinada a los negocios y a la empresa en la que trabaja.

Estos extremos están tan marcados en la historia que el quiebre se produce cuando Vera, agotada física y emocionalmente del trabajo doméstico y maternal, decide tomarse unas vacaciones lejos de su familia. Decide cumplir su sueño de viajar. El desarrollo de la película, prácticamente son las consecuencias de la decisión de Vera, en la vida de Victor, el empresario que debe hacer a un lado su trabajo para dedicarse a sus hijos a tiempo completo. El humor lo encontramos en la inoperancia, no solo del padre de familia, también de los hijos, acostumbrados a depender de la madre en todo momento.

Algunos críticos consideran que la película busca romper el machismo instalado en la familia, al poner el foco en una madre que se desprende de las tareas maternales y domésticas, por un tiempo, mientras que un padre aprende a cumplir ese rol. Hablamos de una mujer que había decidido, por su cuenta, dejar la abogacía para dedicarse a sus hijos. Y hacia el final de la película, cuando vuelve del viaje, se da cuenta que ya no quiere ser ama de casa a tiempo completo. Sin embargo, es difícil hacer una crítica a los roles asignados cuando la fórmula que se aplica es la tradicional que reproduce los estereotipos de género dentro de la familia. La trama se encierra en lo “anormal”: un papá que se sumerge a la fuerza en un ámbito ajeno a él, un ámbito que empieza a conocer y le permite conectarse con sus hijos. Al final de cuentas, un lugar en el que no encaja, pero debe hacerlo, por el bien de todos. A todo esto, se suma el hecho de que quienes lo ayudan con las tareas son dos mujeres: la que se encarga de la limpieza, y la niñera.

El fútbol: asunto de hombres

Un mes después, llegó a los cines argentinos El fútbol o yo, protagonizada por Adrián Suar y Julieta Diaz. La historia gira entorno al matrimonio de Pedro y Verónica. Él es un adicto al fútbol, motivo por el que la relación con su esposa entra en crisis. Por lo tanto, debe comenzar una rehabilitación para volver a conectarse con su familia, en especial, con Verónica.

Volvemos a caer en la asignación de roles dentro de una familia tradicional. Un padre que trabaja en una empresa, y una madre que se dedica a la repostería, y que siempre soñó con tener un local de tortas, pero los hijos y sus compromisos la convirtieron en madre a tiempo completo (figurita repetida). A esto se suma el hecho de que él es un apasionado del fútbol, mientras que ella no hace otra cosa que reprocharle más atención. El nombre de la película ya forma parte de las frases estereotipadas en las parejas, cuando la mujer no comprende la pasión por el fútbol de su novio/esposo, porque es un ámbito ajeno a ella, un ámbito que, al parecer, no pueden compartir.

Los creadores del film aclararon que la adicción de Pedro es una exageración y una “excusa” para poner el foco en una crisis de pareja, en la falta de conexión. Sin embargo, para llegar a tal fin, recurrieron a la reproducción de estereotipos: no sólo que el hombre sea el fanático del deporte, también que la mujer sea la que insista en más atención, “la cotorra que no deja de molestar”, en la jerga popular. Además, en más de una ocasión, los actores comentaron que muchos hombres se sentirían identificados con Pedro, y muchas mujeres con Verónica, lo cual demuestra que aún circulan ideas que remarcan la incompatibilidad del fútbol con las mujeres.

En el siglo XXI uno creería que ya no hay motivos para distinguir ciertas actividades como femeninas y otras masculinas, pero en las redes sociales, por nombrar un ejemplo, cada vez se hace más evidente que todavía hay personas que creen que las mujeres no deberían opinar sobre fútbol, así que muchos menos, practicarlo. En El fútbol o yo, hay una chica que es tan fanática del deporte como el protagonista, pero el personaje está totalmente sexualizado y al conservar toda su “femineidad” es vista como una “reliquia”, como una oportunidad única para los hombres, que obviamente Pedro debería aprovechar. Porque, al parecer, las mujeres a las que les gusta el fútbol, se corren del canon femenino. Pero si llega a estar buena, es un golazo.

