36 arritmias de chocolate
Se pueden contar por miles los libros que hablan de amor, llanto, pérdidas, ilusiones, entre otras sensaciones humanas, pero siempre el punto es el momento en que uno da con él.
Por Facundo Chikirachi Pereira
“36 arritmias de chocolate” es un libro/album de figuritas escrito por Guido Messina, que nos deleita con pasajes cortos y concisos que atraviesan ese límite tan frágil entre el amor y el dolor, la locura y la paz y todas esas cosas que dan vueltas entre nuestra cabeza y el corazón cuando uno se enfrenta con cosas que lo mueven internamente.
Este proyecto singular comenzó en las redes virtuales, subiendo periódicamente textos de este tipo en Alma a Cero (http://www.facebook.com/pages/Alma-a-cero/109051642466110), hasta que fue tomando forma el libro, con sólo 36 de estas arritmias disfrazadas de dulzura y, ¡además! convertirse en un pseudo-álbum de figuritas, ya que viene con un colorido sticker para pegar en cada poesía, o en alguna pared, alguna parada de bondi o donde se le ocurra al lector.
Tanto para leer en el en cualquier transporte público, tirado en una plaza o en cualquier lado que se nos ocurra, “36 arritmias de chocolate” cumple con esa función usualmente tan necesaria de hacernos ver, sentir y recordar las secuencias que vivimos cuando andamos jugando entre cupido y el diablo.
Acá, uno de los textos que componen “36 arritmias de Chocolate”
Se arriesgó sola y dió una mirada vertical en el precipicio de la amistad. Arriba, la tormenta que preparaba el cielo le prendía las ansias; Él llegaría en cualquier momento. Abajo, un precipicio
interminable. Ella se había decidido a saltar, sin conocer su suerte, a la penumbra que existía cruzando la amistad.
Miraba al cielo, y no tardó mucho en aparecer. Un ruido estruendoso lo hizo caer. Ella lo miró, se miraron, se arrancaron los miedos y saltaron. Dejaron atrás el estandarte de la amistad y empezaron a pegarse besos en el cuello, a ahorcarse los pelos y a entonar gritos sobrios de dolor.
La caída amaneció las consecuencias sobre un colchón mágico para ella y repetido para Él.
La miró a través de un velo de humedad que empañaba los ojos de los dos. Ella sonreía como nunca jamás.
- Nunca te enamores de los rayos. Nacimos para caer en todos lados y estar en ningun lugar al mismo tiempo -.
Le dijo, le dió un beso de realidad desconcertada en la nariz y se fundió en su lugar en la tormenta, en el cielo.
Ella sonríe. Ella no apaga su sonrisa.
No ignora que los rayos no caen dos veces sobre la misma sábana
Pero se tapa el ojo que ve realidad y le saca brillo al ojo que ve esperanza.
Y Ella sonríe. Ella no apaga su sonrisa.
Debe ser el problema principal de enamorarse de un rayo.
Que nunca vuelve a caer dos veces, con la misma intensidad, en el mismo lugar. Pero uno lo espera igual.
Debe ser el problema principal de enamorarse; Que si no viene, uno lo espera igual.