Brasil, el Mundial y los escuadrones de la muerte
Las estadísticas son alarmantes, criminales: desde 2007 —cuando Brasil fue elegido como anfitrión de la Copa del Mundo—hasta 2012, la policía en Río de Janeiro mató un promedio de 885 personas por año. En el área de asentamientos Metro Do Mangueira, situada justo a la entrada del Maracaná, 600 familias fueron desalojadas para la construcción de un estacionamiento para el mundial.
Por Daniel Mecca
Fuente: revistaelotro.wordpress.com
Las estadísticas son alarmantes, criminales: desde 2007 —cuando Brasil fue elegido como anfitrión de la Copa del Mundo—hasta 2012, la policía en Río de Janeiro mató un promedio de 885 personas por año. En el área de asentamientos Metro Do Mangueira, situada justo a la entrada del Maracaná, 600 familias fueron desalojadas para la construcción de un estacionamiento para el mundial.
A cinco kilómetros del Maracaná, en la favela de Providencia, 150 familias fueron desalojadas a la fuerza para derrumbar sus casas y construir un teleférico para turistas. Según organizaciones no gubernamentales, se estima que cerca de 200 mil personas sean desalojadas a la fuerza por construcciones relacionadas al Mundial.
Hay más datos: Fortaleza, sede de seis partidos del Mundial, y que cuenta con 3 millones de habitantes, es la quinta ciudad más desigual en el mundo, donde el 7% de los más ricos son dueños de un cuarto de las riquezas de la ciudad. Fortaleza, además, es la más séptima ciudad más violenta del mundo, con 73 asesinatos por cada 100 mil habitantes. El Estado de Ceará, donde está ubicado Fortaleza, invirtió más de 110 millones de euros en la reconstrucción del estadio de fútbol. Esto equivale, aproximadamente, a la misma suma que el Estado ha invertido allí en escuelas públicas en los últimos cuatro años.
Estos datos se desprenden del documental “The Price of the World Cup” (que compartimos debajo de este artículo), realizado por el periodista y documentalista Mikkel Keldorf Jensen. Pero, sobre todo, un hecho escalofriante atraviesa —estremece— los casi 30 minutos del documental: la denuncia de la vigencia de escuadrones de la muerte que exterminan niños pobres de las calles de Fortaleza, en Brasil, en pleno gobierno de la ‘progresista’ Dilma Rousseff.
Grupos de exterminio
“Comenzaron a haber en las ciudades grupos de exterminio, disparando a los niños durmiendo en la calle. Niños y adultos también. (Lo hacían) para propagar una señal de terror, para que esas personas dejen las calles. Dos (de los chicos) estaban durmiendo con otros seis amigos, niños y niñas, en la fachada de una farmacia en una avenida conocida en Fortaleza, la avenida Joao Pessoa. Entonces un auto negro paró en la noche, bajó el vidrio, el famoso “carro preto” como le llamamos aquí en Brasil y les disparó a todos. Cuatro niños fueron baleados, dos murieron. Dos eran hermanos, los otros aún están en el hospital”.
El testimonio, expresado en este documental, corresponde a Manoel Torquato, coordinador de un proyecto nacional en Brasil cuya traducción al castellano es “El niño no es de la calle”. El coordinador social agregó que “los organizadores en Brasil no quieren que los turistas y la prensa internacional —que todos los vengan al torneo de la FIFA— vean el lado pobre y desigual de nuestro país”.
Torquato denunció, además, que el año pasado dos organizaciones que trabajaban ayudando a chicos de la calle tuvieron que cerrar sus puertas porque no recibieron más fondos. Uno de ellos ayudaba a niñas que estaban en la calle en situación de explotación sexual. Al cerrar el lugar, las niñas debieron regresar a la calle, es decir a la explotación y la prostitución.
El poder detrás de los crímenes
Otros testimonios certifican las denuncias sobre los escuadrones de la muerte. Marcelo Freixo, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Río de Janeiro, sostuvo: “En la mayoría de los casos son personas del sector de seguridad pública, policías o militares. Son contratados por empresarios, por personas del poder local para realizar un servicio de exterminio, para matar asaltantes, personas de la calle, aquellos indeseables”. Y agregó que “los líderes de estos escuadrones de la muerte a menudo representan al gobernador local, concejales electos o el alcalde”.
En tanto, el profesor danés Karl Erik Schollhammer, quien vivió en Brasil durante 26 años y es autor del libro “Escena del crimen”, sostuvo en el documental que no le sorprende que los escuadrones de la muerte operen en Fortaleza poco antes de la Copa del Mundo. “No es tan obvio como solía ser. En los noventa, en Río de Janeiro, las tasas de asesinato alcanzaron cifras astronómicas. Ahora está más bajo control aquí en Rio de Janeiro y Sao Pablo, pero, en contrapartida, ha explotado en el norte de Brasil, especialmente en Fortaleza, Recife, Natal, Manaus, lugares donde antes no había crimen organizado. No estoy en absoluto sorprendido de que aún exista”.
En Brasil, durante 1990, los escuadrones de la muerte asesinaron a 445 niños en Río de Janeiro. En ese momento, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) había revelado además que el 63% de los niños de nueve a 12 años que murieron en ese país en 1989 fue asesinado (El País, 9/01/1991).
Casi 25 años después, Torquato expresó en el documental que, según datos relevados por organizaciones locales de Fortaleza, registraron 121 niños muertos en estas condiciones durante 2013. Las autoridades de Fortaleza respondieron al documentalista, en un correo electrónico, que “no hay registros de muertes violentas de niños en situación de calle”.