La distinción entre sexo y género

Para entender de qué se tratan los estereotipos de género, es pertinente hablar de Simone De Beauvoir, una de las feministas pioneras en afirmar que la sociedad, y no la naturaleza o la biología, crea lo que se conoce como “femenino”. Con su frase: “No se nace mujer, llega una a serlo”, en 1949, De Beauvoir hizo una aproximación a la definición de género, término que en la década del 70 se convertiría en un instrumento fundamental para la segunda ola del feminismo.

Durante muchos años, se instaló la idea de que hombres y mujeres asumían sus roles y funciones dentro de la sociedad por mandato biológico. El hombre, por naturaleza, debía ser el jefe de la familia, fuerte y varonil, y la mujer, también por naturaleza, estaba destinada a la maternidad y a las tareas domésticas. Si tiene útero, su función es ser madre, por lo tanto, debe cuidar a los hijos. Entonces, ¿por qué no también al marido, si es biológicamente comprensiva y abnegada?

Cuando se incorpora la distinción entre sexo y género, se produce un quiebre en esta creencia, al menos en el ámbito académico. Si bien el origen biológico establece diferencias entre ambos sexos, no provocan comportamientos, pues no hay características de personalidad exclusivas de uno, y ambos comparten rasgos y conductas. El sexo se define como los rasgos biológicos del ser macho y hembra, mientras que el género es una construcción social que determina lo femenino, como lo propio de las mujeres, y lo masculino, como lo propio de los hombres. De esta forma, la sociedad crea las ideas de cómo se debe comportar una mujer y cómo lo debe hacer un hombre. 

Estas identificaciones son difundidas a través del aprendizaje social o proceso de socialización, creando de esta manera los estereotipos de género. Según el INADI, los estereotipos son ideas, creencias, opiniones y juicios preconcebidos, transmitidos a través del medio social y de la cultura. En muchas ocasiones buscan fundamentos en motivos biológicos o genéticos, y habilitan representaciones negativas con relación a determinados grupos o personas, dando lugar a actos discriminatorios. De esta manera, el papel de la mujer queda reducido a la “sombra del hombre”, “ama de casa”, “esposa domesticada”, “amiga comprensiva” y “madre abnegada”.

¿Dónde están las mujeres en el cine argentino? (*)

En 2014, el Instituto Geena Davis (Gender Bias Without Borders) publicó una investigación sobre Género en los Medios, con el objetivo de explorar las representaciones femeninas en el cine internacional. Para eso, analizaron las diez películas más vistas de los once mercados más rentables a nivel mundial (Alemania, Australia, Brasil, EEUU, China, Corea del Sur, Francia, India, Japón, Reino Unido y Rusia), aptas para menores de 13 años y emitidas entre el 1 de enero de 2010 y el 1 de mayo del 2013.

Según los resultados, sólo el 30,9% de los personajes con líneas de diálogo eran femeninos (con una variación de un mínimo de 23,6% a un máximo de 37,9%), pese a que las mujeres representan cerca del 50% de la población mundial. A su vez, sólo el 23% de las películas evaluadas tenían personajes femeninos como protagonistas. Las mujeres también estaban subrepresentadas en la pantalla en relación a su participación en la fuerza de trabajo y eran estigmatizadas en varios aspectos físicos y sociales, además de ser minoría en todas las funciones principales detrás de las cámaras.

