Arma de Instrucción Masiva
Un artista tomo el toro por las astas y saliendo de tupper cultural que a veces nos dictan la tv y las estructuradas paredes de museos y bibliotecas, decidió salir a recorrer caminos diversos con el sólo fin de regalar libros y fomentar el desarrollo de una imaginación más presente y activa.
Por Sabrina Campos
Es sábado en Buenos Aires, y pasada la medianoche, hordas de personas corren con un librito en la mano de color amarillo (obvio), con el afán de entrar a una decena de museos repletos de visitantes que probablemente seguirían de largo al pasar por sus puertas digamos, un sábado a la tarde. Caminan ensimismados, peleándole al viento frio que sorprende en medio de noviembre, hasta que en la esquina de Independencia y Perú, algo irrumpe y logra sacarlos de ese estado de pseudo urgencia cultural que los rodea.
Un tanque.
Un tanque de guerra, claro.
Un tanque de guerra cubierto con libros.
¿Con qué? Con libros.
Se trata, nada más y nada menos, de un Arma de Instrucción Masiva (ADIM)
La idea es simple, pero por algún motivo resulta sorpresiva, innovadora, soy testigo fiel de que nadie sabe muy bien qué hacer cuando el ADIM se acerca. Digamos que estas parado en la calle y te dan un volante, lo agarras, quizás lo miras, posiblemente lo tires. ¿Qué pasa entonces, cuando la misma situación se repite pero con alguien regalándote un libro? Las reacciones son variadas, risitas incómodas, gente que se aleja de ese “loco” que aparece en un tanque con lanzallamas incluido, alguno se tira de lleno sobre los ejemplares, y otros timidones aprovechan y lo siguen.
-¿Cómo te surgió la idea?
- Antes pensaba que un mundo mejor es posible, ahora pienso que un mundo posible es mejor.
Ok, este tipo no sólo regala los libros, sino que leyó más de un par, y adquirió una interesante cintura para responderme vagamente y abandonarme en el afán de seguir repartiendo libros a los pasajeros del 8 estacionados en un semáforo, mientras repite enfáticamente “Sólo uno por persona, para que alcancen para más personas!”.
La historia cuenta que el artista y restaurador Raúl Lemesoff se pudrió de la quemadera de cocos que sabe representar la televisión local, y puso primera a su Ford Falcon modelo 79’ convertido en tanque, con el fin de acercar nuevas historias a distintas comunidades del país, barrios carenciados, escuelas e instituciones, además de sacar a transeúntes citadinos de la rutina, regalándoles un libro. Se trata de un estímulo a la imaginación y la creatividad, un signo de protesta a la idiotización mediática, una puerta a la posibilidad de imaginar y no deglutir de forma permanente, ideas preconcebidas por otros.
He aquí una paradoja interesante de esa noche: luego de ver un tanque de guerra real –Arma de destrucción masiva- en el jardín del Ministerio de Defensa, coronado por un cartel que pregonaba “Testimonios de Paz”, encontrarse con un Ford Falcon de los verdes, de esos que supieron transformarse en una postal siniestra de la última y nefasta dictadura militar del ’76, transformado y forrado de estantes, repleto de cuentos y relatos que nada tienen que ver con ese pasado doloroso, y reinventado en un Arma de Instrucción Masiva, es por lo menos, un tanto alentador.
“Cuando me topé con el tanque, entendí a qué se refería el realismo mágico”, dice Adriana Blanco sosteniendo un ejemplar elegido luego de revolver estantes. “El libro que me regaló este tipo es único, pero no por el libro en sí, sino por la movida de la que viene, la intención que lo envuelve”, agrega mientras se va, ojeando algunas páginas. El librito amarillo, que proclama que van a estar buenos los museos –sólo por una noche- queda felizmente relegado en la cartera.
Inevitablemente la gran mayoría de la gente lo mira como quien mira a un loco (y él lo sabe), esperando que les venga a pedir algo a cambio por el libro seleccionado. Pero así se quedan, mirándolo irse, con el regalo en las manos.
La obra de Lemesoff fue declarada de interés cultural en 2011 por la Legislatura porteña, sin embargo, más allá del reconocimiento, la realidad dice que el ADIM no logra recorrer todos los caminos que quisiera por falta de presupuesto para cubrir la nafta, y sigue nutriéndose de donaciones de libros con el fin de seguir andando y abriendo cabezas.
Un tanque.
Un falso tanque de guerra, reinventando un tristemente histórico Ford Falcon.
Un tanque regalando libros.
Libros repletos de relatos latentes.
Cabezas que se abren, piensan, imaginan y trascienden.
Y un loco, que se retira raudamente echando llamas de su Arma de Instrucción Masiva, mientras en las manos de los sorprendidos, ya queman algunas nuevas historias.