El documental, asimismo, presenta otra grave denuncia: se trata de la historia de Amarildo, un albañil que fue torturado y desaparecido en 2013 por la policía “pacificadora”. El hecho ocurrió en Rocinha, la favela más grande Río de Janeiro. A Amarildo lo acusaron de narcotraficante, pero nunca pudo probarse esa acusación en la Justicia.
“La descalificación de víctimas es una tradición en Brasil. Se utilizó con más fuerza en el gobierno militar en los años setenta para el proceso de transformar víctimas en enemigos en el ambiente social, para así poder legitimar estas desapariciones u homicidios”. El testimonio es de un policía, Orlando Zaccone, quien formó parte del inicio de la investigación de este crimen y que fue transferido a otro Departamento. 25 oficiales están acusados por el caso Amarildo.
Una investigación que realizó el sociólogo Fábio Araújo, de la Universidad Federal de Río de Janeiro, reveló que hubo 91.807 desapariciones registradas entre 1991 y mayo de 2013 en Río de Janeiro. En 2011, el registro menciona 5.482 casos y en 2012, otros 5.934. La mayoría de estas personas eran hombres y habitantes de favelas o de suburbios pobres (Inter Press Service, 17/08/13).
“La actuación policial es violentísima, así como la de las milicias (bandas parapoliciales o paramilitares dedicadas a la extorsión y el crimen) y la del narcotráfico. Esos actores ora disputan ora colaboran para hacer desaparecer cuerpos”, denunció Araújo.
“Este es un país de impunidad en lo que atañe a los delitos contra la vida. Miles de personas desaparecen y las autoridades no se preocupan por su paradero. Muchos ni siquiera llegaron a ser registrados en las comisarías, y algunas de esas prácticas son ejecutadas por policías”, denunció ante Inter Press Service el presidente de la organización no gubernamental Río de Paz, Antônio Carlos Costa.
Costa sostuvo que la cantidad de asesinatos es mayor que la difundida, y que hay cementerios clandestinos dispersos en la región metropolitana de Río de Janeiro (IPS, 17/08/13).
La tierra y la calle
Los testimonios, en el documental, aprietan las gargantas. Uno de ellos es de Neuzimar, una mujer que, al momento de filmado el documental, estaba por ser desalojada de su hogar en Providencia para la construcción del teleférico. “Cuando veo esto aquí siento desesperanza. Es como si estuviera con el pecho angustiado, sofocado”. Y sigue: “No estoy relajada para retomar mi vida y vivir normalmente, para ir a trabajar, conseguir mi pan en paz. Tienes que luchar. Es tu tierra, tu casa, si entrego mi casa, ¿dónde voy a vivir?”.
Minutos después aparece Igor en imagen, un chico de apenas 15 años que pasa sus días y sus noches en la calle. Igor mira la cámara. Mira el piso. Pierde la mirada.
—¿Cómo es vivir en la calle aquí en Fortaleza?, le pregunta el documentalista.
—Es la ruina, porque siempre tengo hambre y sed y no tengo donde dormir.
La militarización del Mundial y las huelgas
El brutal crimen de un joven a manos de la policía provocó recientemente una pueblada en Río contra las fuerzas de seguridad. “Los vecinos de los suburbios se manifiestan hoy con más ira, emprendiéndola a pedradas contra las unidades policiales, a las que acusan de violar sus derechos, incendiando vehículos, montando barricadas y cortando calles y avenidas. La mecha ha prendido con fuerza y el martes por la noche el fuego llegó a un barrio cuya seguridad se considera crucial para la organización local de la Copa del Mundo”. El País (23/4).
No debe sorprender que en Brasil, por el mundial, se movilizarán 180 mil agentes de seguridad, incluyendo personal de seguridad privada y de las Fuerzas Armadas. La mayor parte del gasto en seguridad se ha destinado a la compra de armamento y parte del personal ha sido entrenado por una empresa paramilitar norteamericana acusada de masacre de civiles en Irak (Prensa Obrera, 30/04/14)
Éste es el contexto en el que Brasil se prepara para recibir el Mundial, mientras se vive la ola de huelgas más grande desde finales de la década del setenta e inicio de los ochebta. El movimiento MTST, los “sin techo”, realizó el pasado 8 de mayo manifestaciones con bloqueo de avenidas y rutas, con miles de personas de movilizadas en ocho estados a la vez. Recordemos, además, las masivas protestas del pueblo frente a la Copa de las Confederaciones.
Durante las últimas horas, el gobierno de Rousseff salió a exhibir el material de sus fuerzas represivas: efectivos del Ejército, de la Policía y del Cuerpo de Bomberos realizaron ante la prensa un simulacro en una estación céntrica, donde hicieron un procedimiento como si estallara una bomba radioactiva.
Un día antes, la Policía Militar de Río desplegó frente al turístico Pan de Azúcar numerosos efectivos equipados con caballos, perros adiestrados, helicópteros, lanchas, diversos vehículos y uniformes antidisturbios. Se sumará ahora un contingente adicional de 1.600 policías recién graduados que comenzarán a patrullar las calles de Río en un avance de despliegue armado que se verá durante el Mundial (El País, 2/06/14).
Denuncias de escuadrones de la muerte que asesinan chicos de la calle, desalojos masivos y militarización del país: el Mundial ya arrancó en Brasil para los condenados de la tierra.