A partir de estos datos, investigadoras argentinas se propusieron averiguar qué sucedía con las representaciones de género en el cine más visto de Argentina, el 15º mercado más rentable de cine a nivel mundial. Durante la Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género – MICGénero – en CABA, el 11 de noviembre de 2016, Bárbara Duhau y Taluana Wenceslau, de Un Pastiche, junto a la colaboración de Georgina Sticco y Carolina Villanueva, de GROW Género y Trabajo, presentaron el informe llamado Representaciones de Género en el Cine Argentino: un análisis de los personajes femeninos en las películas argentinas más vistas, en el que analizan las películas argentinas más vistas entre 2010 y 2013. Algunos resultados claves de la investigación fueron:

Las mujeres están subrepresentadas en la pantalla argentina

Del total de 294 personajes que hablan o tienen nombre en las películas analizadas, el 37,4% son femeninos y el 62,6% masculinos. Es decir, una proporción de 1 personaje femenino por cada 1,7 masculinos. De los personajes protagónicos o co-protagónicos, sólo el 30,7% está compuesto por mujeres.

Hay muy pocas mujeres detrás de cámara en el cine argentino

Sólo el 10% de directores/as, el 22% de guionistas y el 19,6% de productores/as de las películas argentinas evaluadas son mujeres. Por cada mujer que está detrás de cámara, hay 4,3 varones.

Los personajes femeninos están mucho más objetivados sexualmente que los masculinos

En la muestra del cine argentino evaluado, las mujeres aparecen 15 veces más que los varones en atuendos sexualmente atractivos, y 3 veces más en desnudos parciales o totales. A su vez, el 14% de los personajes femeninos recibe comentarios sobre su aspecto en la pantalla, mientras que esto le sucede sólo al 2% de los personajes masculinos

En el cine argentino las mujeres están subrepresentadas como fuerza laboral

Menos de una cuarta parte de la fuerza laboral que aparece en pantalla son mujeres (24,3%). Pero en Argentina, las mujeres constituyen aproximadamente el 41% de todas las personas ocupadas.

Las mujeres interpretan el doble de personajes en el rol de cuidado que los varones

En las películas argentinas, es dos veces más probable que los personajes femeninos sean representados como madres que los masculinos como padres.

Las personas con orientaciones sexuales o identidades de género diversas están subrepresentadas en el cine argentino

Solo 1% de los personajes femeninos y 2,35% de los masculinos aparecen como expresamente homosexuales, y ninguno es representado como bisexual, tomando en consideración que la orientación sexual de la mayoría de los personajes no es declarada o expresa. En cuanto a la identidad de género, solamente aparece una mujer transgénero, interpretada por un actor varón (en la película Viudas).

El propósito de la investigación es apuntar a un cambio, y para eso, es necesario apoyar al cine creado por mujeres. En 2017 se estrenaron dos joyas argentinas, dirigidas por dos mujeres: Alanis (Anahí Berneri) y Zama (Lucrecia Martel). La primera fue galardonada en el Festival de Cine de San Sebastián con dos premios, la Concha de Plata a Mejor Actriz (para Sofía Gala) y Mejor Directora, convirtiendo a Berneri en la primera directora de habla hispana y la segunda en la historia en recibir tal reconocimiento. Por su parte, Zama fue preseleccionada a los premios Oscar como mejor película extranjera y nominada a mejor película iberoamericana en los premios Goya.

Como mencionábamos antes, el cine es uno de los medios reproductores de los estereotipos de género. Si bien apoyamos a la industria nacional, también le exigimos que se libere de las ataduras del machismo. Ser madre no significa estar encerrada en las tareas domésticas, ser padre no significa ser un inoperante en cuestiones del hogar y la familia, ser mujer no te convierte en una “anti-fútbol” ni en una “novia/esposa pesada”. En definitiva, ser persona te habilita a ser lo que quieras, sin prejuicios ni limitaciones. Mientras se sigan reproduciendo ideas conservadoras que engloban a la mujer, al hombre y a la familia, más lejos vamos a estar del camino de la deconstrucción. Pero el cine y, los medios de comunicación en general, no son los únicos que tienen que cambiar la mirada, en el hogar y en las instituciones, también hay mucho para transformar.

(*) Fuentes
Cine argentino y género – Un pastiche
Presentamos el informe Mujeres y Cine Argentino – GROW

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