Caputo en el Congreso: la offshorización de la política al desnudo

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Pedro Lacour

Pedro Lacour

Periodista | Columnista en Misiones Opina | Colaborador en #CLV | Sociólogo de la Universidad de Buenos Aires
Pedro Lacour

Abril de 2016. El lobby del hotel Royal Palace de Manhattan se encontraba casi vacío. Además de la presencia de un puñado de periodistas, en la recepción sobresalía la figura de Alfonso Prat-Gay levemente recostado en un sillón tan largo como él. De repente, el por entonces jefe del equipo económico de Cambiemos se levantó de un salto y corrió al encuentro de su grupo de colaboradores. Llegaban con la noticia más esperada: la Cámara de Apelaciones de Nueva York había fallado a favor de la Argentina en el litigio con los fondos buitre.Una serie de fotos inmortalizaron el momento. Muestran a un Prat-Gay exultante, fundiéndose en un abrazo con el principal negociador de todas esas semanas: su amigo y otrora secretario Luis “Toto” Caputo.

Cuadro orgánico del capital financiero, Caputo comparte con el ex ministro Prat-Gay las buenas relaciones que supo tejer durante años con un amplio abanico de banqueros y hombres de negocios de todo el mundo. Es un atributo que le permitió cumplir un rol central en el pago a los buitres, puntapié para el retorno de la Argentina al mercado internacional de créditos. “Es el Maradona de las finanzas”, lanzan aquellos que trabajaron bajo su tutela en el Deutsche Bank, cuya filial local presidió entre 2003 y 2008. En la Casa Rosada coinciden con la definición: para Mauricio Macri, Caputo es un imprescindible. Su ascenso al interior del Gobierno no deja de tener una razón estratégica: representa una pieza clave del engranaje que mantiene el delicado equilibrio de la macroeconomía argentina, una garantía de sustentabilidad para el tan mentado gradualismo.

La presentación del ministro de Finanzas ante la Comisión Bicameral de seguimiento de la deuda externa mantuvo expectante a la opinión pública desde que, a mediados de marzo, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, aceptara el pedido de la oposición para que el funcionario sea citado a rendir cuentas en el Congreso. Finalmente, la reunión tuvo lugar esta semana. En medio de los escándalos ligados a su vinculación con sociedades en paraísos fiscales omitidas en su declaración jurada y cuestionado por el acelerado aumento del endeudamiento externo –desde la llegada de Cambiemos al poder, el mismo ascendió un 35%–, las preguntas de los diputados y senadores acorralaron a Caputo con fuertes reproches. El ministro repitió durante más de cuatro horas que “el tema de las offshore no es delito”, que son “como una caja de seguridad” y que la cuestión es “tenerlas declaradas”.

La offshorización de la política se convirtió en una marca de época del gobierno de Cambiemos. Es un asunto espinoso ya que roza uno de los principales ejes del relato oficial: la transparencia y la condena a la corrupción.“Las offshore se usan porque son jurisdicciones impositivamente neutras, para muchos inversores esto facilita mucho todo porque el concepto es que cada inversor paga impuestos en su jurisdicción y no tiene que entrar en este tema de doble jurisdicción”, justificó Caputo este miércoles ante la Bicameral. Y reiteró que no debía declarar su participación en esas sociedades porque solo actuó como “fiduciario” a nombre de un tercero y no como propietario de las acciones. En marzo pasado, la empresa offshore Noctua Partners reconoció que el actual ministro de Finanzas fue su “dueño indirecto”, su “accionista indirecto” y que, por lo tanto, tuvo “control” sobre la compañía hasta el 25 de noviembre de 2015, apenas dos semanas antes de asumir como funcionario. Esta información contradice lo expuesto por el propio Caputo. Y no sólo eso: revela que, al asumir, ocultó su condición de accionista de sociedades offshore creadas para administrar cientos de millones de dólares en paraísos fiscales. Noctua se encuentra a cargo de fondos de inversión con sede en Islas Caimán y está registrada en Estados Unidos, con sedes en Miami y Delaware.

Gobierno offshore

Las cuentas offshore son la maniobra de evasión impositiva más utilizada mundialmente. En una estimación realizada en septiembre de 2017, el National Bureau of Economic Research (NBER) calculó que una décima parte de la riqueza del mundo se encuentra en paraísos fiscales. Esa proporción asciende a un 15% en Europa, pero llega casi hasta el 60% en el Golfo y algunos países latinoamericanos. Argentina está quinta en el ranking mundial de países con más dinero en cuentas offshore, detrás de Rusia, Arabia Saudita, Venezuela y Emiratos Árabes Unidos. Es dinero que, claro, no tributa al fisco nacional. Para el NBER, hay 220.000 millones de dólares de argentinos en cuenta offshore. Esto representa el 40% del PBI nacional. Un monto que, si hubiese pagado impuestos, habría significado para el Estado 21.406 millones de dólares sólo en 2016, lo que, en el cambio actual, equivale al 4,4% del producto.

Lo cierto es que Caputo no es el único miembro del Gobierno involucrado en esos negocios. De un tiempo a esta parte, con la difusión de escándalos como Panamá Papers y Paradise Papers, se conoció que un número considerable de funcionarios de Cambiemos se ven afectados por potenciales conflictos de intereses. Uno de ellos es el mismísimo Presidente, quien figura como director de dos empresas (Fleg Trading LTD y Kagemusha SA) junto con su padre, Franco, y su hermano, Gianfranco. Otro caso es el del Ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, quien se desempeñó como director, mientras se encontraba al frente de Shell, de al menos dos empresas en paraísos fiscales. Ya como ministro, una de ellas, Shell Western Supply and Trading Limited, ganó licitaciones por más de 150 millones de dólares. Situaciones similares mantienen Fernando De Andreis, secretario General de la Presidencia; el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Pablo Clusellas, y Gustavo Arribas,  jefe de la Agencia Federal de Inteligencia e implicado en el escándalo internacional Lava Jato, apuntado como posible receptor de coimas por parte de la constructora brasileña Odebrecht.

Todo ciclo de endeudamiento externo en la Argentina viene acompañado de un factor inevitable: la fuga de capitales. Son dos caras de una misma moneda. Históricamente, los dólares, así como ingresan al país, se van. Y las sociedades offshore están en el centro de ese mecanismo. Como se encargan de remarcar Santiago O’donnell y Tomás Lukin en su libro ArgenPapers, la fuga es una práctica sistemática del gran empresariado argentino. En un gabinete cuya plana mayor está constituida por ministros que provienen del ámbito privado, no sorprende que muchos conserven su patrimonio depositado en cuentas en el exterior. Aunque deban ser ellos los primeros en dar el ejemplo y mostrar que guardan, al menos, un mínimo grado de confianza en la gestión que están llevando adelante. ¿Habrá que tomarle la palabra a Aranguren?

 

Columna para Misiones Opina

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